Una dosis de optimismo para el futuro.

En marzo, en la previa del partido contra Argentina, Arturo Vidal subió a su Instagram una historia en donde cantaba «ya me acostumbré, ya me acostumbré, a siempre ganar con el 23», el coro de la conocida canción de Bad Bunny y que algunos han tomado como slogan para nuestra selección, que merecidamente, ha tenido un desempeño de ensueño. Para qué decir el de Arturo Vidal. Todos nos terminamos acostumbrando.

Siempre que se habla del término de la generación dorada y del futuro que nos espera en lo futbolístico, el panorama es negro. Que la generación que sigue no estará a la altura, que todo se acabó, que sólo nos esperan penas. Y si, es probable, como puede no serlo.

Si observamos, la gran mayoría de los jugadores de nuestra actual selección no son titulares indiscutibles en sus equipos o juegan en clubes moderadamente competitivos. Pero confiamos en ellos, sabemos que el talento está. La gracia de un equipo es que el equipo sea más que la suma de los individuos, la cuál efectivamente es la gracia de nuestra selección. Pero se nos olvida.

Estamos embobados con el temprano y gigantesco éxito de dos de nuestras estrellas: Alexis Sánchez y Arturo Vidal. Nuestros dos hombres, los favoritos. En la revista Sábado del 1 de julio, Antonio Martinez analizaba a nuestros ídolos, sus estilos y lo que significan en nuestra sociedad:

Si Alexis es la poesía del deber ser, un cierto ideal de vida; lo de Vidal, en cambio, es la antipoesía del ser como es. O sea, el ser, nomás

Vivimos un sueño, o sea, ellos, pero sentimos que es un poco nuestro: todo esto lo merecíamos, queremos vivir todo eso. Y nos acostumbramos, celebramos y empezamos a tener expectativas en los demás: ¡¿Por qué los otros no son como ellos?! Generalizamos sus vidas y logros. Como si fuera cosa fácil llegar ahí.

El fútbol es cada día más competitivo, es más exigente y hay más dinero involucrado. Cada vez que algún joven empieza a destacar llegan los rumores de transferencia, salen históricos prediciendo un gran futuro, los hinchas se entusiasman, a los equipos se les hace agua a la boca y todos pensamos: triunfa, triunfa, triunfa. Cuánta presión.

Ángelo Henríquez tiene 23 años y acaba de dejar Croacia, estaba sonando en la U, hace un mes recordaba su paso por el Manchester United B cuando tenía 18 años:

Fue frustrante por lo mediático que era en Chile y llegar allá y no ser nadie. No tuve la paciencia que debía tener para aguantar un poco más en el equipo B. A lo mejor podía dar el salto al primer equipo

Nicolás Castillo, Felipe Mora, Ángelo Sagal, Igor Lichnovsky, Bryan Rabello y Claudio Baeza -por nombrar a algunos- rondan los 23-24 años. ¡23-24! No les ha ido como se esperaba a algunos, pero no podemos decir que son un desastre en lo que hacen y que entraremos en un espiral que nos llevará a la perdición por su culpa. El talento está, doy fe, alguna vez hubo, y donde hubo fuego, cenizas quedan.

https://www.youtube.com/watch?v=co5UwHAA4tA

No todos tienen que ser los mejores del mundo, démosle la oportunidad por favor. A nadie se le fue el tren a los 23. Milos Teodosic es un jugador de basketball serbio que el año 2010 fue elegido el mejor jugador de Europa y el año pasado fue nombrado como el mejor jugador del mundo que no juega en la NBA. A sus 30 años, acaba de llegar a la liga estadounidense, la mejor del mundo. Pero, ¿qué es el éxito?

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, 
sólo de momentos; no te pierdas el ahora

Dijo Borges.

Quizás lo que falta es madurez y motivación. Nick Kyrgios (22) es el tenista número 20 del mundo y ha sido llamado por algunos como el jugador más talentoso desde Roger Federer: pero él no quiere ser Federer. Todo un país y parte del mundo tiene una opinión sobre él: él ni sabe lo que quiere. ¿Qué va a saber un tipo de 22 años?

«No creo que lo quiera lo suficiente», ha dicho. También ha comentado que en cada campeonato al que viaja echa de menos a su familia, extraña a sus perros, quiere jugar basketball y quiere pasar el rato con sus amigos y novia. Quiere ser feliz, nada más. Me recuerda a Matías Fernández.

Nos acostumbramos y se nos olvidó quienes somos: somos Chile. Nuestro fútbol, aunque no nos guste decirlo, históricamente no ha sido, y no es, de gran nivel. Es cosa de ver como nos va en los torneos internacionales y nuestra entretenida liga nacional. Nos acostumbramos, pero no somos Brasil, Argentina o Uruguay. Nos queda mucho todavía, el mundo respeta a nuestra selección, no a nuestro fútbol.

En el mundial del año 2010, Claudio bravo tenía 27 y jugaba en la Real Sociedad; Isla, 21 y en el Udinese, igual que Alexis; Vidal tenía los años de su número favorito: el 23; nuestro goleador, Chupete Suazo, 29 y en el Zaragoza; Medel, 22 en Boca; Valdivia, 26 en el competitivo Al Ain y el Mati tenía 24 y se encontraba en el Sporting Lisboa.

El futuro no debe por qué ser negro. Quizás en unos años más, después de sufrir por un tiempo, llegue un entrenador revolucionario, existan un par de pendejos cracks y habrá un puñado de jugadores con experiencia, madurez y temple.

Nos acostumbramos, pero mal. Con calma que lo bueno se tarda, paciencia Chile. Quizás nos toque de nuevo vivir el mismo sueño. No matemos a nuestros futuros jugadores, quizás ellos maten y mueran por la camiseta.

Nunca es tarde.