¿Por qué en Japón están obsesionados con la prostitución de menores?

Las medidas para evitar que las adolescentes se vendan por catálogo en las calles de Tokio, solo ha generado que el negocio se traslade a la clandestinidad e internet.

Aparentemente, Japón es el país que más se acerca a los estándares de lo que una sociedad utópica espera alcanzar: excelente sistema de salud, educación de primera línea, gastronomía envidiable y niveles de seguridad ciudadana solo comparables a países europeos que se encuentran a miles de kilómetros del archipiélago.

Como indiscutible ejemplo de desarrollo,  Japón parece brillar más por sus excentricidades y programas de televisión coléricos antes de sus logros como una exitosa nación que debió reconstruirse por completo luego de la guerra.

Pero por otro lado, probablemente fueron los mismos cambios estructurales y sociales que vivió la nación durante la segunda parte del siglo XX la culpable de desencadenar grandes problemáticas sociales reflejadas principalmente en la forma en que la sociedad nipona vive su sexualidad.  

CNN publicó el informe realizado por el mismo gobierno japonés enfocado en las prácticas sexuales de los millennials del país y los resultados fueron preocupantes: un 44% de los japoneses entre 18 y 34 años, sin distinción de género, son vírgenes.

Emiko Jozuka, periodista que participó activamente en el artículo para encontrar las causas de esta situación, llegó a dos conclusiones: la primera es que los jóvenes japoneses se encuentran desmotivados con su vida por la alta competencia que implica vivir en un país como el suyo, y la segunda, es que no practican sexo debido a los estándares fantasiosos impuestos por la pornografía y el manga.

Los adultos se han aprovechado de la situación durante décadas creando un negocio en las calles de Tokio y otras grandes ciudades como Osaka: el Joshi Kosei –traducido como colegialas de compañía- tiene a miles de menores de edad ofreciendo servicios sexuales y masajes bajo una jurisdicción que consideraba la práctica legal hasta julio de este año.

Vice publicó un reportaje hace dos años sobre la situación que viven las menores de edad en un país con alta tolerancia hacia la pedofilia. Siempre a la vista de un hombre que las controlaba, se puede ver a cientos de chicas ofreciendo sus servicios intentando parecer lo más infantil posibles.

Actualmente, las autoridades prohibieron en Tokio los negocios relacionados al Joshi Kosei, pero solo han logrado que las chicas trasladen sus servicios a internet usando resquicios legales para no ser detenidas o multadas.

Por ejemplo, no cobran dinero pero intercambian sus “servicios” mediante una forma de compensación llamada enko, donde los clientes regalan artículos de lujo como método de pago. La misma policía tokiota se muestra incómoda ya que operando bajo la clandestinidad, los tipos que controlan a las adolescentes son más difíciles de identificar.

Lo peor de la situación es que las menores son culpadas de entrar en este negocio tratándolas como la manzana podrida del canasto de una sociedad aparentemente ejemplar.  Japón es el único país del mundo donde la pornografía infantil es legal siempre y cuando sea en manga, algo que el parlamento defiende bajo la excusa de proteger la libertad de expresión. Este tipo de aceptación hacia la pedofilia genera un amplio mercado con clientes que siempre estarán dispuestos a pagar el precio necesario para satisfacer su morbo actuando de forma impune y a vista y siniestra de las autoridades.

El pago es completamente diferente. Tienes que ser una idiota para trabajar en un empleo normal” asegura una de las tantas adolescentes “Joshi Kosei” de forma anónima para el Japan Times.

Una chica puede ganar hasta 100 mil yenes diarios, algo así como 700 mil pesos chilenos. En una sociedad competitiva como la japonesa donde los jóvenes carecen de las mismas oportunidades que la generación de sus padres, lamentablemente el Joshi Kosei presenta una alternativa rápida y fácil de ganar dinero, aunque dure hasta que las chicas pierdan su imagen de lolita.

Cuando le preguntan a la misma chica sobre su futuro, responden cabizbaja:

“No tengo sueños o aspiraciones. A veces me pregunto si está bien para mí misma continuar en este trabajo”.

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