Explicit content, Closed caption y Regional restrictions componen la trilogía que este viernes lanza el poeta experimental, productor de textos y Doctor en humanidades, Felipe Cussen.

Felipe Cussen

Por Megumi Andrade Kobayashi

“Todos de gran vocación, respeto por el arte y poseedores de una fina ironía”. Con estas halagadoras palabras fueron calificados los miembros del famoso grupo de Los Diez, un conjunto de pintores, escultores, músicos, arquitectos y poetas que, a comienzos del siglo pasado, se propusieron “cultivar el arte con libertad natural” –en palabras de una de sus principales figuras, Pedro Prado.

Hace unos días, en la Casa de Los Diez, actual monumento nacional y sede del grupo a partir de 1923, me reuní a conversar con Felipe Cussen para que me contara –con la “fina ironía” que lo caracteriza– de su última publicación: Trilogy, que este viernes 1 de junio a las 20:00 hrs. será lanzada en la Librería Concreto Azul, Cumming 94b, Valparaíso.

Trilogy está compuesto por tres libros y tres videos, cada uno con treinta textos o “poemas”. Publicada en formato digital por la editorial norteamericana Gauss PDF, se encuentra disponible para su descarga gratuita, y los videos pueden verse en Youtube.

En su conjunto, la trilogía alude a la experiencia de ver películas en un contexto digital y con acceso a internet. El primero, Explicit content, fue realizado a partir de textos apropiados de la guía para padres de la base de datos IMDB(Internet Movie Data Base).

El segundo, Closed caption, fue compuesto a partir de fragmentos de subtítulos en inglés de películas gringas, acotaciones que aluden a sonidos y ruidos ambientales. El último, Regional restrictions, consiste en la repetición de una misma frase, advertencia bastante conocida, tal vez, para algunos de los lectores de esta revista: “This movie is not available in your country”.

Con poco respeto por el arte, terminamos conversando sentados en el suelo de una de las salas porque, como celebración del día del patrimonio, en el patio central de la casa había una clase de swing. El ruido era insoportable y era el único espacio disponible que encontramos. De todos modos, procuramos hablar fuerte y de corrido, aunque terminamos abruptamente porque Felipe tenía que ir a tocar en el homenaje de Café con Cables a Los Diez.

“En general, me encanta que mis libros tiendan a terminar en algo vacío o en silencio”

Entiendo que antes de ponerte a escribir, estableciste –como una especie de científico o arquitecto– una serie de pasos a seguir que te llevaron a configurar los textos de la trilogía. En este sentido, detrás de cada libro existe un algoritmo que le da forma. Me llama la atención que, al leer Trilogy, uno va reconstruyendo al menos parte de ese algoritmo. Creo que eso ocurre porque el proceso de producción es bien transparente, no es algo que quede oculto como puede pasar con otros libros. ¿A qué responde esa elección?

Al comienzo no pensé en una trilogía. Primero hice Explicit content. Después, viendo una película con subtítulos en inglés, se me ocurrió hacer el segundo: Closed caption. Y de cuadrado que soy, al tiro pensé que tenía que hacer un tercero y de ahí salió Regional Restrictions.

En relación a dar cuenta de los procedimientos, los títulos son importantes porque, si te fijas, ninguno es metafórico. Al contrario, son muy directos. Además, aunque no explicito cómo los hice de algún modo se capta que tomé un procedimiento y lo repetí varias veces. En general, eso es algo muy propio de la poesía experimental y, en ese sentido, la trilogía forma parte de esa tradición, en la que está implícita la invitación “Hágalo usted mismo”. Eso sí, en las dos primeras partes de Trilogy no realicé una aplicación estricta o dura de los procedimientos, ya que hice ediciones, limaduras.

Cualquier podría tomar estos procedimientos y hacer su propia versión, en cualquier idioma incluso. Además, son obras que no exigen que uno sea particularmente hábil con el lenguaje; no requieren necesariamente tener oficio de escritor.

Para hacerlas, no. Eso sí, después de un tiempo en el campo literatura experimental uno empieza a darse cuenta que, en este tipo de obras, son importantes otras habilidades, que tienen que ver con saber ofrecer el producto-libro.

Claro, otras decisiones se vuelven decisivas como las portadas, la diagramación, zonas en las que curiosamente se juega la autoría.

Exacto, el envoltorio. Todo eso se vuelve decisivo.

