De alertas moradas y cacerolazos.

Cuando eres mujer y has sufrido acosos a lo largo de tu vida, el ruido que sale de las puertas de tu cuadra y desde los balcones en el fondo, provoca algo difícil de explicar.

Entre la rabia y la pena, se cola un sentimiento de esperanza por un país que por lo menos desde su ciudadanía, está cambiando. Recuerdas también a Martín Pradenas, que contrario a lo que probablemente hubiese pasado hace unos años, todo indica que su futuro está en prisión.

Y piensas que la Justicia quizá mejorará también.

Pero al otro día, cuando despiertas, tu moral se vuelve a pudrir cuando ves que Humberto Tito Fernández quedó sin medidas cautelares, luego de que la Corte revocara la prisión preventiva por las denuncias de violación en su contra. Peor es para la salud mental ir hacia los comentarios creyendo que habrá indignación después de una noche titulada con ese sentimiento, pero en su lugar hay reclamos diciendo que nadie violaría a una vieja, que las denuncias de estas mujeres no tienen sentido, que ellas se lo buscaron, que así era la secta.

Y así vivimos en un loop.

No ha terminado la “alerta morada” por Antonia Barra y una mujer de 18 años es asesinada en Ñuñoa por su pololo, frente a su bebé. Al día siguiente, encuentran el cuerpo descuartizado de Ámbar, de 16 años, en la casa de su mamá y la pareja de ésta. De pronto, figura una vieja entrevista de Mea Culpa y un reportaje de Sábado, y entonces te enteras que ya había matado antes a su mujer y a su hijastro de 9 años.

Eran 27 años de prisión y fueron 11. Fueron dos y ahora son tres las víctimas de Hugo Bustamante.

Entonces, te preguntas: ¿En qué momento falla la Justicia? ¿En qué momento el sistema le falló a Ámbar? ¿En qué momentos falló antes?

Falló en el momento en que le dieron libertad condicional a Hugo Bustamante, en 2o16, por buena conducta en prisión, pese a los preocupantes rasgos de psicopatía que advertían un peligro para la sociedad. En esa instancia, más de 1.600 reos fueron beneficiados por distintas cortes de apelaciones del país.

Falló cuando nadie investigó la desaparición de Claudia Agüero de Puerto Montt, y quedó estancada por varios meses, curiosamente hasta ayer.

Aún no se sabe qué pasó después de que tomara un bus rumbo a su trabajo; aún la esperan su esposo e hijos.

Falló también mucho antes, en 2014, cuando la Fiscalía desechó la investigación por Erica Hagan, estudiante estadounidense que fue encontrada golpeada, muerta y hervida en la tina del Colegio Bautista de Temuco, donde hacía una pasantía como psicóloga.

Falló con Vilma Nataly Escobar, de 18 años, que puso una denuncia por violencia intrafamiliar en contra de su pololo, de 25 años, quien la estranguló hace dos días y la abandonó muerta, junto a su hijo de un mes de vida.

Poco antes, le falló a Soledad Valenzuela, de 29 años y madre de tres hijos, tras ser asesinada con un arma cortante por un hombre de 41 años que poseía antecedentes policiales por delito de violación.

Le falló de la misma forma a Gladys Quezada, tras ser asesinada con un arma de fuego por su conviviente de 55 años, quien poseía antecedentes policiales reiterados desde los 80 por delitos como violación, robos, posesión de armas de fuego y homicidios en 1999 y 2015.

Falló cuando no protegió a Eliana Urra, acuchillada y asesinada por su exconviviente, Marcelo Sepúlveda, quien tenía prohibición de acercamiento desde el 7 de junio por haberla agredido.

Falló a Anna Cook (26), que según la Justicia murió por sobredosis, pese al moretón en su cuello, a sus heridas y fracturas, y al semen que se halló en su boca. Falló al omitir todo eso y olvidar que era lesbiana.

Falló también a Nicole Saavedra, hallada muerta, con las manos atadas y señales de tortura, en el Embalse Los Aromos de Limache, en la región de Valparaíso. Víctor Pulgar fue detenido recién tres años después del hecho y solo gracias a la manifestaciones feministas y la incansable presión de la familia. De hecho, para cuando se descubrió su culpabilidad, el hombre ya estaba preso por la violación de una niña de 12 años.

Le falló a Joane Florvil, mujer haitiana de 27 años, que en una confusa situación fue detenida por Carabineros por supuestamente haber abandonado a su bebé, sin ninguna protección a sus derechos ni con la presencia de un traductor que explicara su versión. Murió a cabezazos en el calabozo.

Y falló hace cuatro años, para fallar esta semana, con la terrible muerte de Ámbar.

¿Por qué la Justicia falla en casos tan obvios? ¿Por qué la Justicia es dura con un profesor que rompe un torniquete, pero flexible con un violador? ¿Por qué Carabineros despliega una protección absurda para salvaguardar locales de comida cuando son funados en Internet, pero nadie protege a las mujeres que ponen órdenes de alejamiento? ¿Por qué en todos estos casos se sabe el nombre de la víctima, pero no siempre el del victimario?

¿Qué está mal en la Justicia chilena?

¿En qué momento falla?

Son muchas preguntas las que se entrelazan para terminar tejiendo un áspero manto de inseguridad, miedo y rabia.

La única certeza es que la justicia en Chile le ha fallado y le sigue fallando a las mujeres.