A pesar de que un 72% de las mujeres que ocupan el transporte público en la Región Metropolitana se sienten inseguras, la arquitecta Isabel Serra, quien ha participado en diversos proyectos de innovación territorial, considera que los “vagones rosa” no sería una medida eficaz desde ningún punto de vista. “Yo entiendo que es una buena intención, pero básicamente es una pésima perspectiva de género para responder a las dificultades que presenta la violencia y el acoso en el espacio público”, sostiene. 

“Son el estereotipo de la desigualdad de derechos de las mujeres en la ciudad”, opina la urbanista Isabel Serra sobre la propuesta de disponer de vagones exclusivos para mujeres en el metro de Santiago. 

La medida volvió a ser parte de la agenda mediática luego de que este martes, la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, junto al Ministro de Transporte, Juan Carlos Muñóz, y el gobernador de la Región Metropolitana, Claudio Orrego, dieran a conocer los lineamientos del primer plan contra el acoso sexual en el transporte público que planean ejecutar durante los próximos meses. 

Esto, sustentado en una serie de datos -levantados en la RM- que entregó el jefe de la cartera de Transportes, quién señaló que “el 93% de las denuncias de acoso que recibimos son de mujeres; un 90% dice que ha sido víctima de algún tipo de acoso; 95% de tipo verbal; 86% de tipo físico. Como resultado, el 72% de las mujeres que se desplazan en transporte público se sienten inseguras y es una realidad que no podemos normalizar”. 

Por su parte, Orrego informó que en una reunión que tuvieron autoridades policiales, del ejecutivo, y representantes de Metro junto a dirigentas estudiantiles, se había abordado la posibilidad de tener vagones exclusivos para mujeres, en los diferentes trenes que recorren la ciudad. 

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“Me parece que hay que estudiarlo. No se puede cerrar a priori a una cosa que las mismas dirigentas estudiantiles, la vocera de la Confech, está planteando porque se sienten inseguras (…) veamos la evidencia de lo que ha pasado en Japón, la India, en México y en Brasil”, sostuvo la autoridad regional. Aunque, según señaló el mismo Orrego, la ministra Orellana tampoco sería partidaria de esta medida, ya que según ella se normalizará el acoso. 

Una medida que “no es una estrategia ni efectiva desde el ámbito práctico técnico, ni desde lo simbólico”, según la arquitecta experta en políticas públicas. 

“Segregar a las personas en la ciudad no tiene ningún sentido y va en contra de todas las propuestas de derecho a la ciudad existentes hasta el momento. El espacio público -que es una construcción social- es de todos y todas, y no tenemos porqué las mujeres estar segregadas, sea por el motivo que sea. Yo entiendo que es una buena intención, pero básicamente es una pésima perspectiva de género para responder a las dificultades que presenta la violencia y el acoso en el espacio público. Y sobre todo porque lo que busca el urbanismo feminista es la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en la ciudad (…) va en contra de todas las propuestas de derecho a la ciudad existentes hasta el momento”, explica Serra. 

Asimismo, argumenta que desde un punto de vista simbólico, el excluir a mujeres en una sección del tren las “inseguriza y no les ayuda en su autonomía en lo que respecta a la imagen de la mujer”. 

Sobre si sería una medida eficaz o no, Serra también es escéptica. “El problema de violencia y acoso a la mujer es en todo el espacio público. Por mi experiencia yo he visto que las alumnas en Barrio República tienen muchos problemas cuando se bajan del vagón: hombres que las siguen, que las esperan en las esquinas… La situación de inseguridad las acompaña desde que salen de sus casas hasta que llegan a sus lugares de estudio o trabajo, entonces la respuesta a que se restrinja solo al vagón, es ineficiente”, enfatiza. 

La arquitecta, que ha participado en diversos proyectos de innovación territorial, considera que existen otras medidas más propositivas que generan contextos más seguros en los espacios de movilidad urbana. Por ejemplo, la inclusión de mujeres choferas. “Hay estudios que establecen que las mujeres que son conductoras tienen mejor relación con los pasajeros, manejan más a la defensiva y tienen menos accidentes, son más empáticas, entonces de alguna manera también apaciguan ciertos ambientes de violencia”, explica.