Se podría pensar que la negación es uno de los principales motores de la trilogía. En Explicit content ocurre partir de la censura, en Closed captioncon la ausencia de sonido y en Regional restrictions a propósito del bloqueo en la distribución de películas. Al contrario de lo que se podría esperar, se trata de una negatividad productiva y no una que induce al quietismo o a la clausura. ¿Te habías dado cuenta de eso?

Es cierto. En general, me encanta que mis libros tiendan a terminar en algo vacío o en silencio. Sin embargo, tuve consciencia de lo que me comentas cuando comencé a hacer el video de Regional Restrictions. Para mí, hacer ese libro era un puro gesto seco, cerrado. Pero cuando hice los videos, la cosa se dispersó hacia muchas partes y fue interesante cómo el sentido de estas negaciones fue cambiando.

“Me carga ese gesto de cuando alguien anuncia públicamente que va a dejar de escribir, como un acto solemne; eso para mí es puro pintar el mono”

En tus trabajos musicales y de poesía sonora sueles trabajar con combinatoria y azar. Eso es algo que estuvo presente, también, en la producción de Explicit content y Closed caption. En estos casos, ¿el uso de estos procedimientos se relaciona con un interés por quitarle protagonismo a tu condición de autor ?

Sí, y tiene que ver con mi interés en el Oulipo y en formas más antiguas de combinatoria. Eso sí, indirectamente, se relaciona con no tener que tomar decisiones, para no angustiarse. Eso es algo que he estado pensando estos días a propósito de la charla que tuve que hacer en la Universidad de los Andes [“¿Se puede escribir poesía sin sufrir?”]. Muchas veces estoy bloqueado para partir, pero cuando ya tengo los materiales, y me pongo a ordenarlos y moverlos de aquí para allá, es super relajado y entretenido. Es como jugar a los Lego.

Es un trabajo más mecánico.

Sí, y tiene algo de “no definitivo”, de ir probando combinaciones posibles. Además, como no hay un compromiso emocional directo, porque nada de eso son mis sentimientos íntimos, no es angustioso. Al contrario, es casi liberador. Si bien estos libros se presentan “listos”, cerrados, perfectamente podrían tener otro orden. Eso pasa, sobre todo, con Explicit content.

Me llama la atención el ritmo y la estructura que tiene Closed Caption. Tiene hartas repeticiones con pequeñas variaciones, sonidos y palabras que van y vienen…

Sí, lo pensé como un libro de poesía concreta. Ese era mi modelo. Variaciones de una misma frase. Además, lo intenté hacer más lineal, más narrativo que los otros dos.

Cuando leí Closed Caption por primera vez pensé que podría funcionar perfectamente como la partitura de un poema sonoro.

Sí, tiene esa condiciónl. La única vez que lo he leído en vivo –en la librería Printed Matter de Nueva York– lo hice susurrando, “despacito”…

Otra cosa, a propósito de lo que me preguntaste al comienzo, es que todos los textos están puestos de tal manera que no se puede adivinar de qué películas provienen. Para mí eso es muy importante: que se note que son películas pero no cuáles. Pero sí se entiende que son todas hollywoodenses.

En relación a eso, la elección del idioma es importante.

Claro, por lo mismo. Hoy en día, cualquier persona que tenga acceso a internet, por muy poco bilingüe que sea, está obligado a leer muchos textos en inglés.

Es llamativo cómo el sentido de varios de estos textos transita fácilmente de la seriedad al humor; incluso de la mística al sarcasmo. ¿Por qué crees que se producen eso?

Creo que son efectos que se generan de distintas maneras. Por su carácter más narrativo, Closed caption tiene una línea dinámica, y la emotividad va variando según esas distintas “escenas” que traté de ir armando. En Explicit content, en cambio, el humor se produce por el lenguaje mismo y no por las escenas a las que se aluden. A mí, al menos, me resulta chistoso el lenguaje eufemístico gringo, tan puritano. Y en Regional restrictions pasa que la primera frase es sólo informativa pero luego de tanta repetición puede provocar un efecto deprimente, melancólico o incluso risa, como pasa en el video.

¿Cómo se te ocurrió hacer los videos de Regional restrictions?

