Y/o en la boca o cualquier otro orificio. Esta semana ocurrió en Necochea, Argentina, un impresentable hecho que lamentablemente refleja bastante bien nuestra realidad.

Nos enseñaron desde tan pequeños que debemos odiar nuestros cuerpos, que casi logro entender que un grupo de policías y algunos bañistas hayan arruinado el paseo a la playa de un grupo de mujeres argentinas en el sector de Necochea. Pero entenderlo no implica que lo avale.

En la grabación que muestra el momento en que llega la policía a la playa, como si se tratara de un acto terrorista, se escucha cómo la autoridad responsabiliza a las tres mujeres del escándalo de no usar la parte superior del bikini. A saber, la policía llegó porque otro grupo de bañistas las acusó y los uniformados las acusaron de haber “llamado la atención de toda la gente”, supuestamente.

https://www.youtube.com/watch?v=Eu-U80Qyvrw

“No podés estar en el estado en que estás”, recrimina uno de los oficiales. A ese respecto, ¿qué es lo que molesta de la desnudez parcial femenina? El significado social que le hemos entregado: que los pechos de las mujeres siempre implican sexo y vulgaridad, da igual el contexto en que se encuentren. Tomar sol, amamantar, soportar el calor o decidir vestirse sin cubrir la parte superior son acciones que no tendrían por qué significar una sanción. En especial, si en la contraparte masculina ocurre todo lo contrario.

En el contexto de un mundo que nos castiga si mostramos mucho, o que nos ridiculiza si no mostramos nada, pareciera ser que nunca daremos el ancho. Nunca seremos tan lindas como el resto quiere, nunca seremos tan bestiales en la cama y señoritas en público como el ideal que todo heteronormado busca en su pareja; y qué bueno que así sea.

Argentina Necochea Topless

Si bien la revolución que trajo el movimiento Free The Nipple es reciente y para muchos puede ser considerada como una moda pasajera, ya era hora de que las mujeres nos levantáramos contra una conducta asumida como “normal” (cubrirnos por vergüenza o porque la ley indica que es una ofensa al pudor), pero que en realidad es absolutamente opcional. Qué delicioso es vivir en una época en que puedo elegir si llevar o no sostén para ir al trabajo, pero qué horrible es lidiar con los coletazos de la liberación que, ante todo, primero se vive en nuestras mentes. Y qué lástima que esta condena social no solo se viva en Argentina, sino también, y mucho más fuerte, en nuestro país.

“¡Viva la playa fascista!”, exclamó con rabia y sarcasmo una de las chicas que decidió hacer topless en la playa, al retirarse ante la insistencia de algunos bañistas. Te aviso: es así cómo se siente vivir en Chile cuando eres mujer, o cuando perteneces a una minoría segregada y condenada solo por existir. Tal como en una playa hirviendo de veraneantes, ser mujer es pasar por un millón de miradas cuestionadoras de nuestro actuar y, principalmente, de nuestra apariencia. Hace calor, quiero usar menos ropa, quiero moverme como quiero y quiero broncearme como se me dé la gana.

Gracias a un nefasto capítulo de South Park, la arena se asocia a la “amargura femenina” (por el chiste de “arena en la vagina”). Ojalá que esta arena cubra los ojos de todos los fascistas del cuerpo de las mujeres y que tan solo con entender durante dos segundos que su forma de ver el mundo no tiene por qué ser la que rija el mío, podrían comenzar a convivir de mejor forma con la mitad del país. Cansadas de que nos asesinen y nos griten en la calle, queremos convertir esta playa fascista que es Chile y buena parte del mundo en un parque abierto y oxigenado, libre de prejuicios y despojado de ideas implantadas que no hacen más que seguir dividiéndonos en eternas e incontables islas. “Voy a volver a estar en tetas todos los días de mi vida”, desafía una de las chicas argentinas de la playa.

Que esa actitud de batallar las ideas sexistas nos empape de rabia y de ganas de provocar una tormenta de arena. En un mundo supuestamente abierto, incluso si agregamos una imagen de una mujer en tetas en nuestros llamados de Facebook, corremos el riesgo de que bloqueen la publicación.

Así las cosas, el llamado es a insistir, a patalear y a no tener paciencia con quienes nos quieren confinadas en la industria de la perfección y las normas machistas.