El plebiscito que terminó con la dictadura de Pinochet cumple 30 años. Conversamos con uno de los personajes clave para que esto sucediera sobre cómo lee el Chile de “los tiempos mejores”, ultra derecha, progresismo, la confusión total y el haber sido interpretado en el cine por Gael García.

Este aniversario número 30 de la campaña del “No”, ¿Tiene algún simbolismo especial para ti?

-No.

Parece joda pero Eugenio García, 65 años- que estudió filosofía pero ha dedicado buena parte de su vida a la publicidad, en el más amplio sentido de la palabra, desde vender caracoquesos, televisión, empresas, la imagen país en el extranjero, o un presidente- el creador de la campaña del NO, contesta así a la primera pregunta.

Y uno queda sin entender si es una respuesta muy pensada, de slogan, o si es una reacción natural. “Es que yo pasé piola hasta que se hizo la película”, dice. “Y me gustaba así”, explica.

Porque claro, faltaba decir que Eugenio fue interpretado por Gael García Bernal en la película “No” de Pablo Larraín, que entre otros pergaminos estuvo nominada al Oscar.

Sobre eso dirá: “Fue divertido. O sea, 25 años después de hacer un trabajo me tocó ser recibido como un rockstar en varias partes. Era raro, porque cuando lo hice no esperaba ningún tratamiento especial, yo hice mi pega con mucha convicción, mucha energía, pero por supuesto no la hice solo. La maravilla de la campaña del NO es que un montón de gente se sumó desde su área y no hubo casi que dirigir. Representar ese colectivo, en esas circunstancias, fue bonito”.

“Pero antes de hablar de cualquier cosa hay que dejar algo en claro” dice serio.

Claro ¿Qué cosa?

Que no fue la campaña del NO la que cambió al país. La campaña nombró una ética, creó una estética determinada y condujo apropiadamente un tremendo movimiento social, un descontento, un anhelo de libertad reprimido. Eso lo hizo mucha gente antes, gente que perdió la vida, que salió a las calles, que sufrió, fue torturada, exiliada. La campaña no nació de la nada, simplemente fue una buena guinda al final de la torta, pero había una torta.

Luego se ríe coqueto: “Igual que te represente Gael García es algo muy halagador, por supuesto. Porque aparte no es solo una cara bonita, es un gran actor y que tiene una dimensión creativa super importante. Es una persona muy sencilla, llana, buena onda”.

¿Sintió miedo en algún minuto de la campaña?

No. Sentí cierta inquietud. Yo era de familia de izquierda, allendista, pero nunca tuve participación política. No iba ni a las marchas, no te voy a mentir. Cuando me tocó participar de esto, fue como mi momento de aportar, desde lo que yo sabía hacer, y que bueno que salió bien.

Explíqueme por qué no le provocan nada los 30 años del plebiscito y de la campaña que dirigió.

Porque yo siempre he sido bien piola con esta cuestión. Hice mi pega nomás, no fui un héroe ni ninguna huevá. Esto se convirtió en un fetiche, todos opinan, escriben libros, tienen distintas versiones ¡hasta el gobierno lo celebra poh! Es una cuestión muy rara. Como te digo, se convirtió en un fetiche, es como el mundial del 62, que salimos terceros.

¿Encuentra que hay una exageración de la épica?

Sí, porque ya fue. Las épicas son en su momento, después se recuerda y está bien. Pero siento que lo que está pasando ahora es que estamos faltos de una gran causa generosa, valiente, que nos convoque a todos. Hoy no hay, anda cada uno para su santo, todos disparando para cualquier lado, y nos gusta esa idea de que en algún momento apuntamos todos al mismo lado.

¿Cómo le cae que un gobierno de derecha, donde muchos apoyaron el “SÍ”, ahora haga esto de conmemorar el triunfo del “NO”?

Es otro triunfo del “NO”, que terminó 30 años después convenciendo a los otros. Pero en realidad, yo lo veo medio anecdótico más que nada.

Hace unos días Patricio Bañados dijo que él si bien no se arrepentía de haber sido el rostro de la campaña, no sabía si lo volvería a hacer ¿Lo ve así también?