Me encontré con una plataforma que se llama Fiverr, en la cual, a partir de cinco dólares, uno puede ofrecer cualquier servicio a personas de distintas partes del mundo. Una categoría es leer anuncios para publicidad, y ahí busqué distintas posibilidades y traté de elegir la mayor diversidad posible. La mayoría son videos filmados con celular, bien caseros, y hay otros con más producción. En todos los casos pagué por el servicio más sencillo, y de a poco me fue llegando el material, que finalmente edité yo mismo. Me encantó hacer ese video porque resultó ser un proyecto muy internacional y muy freak, pero, al mismo tiempo, es de los pocos proyectos que me han provocado reflexiones éticas.

¿Por qué?

No pienso mis proyectos desde una perspectiva moralista y menos adoctrinante. El problema acá no tenía tanto que ver con eso, sino con el trabajo colaborativo. Para Regional Restrictions, me pregunté todo el rato desde qué posición estaba encargando videos para un trabajo como este. Generalmente uno se siente desde una posición marginal, del tercer mundo, pero en este caso, al estar pagando, también me colocaba en una posición de poder. En términos económicos, me ceñí a las condiciones de la plataforma… que no sé si son ni buenas ni malas. Además, varios de los videos pueden parecer ridículos y a uno le dan risa.

Algunos producen una sensación un poco morbosa. Con eso volvemos a lo que te preguntaba antes, de la ambivalencia del sentido. Si bien algunas partes del video son chistosas, otras generan un poco de incomodidad.

Sí. De hecho, por eso fue importante para mí cerrar con el último, que es alegre y que, al ser un poco absurdo, vuelve todo menos trágico. En vez de que el no poder acceder a una película se vea como una carencia, acá se termina bailando, con orgullo.

La otra manera de tratar de equilibrar todo esto fue ofrecer mis servicios en la misma página: sacarme fotos con cara de poeta. Si estoy pagando a otras personas para un determinado servicio, creo que es justo que yo me ofrezca de la misma manera. No sé si serán rollos míos, porque soy demasiado culposo pero me pareció necesario. Igual, hasta ahora nadie me ha contratado.

Te he escuchado afirmar que cuando escribes no tienes nada que decir. En distintos trabajos que has publicado intentas enfatizar el retiro de tu condición de autor. No te interesa producir literatura emotiva ni testimonial, pero de todos modos a veces pareciera ser difícil, si no imposible, sacar el yo de lo que uno escribe. Eso pasa incluso en un proyecto aparentemente tan mecánico como Trilogy.

Sí. Incluso hacer algo con puro azar implica tomar decisiones. Las decisiones por omisión no son menos voluntarias. Por otro lado, cuando digo que no tiene nada que decir, igual lo hago un poco por barsa, también, como varias de las cosas que hago.

“Igual tengo miles de delirios de grandeza y me encantaría ser un escritor famoso y publicar novelas en España, pero con el tiempo se me ha quitado esa ansiedad”

Tampoco te veo como un escritor que lleva al extremo este interés por dejar de producir y que abandona la escritura, como hicieron Rulfo, Salinger y otros.

Me atraen esos personajes pero no quiero ser así. Tengo ganas de hacer muchas cosas. Me pasa un poco como Vila-Matas, que está obsesionado con escritores que dejan de escribir pero a él le encanta hacerlo y publica libros todo el tiempo. Cada día me interesa más la idea de la literatura como movimiento, como mover cosas de un lugar a otro. En ese sentido, este no-decir lo entiendo como un hacer. Una cosa es no tener un mensaje que decir pero eso no impide que uno siga haciendo poesía o cosas con textos. Aparte, me carga ese gesto de cuando alguien anuncia públicamente que va a dejar de escribir, como un acto solemne; eso para mí es puro pintar el mono.

Igual me ha pasado que, sin proponérmelo, estuve muchos años sin publicar… entre el 2008 y el 2015 no saqué ningún libro de poesía.

Harto tiempo…

Mucho. En un momento estuve medio complicado. Entre medio, me empecé a meter más en el mundo de la música electrónica y la poesía sonora.

Te conocí por esos años y, visto en perspectiva, me da la sensación que, al acercarte a los rollos de la música electrónica, se revitalizó tu creatividad.

Sí. Pasó también que, después que saqué Título (2008), tenía una especie de plan de dominación mundial que no funcionó. Escribí una novela de acción que no publiqué nunca pero que mandé como a diez editoriales (algunas comerciales y otras independientes) y me dijeron que no o ni siquiera me respondieron, y cuando un tiempo después apareció una opción ya estaba en otra. Igual sigue por ahí guardada y a veces me dan ganas de reescribirla. Ahí se bloqueó ese proyecto, lo cual coincidió con que dejé de escribir poemas a secas. Al mismo tiempo, empecé a pensar más en la lógica de proyectos.

