Fanny Leona tiene 24 años y el pelo negro, liso, suave y tan largo que pareciera alcanzar sus rodillas. Fanática del animé y el J-Pop, partió cantando en la iglesia mormona a la que perteneció hasta los 16 años, momento en que se dio cuenta que le gustaban las mujeres.

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Hoy es la vocalista de Playa Gótica, banda que nació buscando el rock pero que gracias a la influencia de Fanny Leona terminó en manos del pop y rozando -al menos estéticamente- lo kawaii. Cantar en una iglesia mormona, tocar en bares a los 16 años y ser probablemente un extraterrestre es lo que estábamos buscando en la próxima estrella del pop chileno.

Foto por Lauraniuza

 

Fanny León creció en la zona sur de Santiago, cambiándose varias veces de casa entre San Bernardo, El Bosque y La Cisterna, en el seno de una familia totalmente mormona. Sus primeras influencias musicales fueron una mezcla del fanatismo de sus padres por la música y por la iglesia. Su madre escuchaba baladas, su papá escuchaba rock y componía y escribía letras y su hermana, 18 años mayor, escuchaba música ochentera.

Los primeros escenarios de Fanny fueron la iglesia y su colegio, ambos por obligación. Antes de saber si le gustaba cantar o si siquiera tenía talento para ello, empezó a utilizar su voz para complacer al resto, para salir de apuros y también como un regalo.En el colegio ponían notas por bailar, pero yo era muy obesa y no tenía ritmo, apenas podía moverme y le rogué al profe si me dejaba cantar y tuve que hacerlo en la graduación de octavo. Siempre terminaba cantando obligada. En la iglesia por mi mamá, en el colegio por la desesperación de no tener que bailar públicamente, y todo sin saber si cantaba bien. Pensaba “puede que cante mejor de lo que bailo”, así que eso era lo que ofrecía”.

Fanny tenía 12 años cuando con toda la inocencia del mundo le dijo a su mamá que creía que le gustaban las mujeres. “Eso es normal entre las niñitas de tu edad”, le respondió su mamá, pero las dudas se quedaron instaladas y a los 16 años, junto a un dramático delineado de ojos y cartas de amor, les confesó entre gritos a sus padres que era gay. “Era adolescente pero aún no daba señales de que me gustara ningún humano. Todos creían que era rara pero también decían “lo que pasa es que es una niña muy pura”. Llegó un momento en que yo tenía el pelo teñido, andaba con pitillos, estaba muy flaca y con los ojos muy negros pintados y dije “¡basta!, no soy pura, me gustan las mujeres, ¡me voy a suicidar si no me aceptan!”” . 

Cuando le conté a mi mamá vi en su mirada que se quería morir. Pero a los cinco minutos recapacitó y se puso a llorar y me pidió disculpas. En el fondo sabía que era algo que yo tampoco podía controlar. Por lo general la gente religiosa te pide que cambies, pero ella entendió que yo no podía. Mi mamá vio mi desesperación y no me abandonó.

A los 16 años, Fanny empezó a sentir que ya no pertenecía al mundo mormón y empezó a acercarse cada vez más a la música. Abandonó la iglesia porque se sentía hipócrita: los miembros no pueden tener sexo antes del matrimonio, consumir té, café, alcohol o cigarros, pero por sobre todo no pueden ser homosexuales. “Llegó un momento en que no podía seguir yendo a la iglesia porque estaba viviendo otra cosa. Tomo té, tomo café, estoy fumando, empecé a carretear, tomo, me gustan las minas, ¿qué voy a hacer ahí?”. Y en búsqueda de respuestas llegó al computador de su papá, abrió Fruity Loops por primera vez y empezó a armar las bases de su carrera musical.    

Matemáticas y drama adolescente

El colegio no era el mejor lugar del mundo para Fanny. El bullying constante por ser gay la convirtió en la “rara” del curso. El rechazo, la adolescencia y la búsqueda de una identidad propia  fueron los ingredientes de la primera banda de la que fue parte. “A finales de segundo medio el Vicente Palma, que era mi mejor amigo de la época, me dijo “por qué no armamos algo?”. Él era mucho más agrandado que yo: iba a fiestas, tenía mucho más clara su onda, su identidad sexual. Yo en cambio no me atrevía a nada”. 