Es que es diferente, porque lo que hizo Patricio Bañados, ser rostro de la cuestión, fue algo de una valentía sin igual, se la jugó, como muchos artistas, cantantes, actores, gente pública, que salió a dar la cara cuando no era algo fácil. Fue un acto de arrojo. Pato es un gallo de una integridad a toda prueba, él es muy crítico de lo que pasó después y tiene una lectura negativa de lo que le pasó a él. Él fue mi primer jefe, yo lo quiero y respeto 100% su opinión.

¿Usted lo volvería a hacer?

Sí, por supuesto que lo volvería a hacer.

Leí que le molestaba cuando la gente le dice “oye la alegría nunca llegó” o usa “la alegría ya viene” de forma sarcástica.

Es que la gente que dice eso es porque o construyó expectativas que iban más allá del objetivo de la campaña o están disconformes con lo que pasa hoy día, entonces le reprocha a la campaña que no cumplió su promesa, entre comillas.

¿Y la cumplió?

A mi juicio la campaña trajo la alegría al país. Pinochet se fue. Y lo hizo sin un baño de sangre o un contragolpe, eso era lo que importaba. Y el país cambió radicalmente, incluso después, cuando Pinochet siguió en el ejército y después en el senado, el país era otro, uno nada que ver con lo que era en dictadura. Por supuesto no se convirtió en un país perfecto.

Los Tiempos Mejores y la confusión total

¿Cuál es su lectura del país de “Los tiempos mejores”? Venía pensando que “Tiempos mejores” se parece a “La alegría ya viene” ¿Ve también un pequeño plagio al slogan del “NO”?

En general las campañas apelan, prometen a que la cuestión va ser mejor, este fue bien explícito en eso, no creo que sea una copia sino que es parte de la tradición de las campañas políticas.

Respecto de mi lectura del país, me parece que estamos en un momento de enorme confusión, que no tiene respuesta institucional, donde no están funcionando los partidos, el sistema político, el sistema educativo, no funciona nada. Las empresas no saben qué pasa. Las relaciones entre las mismas personas están confusas. Frente a eso se empieza a recurrir a ideas que parecieran llevar a una solución. Por eso el gobierno quizá fetichiza la campaña del “NO” como un momento feliz que nos hizo dar un gran cambio. Me parece que se está buscando una idea que nos ilumine, pero ciertamente no es esa la solución.

¿A qué atribuye el momento de confusión total?

Es que pasamos de la era del libro a lo digital. Hasta antes de eso, nuestro registro del conocimiento humano era a través de la palabra escrita, que moldea nuestro pensamiento. Uno piensa así: que una letra más otra hace una palabra y varias palabras hacen un sentido. Tenemos la idea de que la realidad es individual, lineal, sucesiva. Así pensamos, creemos que son así las cosas. Todos nuestros sistemas de traspaso de información y conocimiento están basados en un formato bi-dimensional, sucesivo y determinista. Y resulta que ahora somos cuánticos, estamos metidos en una nube de información, y todos los sistemas en los que se sustenta el poder están basados en el control de la información. Pero la información ahora no se puede controlar, esto dejó obsoleto a las estructuras religiosas, los sistemas de educación y ciertamente a las estructuras políticas, a los gobiernos, los partidos.

“La democracia representativa a mi juicio está obsoleta, los movimientos sociales y hacia donde tiran sus ideas transformadoras van por otros canales que no son necesariamente la representación política”

Volviendo al tema de la campaña “NO”, que le parecía la campaña del “SÍ”. ¿Había algo que le parecía rescatable de ese trabajo?

No.

Nada de nada.

Era pésima, una muy mala campaña publicitaria. La gran virtud de la nuestra es que proponía una ética y estética nueva, que era totalmente contradictoria contra esta ética y estética de confrontación, odio, amenaza, susto y miedo que usó la del “SÍ”. Esa campaña estaba totalmente equivocada. Estaba mal hecha. Era fea, torpe, rencorosa. Tenía los peores atributos.

¿Y qué le parece que una campaña basada en buena parte en el miedo, como la de Piñera, haya ganado apostando a cosas como “Chilezuela” y el miedo a la migración?

Es que en tiempos de confusión, la gente tiende a confiar en líderes fuertes, que sean capaces de decir que van a ordenar las cosas. Ahí tienes a Trump, a Bolsonaro en Brasil, Salvini en Italia, los polacos, los húngaros, los austriacos están también en eso. Turquía igual, buscando líderes que prometen orden y que al que salga de la fila le van a pegar un hachazo, que van a construir un muro y van a meter a todo el mundo preso. Eso es propio de los tiempos de confusión, líderes populistas, que arman un cuento de nosotros somos los buenos y vamos a acabar con los malos.