Me imagino que eso se relaciona con que empezaste a trabajar colaborativamente, lo cual se desenmarca de la imagen tradicional del poeta que escribe en soledad.

También. Ya venía trabajando con Richi Tunacola, y luego con Martín Gubbins, Martín Bakero, la Orquesta de Poetas, y después con Andrea Wolf, María José Contreras y muchos más.

Ese espíritu colaborativo está también en el video de Closed caption…

Sí. Ese proceso fue bien interesante. El año pasado, Pablo Chiuminatto me invitó junto a Martín Gubbins a participar en un taller de alumnos de diseño de la Universidad Católica. Nos pidió llevar ejemplos de libros raros o difíciles para que los alumnos hicieran proyectos a partir de ellos. Fuimos a una clase y luego tuvimos reuniones. A partir de eso, se hizo una exposición muy buena. Camila Romero hizo un libro sobre un disco que hice de poesía sonora, Matías Vial estaba interesado en las selfies que me saco y me escaneó la cara, y Sofía Garrido trabajó con Correcciones. Me gustaron mucho sus trabajos y los invité a que hicieran un video a partir de Closed caption.Ellos escogieron los textos, la técnica, hicieron todo,y como vienen del diseño me ofrecieron una perspectiva muy distinta. Para mí ha sido un enorme orgullo que ellos hayan querido trabajar conmigo, porque son muy secos, y esta colaboración me dio mucha energía. Ah, y también fue bacán que Daniel Madrid, de Libros del Pez Espiral, me regaló para el lanzamiento en Santiago varias copias impresas de Regional Restrictions, que él propuso como si fuera un talonario de tickets para el cine.

Todo esto me tiene muy contento, porque aunque Trilogyes un proyecto muy sencillo, apenas unos pdf, le he podido sacar harto partido al permitir un cruce entre literatura, cine, video, sonido, diseño y artes visuales.

Tal vez esa sequía que tuviste por tanto tiempo fue “solucionada” precisamente por tomar procedimientos que vienen de otras artes…

Sí, creo que sí. Por el medio en el que estaba en esos años, cuando trabajaba en la Escuela de Literatura de la Universidad Diego Portales, rodeado de escritores profesionales, pensé que iba a tener más eco con lo que estaba haciendo. Finalmente eso no sucedió pero al mismo tiempo pasaron otras cosas mucho mejores. Igual tengo miles de delirios de grandeza y me encantaría ser un escritor famoso y publicar novelas en España, pero con el tiempo se me ha quitado esa ansiedad. Lo mejor fue que he dejado de pensar mi trabajo exclusivamente en el circuito literario, con sus temas de moda, reglas, rankings, etc. Me encanta no considerarme exclusivamente como poeta y poder relacionarme con la música y las artes visuales. Es mucho más motivante y entretenido.

Si lo de “poeta” no te acomoda, ¿qué apelativo define mejor tu rol en la creación de Trilogy? Escritor, artesano, diseñador….

Sí, por ahí… Operador, o también programador, manipulador… aunque suena como que estoy manipulando personas, jaja.

¿Y “productor”? ¿Como si fueras un productor musical?

¡Eso! Productor de textos me gusta más. Finalmente, eso fue lo que hice acá… produje textos en varias versiones.

Creo que tienes que buscar un término más definitivo y no afirmar solamente “no soy poeta”.

Sí, y no es que odie a los poetas, muchos de ellos son grandes amigos, son relajados y no se creen el cuento. Pero, quizás porque me lo tomo muy a pecho, para mí esa etiqueta la siento muy rara.

Oye, y ¿es posible, para ti, escribir sin internet?

Chuta, buena pregunta… No podría vivir sin internet. Bueno, me costaría un montón, porque tendría todo tipo de síndromes de abstinencia, jaja. Es verdad que muchos de los proyectos que he hecho los últimos años tienen harto que ver con internet como el lugar para copiar y pegar cosas, utilizar softwares, etc. Igual, ahora que me lo preguntas, estaría bueno probar qué ocurre si me desenchufo un rato y trato de comenzar a escribir algo directamente a mano, con la mente en blanco, sin tantas interferencias. Voy a hacerle caso a Javiera Mena y voy a viajar dentro de mí.

*También puedes leer el análisis al poema que Gabriel Boric le escribió al diputado Ibañez.