Así nació Napalm y los matemáticos, y como buena banda adolescente, los temáticas de las canciones tenían que ver con sentirse incomprendidos y excluidos por el mundo, de sentir que no cabían en ningún lugar.

Napalm y los matemáticos

Sentirse desplazada ha sido un común en la vida de Fanny Leona. Abandonar la iglesia a la que había pertenecido toda su vida y ser parte de un colegio donde era rechazada la obligaron a marcar su propio camino fuera de lo común para una adolescente de familia conservadora, algo emo y adicta al animé. A los 16 años tocó por primera vez en Cellar y conoció a Milton Mahan, vocalista del duo Dënver y el actual productor de Playa Gótica y el proyecto solista de Fanny. Fue un encuentro que parece haber estado destinado a suceder, y que Milton recuerda claramente: “Quedé muy impactado cuando la conocí. Irradiaba una energía que daban muchas ganas de estar con ella. Sentí una conexión, pero jamás pensando que podríamos trabajar juntos, solo que todo fluía de una manera bastante natural entre nosotros. Pensaba “¿de dónde viene esa energía? ¿De dónde viene esa especie de locura? ¿Por qué es tan carismática? Me causó cosas que no mucha gente me ha causado y que incluso en el momento no conocía… no sabía que se podían sentir”.

Fanny cumplió 20 años y el carrete apareció como el elemento común en la hoja de vida de todo joven, sin importar la infancia mormona o punky. Los excesos la llevaron a lugares oscuros, que la obligaron a detenerse a replantear su vida y hacia dónde estaba yendo“Carreteaba mucho, estaba muy enamorada, todo salía mal en mi vida y empecé a tener crisis de pánico que no podía controlar. No podía salir a la calle sola y me quedé tres meses en cama con pastillas. Mis papás me tuvieron que volver a criar”, admite. Y en ese renacer, se reencontró con la música de la misma manera inocente que a los 16 años, volviendo a crear bases en Fruity Loops en el viejo computador de su papá.

Lo que motivaba el camino de Fanny no era ni la fama ni la plata, a veces quizás ni siquiera lo era la música. Jamás se imaginó teniendo una banda, ni en ese momento ni ahora. La amistad era la fuerza con la que trataba de levantar a Napalm y los matemáticos y el lugar del que salían las letras y la voz para cantarlas. “Cuando eres joven tus amigos son más importantes que tus papás. Así que cuando empecé a salir de la adolescencia y me empecé a dar cuenta de que los amigos te fallan, empecé a volver a mi familia y de dónde venía”.

Ahora ya no consumo nada, no fumo ni pito, solo tomo chela de vez en cuando. Playa Gótica se volvió muy exigente en un momento, y me salieron nódulos y ya no puedo tomar. Para mí lo más importante es la banda y tengo que cuidarme. Siempre en mi vida tengo que elegir por una responsabilidad o un vicio o un amor, y siempre termino eligiendo la responsabilidad.

Animé, extraterrestres y sintetizadores

Es un frío sábado de mayo y Cine Arte Alameda se llena de gente. Afuera no hay más de 10 grados, pero adentro decenas de personas bailan y saltan al ritmo de Playa Gótica empañando las ventanas. Se saben las canciones de memoria aunque el grupo esté lejos de lanzar su primer disco. Fanny Leona salta junto al público y su energía parece rellenar todos los espacios. Sus padres ven todo el show abrazados desde una esquina olvidada por el público, sonríen y no le quitan los ojos de encima a su hija. Con una cámara pequeña toman fotos del show y de la gente. Cuando Fanny termina de tocar, baja del escenario directo hacia ellos a abrazarlos. La estrella de la noche vuelve a ser la hija pequeña mientras alrededor aún suenan las guitarras.

En 2014 Fanny Leona recibió la invitación de ser parte de Playa Gótica, banda hoy bajo el alero de Umami Discos, el sello de Milton Mahan y Mariana Montengro (Dënver). Playa Gótica está compuesta por Carlos Fariña (guitarra), Cristóbal Loader (bajo) y Andrés Ugarte (batería), todos con una gran experiencia musical en el rock, el hardcore y el punk. Fanny es la más chica del grupo y esa diferencia a veces se interpone en el camino. “Somos de distintas generaciones y yo como en ese estado de novata histérica y mandona pierdo el control y soy más intensa y densa”. Playa Gótica le ha abierto muchas puertas y la ha enfrentado a muchos escenarios, pero por sobre todo le ha obligado a sacar la voz y confiar en sí misma. “Cuando empecé era como “¡bacánme invitaron a cantar!”, pero luego fue como “ya, es mi banda también”. Todo para terminar gritando “¡eso no suena bien, por favor arréglalo!”