¿Y cómo puede el progresismo enfrentarse a eso?

Bueno eso hay que inventarlo.

Porque claramente en la elección pasada no funcionó.

No.

Parecía que no había un discurso común, sino que muchos discursos que apuntaban al mismo lado, pero de formas distintas.

Es que ese discurso común no existe. No hay. Porque la revolución está ocurriendo, y es tan grande, que ocurre sola. Ocurre que una mujer denuncia a Weinstein, aparece el movimiento #MeToo, y en tres meses cambia el status de la relación de la mujer con el hombre. Cambia el mundo. Eso hizo en tres meses lo que no se había logrado en décadas de liderazgo político tradicional buscando la reivindicación de los derechos de las mujeres en la sociedad. La exposición pública de eso hizo que por ejemplo en España nombraran más ministras que ministros, y que acá se destaparan casos y se creara un nuevo sentido común. Eso no ocurre porque haya una líder que empuje todo esto, como en un esquema político tradicional, sino que es la sociedad y sus movimientos que buscan un equilibrio. El progresismo está por todas partes.

¿Ese podría ser el problema del Frente Amplio? ¿Que es un gran grupo de grupos donde todos apuntan a una izquierda progresista pero que no se pueden poner de acuerdo?

Es que no tienen por qué ponerse de acuerdo, es propio de estos momentos. Lo que hay ahora es un deseo de hacer erupción e instalar temas. En tiempos de ebullición las cosas no están quietas y no tienen para qué estarlo. Por ejemplo, a pesar de estar en tiempos de gobiernos populistas, los movimientos sociales son muy fuertes, entonces no es llegar y aprobar un proyecto minero, debe pasar por el escrutinio público. Las ideas progresistas están ocurriendo, o sea, un gobierno de derecha está celebrando el “NO”. Que el próximo gobierno sea de izquierda o derecha parece que no importa tanto, porque la sociedad se está transformando por otros caminos. La democracia representativa a mi juicio está obsoleta, los movimientos sociales y hacia donde tiran sus ideas transformadoras van por otros canales que no son necesariamente la representación política.

El feminismo es un muy buen ejemplo de eso.

El movimiento feminista está muy bien, en el sentido de que es una explosión, que puede parecer violenta, agresiva si quieres, pero es lo que se necesita para producir un remezón. Y la estructura tradicional sería que alguien lo condujera, pero esto no es así. Simplemente ocurre, acontece,y tiene una capacidad de viralización que ningún estratega o poder central podría imaginar. Es muy moderno, es una erupción de sentimientos comunes que encuentran su forma.

¿Qué opina movimientos ultra derechistas, tanto de entre comillas “movimientos sociales” como el Mov. Social Patriota o políticos como JA Kast?

Son como hijos de Trump, responden al mismo fenómeno. Está está confusión, hay esta entre comillas, amenaza al orden tradicional, llámale feminismo, migración, transexualidad, como quieras. Entonces aparecen grupos extremadamente conservadores que prometen que esto no va pasar y que se puede volver al orden tradicional. Y les funciona con mucha gente que se asusta y que quiere que las cosas no cambien.

A propósito de Trump ¿Cómo leyó el último episodio de Piñera con Trump?

Lo encontré último, me dio vergüenza ajena, y no tan ajena porque al final es el Presidente de Chile. No es gracioso, no es chistoso, uno podrá ser más o menos patriotero, pero es nuestra bandera, nuestro símbolo. Que lo haga él, dónde lo hace, frente a quién, que ponga una banderita chica nuestra adentro de la grande de Estados Unidos, es demasiado raro.

¿Cuál sería a su juicio la estrategia correcta del progresismo?

No querer ser gobierno. El progresismo está ocurriendo, se está imponiendo en todas partes, y va más rápido que cualquier estrategia.

¿Trabajaría en algún momento para la derecha?

Creo que no, lo que pasa es que en general para las campañas políticas no cobro, son cosas de bien público, he cobrado cuando he tenido que ver cosas más de producción. Pero en general lo hago por lo que significa, y en estos momentos no creo que signifique nada bueno un candidato de derecha.