Y de acuchillar mujeres en las marchas.

En las siguientes líneas, quisiera desarrollar una suerte de cuestionario rápido con las preguntas que un hombre cis heterosexual haría para poder entender por qué hay cuerpos gestantes en las calles reclamando el aborto libre.

Antes de iniciar el cuestionario simplificado, quisiera dejar en claro algo. ¿Por qué digo “cuerpos gestantes” y no “madres”?

Por dos razones. La primera, porque “madre” es un vínculo afectivo antes que carnal; por lo tanto, pertenece al ámbito de la subjetividad. Dicho de otra forma, no es lo mismo decir “madre” que decir “la que te parió”.

La segunda, porque “madre” reduce la posibilidad de gestación a una mujer, lo cual es falso. Existen hombres trans en condición de que su aparato reproductor albergue un cigoto fecundado. ¿Qué es un hombre trans? Una mujer cis que transita a hombre, pero que mantiene su vagina y sus ovarios. Por lo tanto, él también puede quedar embarazado.

Sigamos.

¿Cuál es el fin del aborto libre?

Que un cuerpo gestante pueda disponer de la posibilidad de su propia maternidad. Sí. Mientras el aborto libre no está despenalizado, un cuerpo gestante no puede disponer libremente de su maternidad.

Cuando el aborto es sancionado tanto penal como socialmente, un cuerpo gestante es tratado como un envase. Si llega a concebir, automáticamente, este cuerpo queda subordinado a un cigoto, el cual encadena a la persona gestante hasta el día del parto. Más encima, al día siguiente del parto, ese cuerpo gestante debe estar obligado a querer a su cría. En caso contrario, debe hacerse la idea de entregar esa cría para que otra persona (distante, imaginaria, hasta imposible: lo sabemos) resuelva su crianza.

¿Por qué no son suficientes tres causales?

No. El aborto es necesario más allá de motivos funcionales (¿para qué albergar un feto que no va a vivir fuera del útero?), de motivos criminales (¿para qué obligar a un cuerpo gestante a cargar con la consecuencia de una violación?) o de motivos de última ratio (¿a quién se salva primero: a un cuerpo gestante o al feto que alberga?).

Se trata simplemente de que no todos los cuerpos gestantes están en las mismas condiciones de poder asumir la maternidad al momento de concebir. Aceptémoslo. De paso, aceptemos que no existe ese invento llamado “instinto maternal”.

Los cuerpos gestantes no se vuelven automáticamente más nobles o más tiernos por el hecho de estar esperando. Solamente son las mismas personas, pero con una obligación más: cuidar de la vida de otra persona.

Una cría consiste en un vínculo perpetuo (a menos que seas Medea) que inicia su vida comiendo, eructando, cagándose y con ciclos de sueño agotadores.

No todos los cuerpos gestantes se sienten en condiciones de lidiar ulteriormente con ese paquete. No son capaces de soportar a sus hijos. La obligación de criar se vuelve azarosa: una imposición cultural de los otros, más que un acto de voluntad propia. Eso genera ansiedad y desesperación. Muchas veces, eso deriva en algo llamado ¡depresión posparto!

¿Serías capaz de condenar a una persona a vivir una vida insatisfecha solo porque no fue una guagua deseada, criada en un hogar amoroso?

Si acaso viviste esa tragedia, ¿serías capaz de entregarle a otra persona repetir ese mismo destino, esa misma carencia afectiva?

¿Y qué pasa si el hombre quiere criar a la guagua?

Uf.

Como dije antes, los cuerpos gestantes no son un envase. No son un saco de maíz que metes al microondas a la espera de que se convierta en una bolsa de cabritas. No puedes tratar a otra persona como algo de lo cual vas a sacar un producto para tu beneficio. Estás tratando a tu contraparte como un instrumento para tu paternidad subrogada.

Bajo ese concepto, estás explotando el útero de una pareja sexual solo para beneficiarte del producto que parirá.

¿Pero alguien tiene que hacerse cargo del “cagazo”, no?

Eso es una premisa falsa.

No tiene que haber un alguien que convenza a un cuerpo gestante a persistir en un embarazo. No hay que suponer la existencia de una tercera persona, a quien el feto sí hará feliz. Ni que estuviéramos hablando de cosechar la uva para una vendimia.

No vas a ser tú. Tampoco va a ser tu mamá. Espérate un minuto. Ni se te ocurra pensar en que sería una buena idea que le delegues a tu mamá la crianza de otra guagua. (¡Déjala descansar! ¡Ya se bancó a su príncipe y se te está pasando la idea de que, sin desearlo, la obligues a ser mamá de nuevo! ¡Ahora, entre la osteoporosis y las pastillas para la presión! ¡Ni se te ocurra!)

Explicado ya lo del alguien, quiero tomar el punto del cagazo.

El cagazo es el nombre católico con el cual se denominan de forma peyorativa dos hechos que pueden suceder en paralelo o en separado: la parentalidad no consentida y la maternidad no deseada.

¿Qué significa hablar de parentalidad no consentida? Que una de las personas en el acto coital no consienta que dicho coito tenga como propósito gestar una criatura. Decir esto es importante: debemos internalizar que una cría debe existir (cuanto sea posible) bajo la condición de que ambos padres estén en el pleno deseo de querer asumir todas las implicancias de la parentalidad.

Ambos padres deben sentirse igualmente dispuestos a aceptar los rigores de la parentalidad. Esto (por cierto) no obliga a que ambos padres estén forzosamente juntos: pueden ser incluso dos amigos con ganas de querer criar a una persona y confían mucho en la responsabilidad de la otra persona. Es decir, puedes dar amor a una cría, en una parentalidad consentida, pero sin que esa parentalidad provenga de una relación de pareja previa o terminada en algún momento de la vida: solo son dos amigos vinculados por un hijo.

¿Qué significa maternidad no deseada? Que el cuerpo gestante no está obligado a cargar toda su vida con una cría que no está en condiciones de cuidar. De nuevo, no todas las mujeres quieren ser madres a la fuerza. No existe tal cosa llamada instinto maternal.

La parentalidad del cuerpo gestante se puede glitchear y ese glitch se llama depresión posparto.

Para que una cría sea deseada por ambos padres, debe existir al mismo tiempo una maternidad deseada y una parentalidad consentida. No puede haber solamente una.

Conclusión

Amigo, ahorrémonos los papitos corazón. Ahorrémonos las extorsiones sentimentales. Hagamos todos un esfuerzo común: que todos niños nacidos provengan de padres deseosos de verlos nacer. Hagamos que todos los niños crezcan en uno o dos hogares parentales sanos, libres del remordimiento de alguno de los padres. Hagamos que los niños no sean víctimas de padres que habrían preferido estar deseosos de hacer otra cosa en vez de criar.

Amigo, aprende que los cuerpos gestantes no son envases sobre los cuales otros (ni tú mismo) puedan decidir.

Por eso, aborto libre, gratuito y seguro.

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