Playa Gótica por Fanny León

La necesidad de beats electrónicos y sintetizadores se volvió un imperativo mientras trabajaba con los chicos de Playa Gótica. A pesar de que la presencia del pop es innegable en la banda -y en gran parte gracias a su influencia-, las baladas de su madre, la música ochentera de su hermana y los openings de sus animés favoritos eran un llamado que no podía seguir negando. Fanny tomó la decisión de empezar su proyecto solista animada por Milton de Dënver, quien también es su productor. 

La música se ha convertido en la gran pasión de Fanny Leona. La ansiedad que permanece de la adolescencia y una personalidad dulce y enérgica se convierten en el combustible que la hace brillar en el escenario. “Hacer música es como tener una guaguita porque le das mucho tiempo y cariño. A veces lloras, te frustras, te equivocas y tienes que volver atrás, pero hay que tenerle paciencia y tienes que tenerte paciencia a ti mismo. Vibro cuando estoy cantando en vivo con Playa Gótica. Cuando estoy en el escenario fluye una energía que no fluye en ninguna otra cosa. No es fácil, yo no vivo de esto, pero es impagable cuando estás en vivo. Y quizás nunca más vuelva a tener esto: esta energía, esta juventud, esta voz: todo va cambiando. Lo tengo que vivir aunque me de miedo, aunque sea difícil. A veces me levanto y pienso “yo no sirvo para esto, soy muy débil”.

El trabajo de Fanny Leona está influenciado por el J-Pop, el animé, su familia, sus perritos, los extraterrestres y el amor. Y es un reflejo claro de su personalidad, pues ella es una mezcla de todas esas cosas. “Nunca me he sentido humana. A veces pienso que soy una cosa que piensa y flota y solo a veces me doy cuenta de que tengo cuerpo porque me cansé o tengo sueño o hambre”. Ese sentido extraterrestre hace que su personalidad y su trabajo también parezcan de otro mundo, y Milton cree lo mismo. “Hay momentos en que simplemente se deja llevar y pareciera que está en otro lugar al que uno no puede llegar. Es un lugar al que visita y saca las cosas que lleva a las letras y las canciones”.

De su disco solista podemos esperar mucho pop, sintetizadores ochenteros, voces “de ardilla dolorosamente sacada” y un sonido que pasará con una gran facilidad de la oscuridad al “chibi” más dulce. “Esperen de todo: me van a odiar y me van amar. Hay letras netamente de amor, hay unas queer derechamente dedicadas a chicas, otras cantadas con un yo masculino. Quiero jugar un poco con todo lo que soy, no va a haber una línea editorial específica, va a haber de todo. Ya no hay vergüenza… ya hubo mucha en mi vida”. 

El camino de Fanny Leona recién está empezando, pero viene cargado de mucha energía, amor y una propuesta muy chibi. Las ansiedades y miedos de una chica que ha ido descubriendo lentamente su potencial parecen haber quedado atrás, dando a luz a un extraterrestre inquieto de cabellos larguísimos, voz melosa y un desplante en el escenario que muchos artistas con años de experiencia envidiarían. “Cuando tenía 16 siempre lloraba y me quería matar, pero pensaba “cuando tenga 25, voy a ser una mujer tan bacán, tan bonita, tan sabia”. Pero empezó a pasar el tiempo y me empecé a acercar a esa edad y quizás no soy la persona esperaba. Pero no importa, ahora soy una mujer con muchos menos miedos, estoy conforme y no me arrepiento de nada de lo que he hecho ni de lo que he vivido, porque me ha llevado a tener mucha más fuerza de la que nunca imaginé haber podido tener. Estoy conforme… no sé si plena, pero soportándome a mí misma. Me daría un abrazo”.

Y nosotros también te abrazaríamos Fanny Leona.