Hay artistas que avanzan con la velocidad de un algoritmo, y otros que se demoran un poco más porque están construyendo algo que no existe todavía. FaceBrooklyn pertenece a ese segundo grupo. No porque vaya lento, sino porque cada etapa de su carrera ha sido un ejercicio de excavación interna: un intento por entender qué significa sonar como uno mismo en un mundo donde todo suena a todo.

Desde sus primeros tracks caseros por allá en 2020 hasta su aclamado último disco «No somos iguales» (2025), su trayectoria se puede leer como una línea de tiempo llena de pruebas, errores, vaivén emocional y aciertos creativos.

Los primeros años: el instinto por encima de la forma

Cuando FaceBrooklyn empezó, su música tenía esa energía desprejuiciada típica de un adolescente con la urgencia de decirlo todo ya. En su primer EP «Brooklyn 999» (2021), podemos escuchar a un Face transitando entre el indie y sonidos urbanos con naturalidad. Como si el trap y el reggaetón tuviesen una cita doble con el bedroom–pop y el R&B. O metiéramos a Arcángel, Childish Gambino, Clairo y The Cure juntos a la misma juguera.

Ese primer periodo fue un laboratorio: beats improvisados, capas de reverb buscando un refugio y letras que oscilaban entre la ironía y la vulnerabilidad. Aún no había una “identidad sonora” clara, pero sí un patrón emocional: la necesidad de experimentar.

El quiebre: entender que buscar un sonido también es perderse

Con el tiempo, FaceBrooklyn entendió que no basta con sumar influencias. Y que a veces hay que aprender a dejar algunas atrás. Entre 2023 y 2024, pareciera que el joven viñamarino dejó de “probar géneros” y empezó a construir desde un lugar donde se sentía más cómodo.

Es precisamente el período entre «Caricias» y «Hablando de Ti» –ambos álbumes cargados de hits– donde más que experimentar en lo sonoro, se volcó a hacerlo desde las letras. Con una marcada inclinación al reggaetón y un puñado de colaboraciones con colegas de la escena urbana local, todo lo que sacaba sonaba a “palo”. Como si de pronto se hubiese aburrido de sonar “under” y hubiese tomado la decisión consciente de colarse en el mainstream.

En esa transición, los productores Daiki y Taiko fueron aliados claves. Con ellos su música se volvió más robusta, con atmósferas más intensas y bajos más pesados que contrastan de buena forma con su narrativa más introspectiva.

El presente: el retorno a la búsqueda

Hoy, FaceBrooklyn se encuentra en un momento bisagra. Y es que después de “pegarse” haciendo reggaetón (y haber conseguido su primer contrato discográfico con ello), vuelve a visitar ese sendero más exploratorio por el que transitó en sus inicios.

Su música suena más madura, más consciente del espacio que ocupa y más atrevida creativamente. En su último largaduración «No somos iguales» (2025), el título no es casualidad. Este álbum funciona como una carta al pasado, y al mismo tiempo, un statement de cara a lo que planea para su futuro. Un ejercicio donde bebe de su propia fuente, pero a la vez se deja influenciar por amigos cercanos como AKRIILA, EasyKid o Young Cister, y se anima a colaborar con productores como Heartgaze, jugando con sonidos más contemporáneos y abriendo una nueva ventana de escape en la lucha interna entre la reinvención y la aceptación de sí mismo.

La identidad sonora no es un destino: es un proceso

Face no es un artista de respuestas rápidas. Lo suyo es la búsqueda: la curiosidad, la duda, la mezcla.

Y quizá esa sea su identidad real. No un sonido perfectamente etiquetable, sino la voluntad constante de mutar, y entender que crecer también es soltar versiones antiguas de uno mismo.

A esta altura, lo más interesante no es pensar en “qué será lo próximo”, sino en cómo seguirá reformulando su lenguaje. FaceBrooklyn no está copiando referencias: está dialogando con ellas.