Fui a Fit Woman, el primer gimnasio por y para mujeres: sudé hasta las pestañas, pero lo disfruté

“Fue rico no tener que pensar en la lata de que te vean como un trozo de carne apetitoso o como un barril de grasa. Solo me concentré en dar lo mejor de mí para no caer desmayada por la falta de práctica”. Un transpirado vivencial.

fit womanQue no se diga que el tiempo que paso en redes sociales es en vano y poco productivo para una vida activa; fue por un tweet de una amiga que me enteré de la existencia de Fit Woman, el primer (y, hasta ahora, único) gimnasio hecho por y para mujeres en Chile. No entrenaba de forma constante desde el 2013, por lo que mi miedo a no completar las clases y quedar depositada cual cachalote en la playa estuvo presente todo el tiempo. Sin embargo, las profesoras y las chicas que me acompañaron en el entrenamiento me enseñaron a ir a mi propio ritmo y a no preocuparme por mi velocidad.

Apurada y sin pensarlo mucho, fui con zapatillas de lona y sin botella de agua (no lo hagan, por favor). Me recibió Margarita Méndez, trabajadora social y entrenadora que partió desde la idea de un espacio de cuidado y sororidad para crear Fit Woman. Motivada por su experiencia personal en gimnasios mixtos, Méndez comenta sobre su paso por estos establecimientos. “Le pedí a uno de los personal trainers si me podía ayudar. Le di mi WhatsApp y a las tres horas de estar hablando, me invita a salir porque me encontraba guapa. Un día, estaba haciendo sentadillas y miré por  el espejo; había tres hombres atrás, babeando. ¿Qué pasó? Empecé a hacerlas mal y me lesioné. Me sentí acosada; estaba en un lugar donde nadie me apoyaba”. 

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Cansada de no poder entrenar tranquila, Margarita tuvo una idea: crear su propio gimnasio por y para mujeres; no más acoso ni incomodidad, al menos, dentro de las cuatro paredes que lograría construir tras dos años dedicándose a trabajar en su profesión para reunir el dinero. Esto ocurrió en febrero de 2016. “La persona es lo que más me importa en el mundo. Si puedo mostrar el deporte y además les enseño a alimentarse, les estoy entregando calidad de vida: el mejor aporte que puedo hacer como trabajadora social”.

Las chicas comenzaron a llegar por el boca a boca, “porque pasan por afuera y llegan familias completas: la hija, la abuelita, la prima. Llegan muchas chicas con sus hijas y no les cobramos extra”, explica Margarita, que practica kung-fu y que, al igual que todas las instructoras, está certificada para encabezar las clases. Una particularidad de este gimnasio es que no encontrarás las típicas máquinas de ejercicios cardiovasculares (elípticas y caminadoras no tienen cabida en Fit Woman), pero sí una serie de salas acondicionadas especialmente para las múltiples clases que imparten de lunes a viernes. Además de ello, al inicio de cada mes te evalúan nutricionalmente.

No se trata de un lugar común y corriente, y qué alivio que así sea. En palabras de su fundadora, “es una comunidad femenina en que te enseñamos a entrenar y a alimentarte. La mayoría de los gimnasios ofrecen planes anuales para que vayas dos meses y después, ojalá, no vayas nunca más“.

Sudar hasta las pestañas

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La profesora Gigliola, en plena clase de GAP

Suficiente con la charla; era hora de entrenar. Mi estado físico deplorable temía por lo que iba a ocurrir: una clase de GAP (Glúteos, Abdomen y Piernas), seguida de una de Core (centrada para tonificar el abdomen). Lo que siguió fueron series de ejercicios súper intensos y cansadores, pero no me desmotivé a mitad de camino. Lo más rico fue compartir solo con mujeres, casi sin espejos y sin sentirme incómoda por verme sudorosa o por no estar en forma. No tenía que pensar en la lata de que te vean como un trozo de carne apetitoso o como un barril de grasa, me concentré en dar lo mejor de mí para no caer desmayada por la falta de práctica. Lo logré.

En cosa de una hora, la profesora de GAP, Gigliola Tombolini, nos motivó a cada una, ya que en este gimnasio las clases tienen un límite de diez mujeres. Se sintió lo personalizado del trato y la cercanía con las asistentes. Gigliola explicaba y ejemplificaba todos los movimientos, estaba atenta si lo hacíamos mal y nos felicitaba en caso contrario. Cuando ya estaba lista para ducharme durante 30 horas y caer a la cama, me preguntaron si quería hacer la clase siguiente, y dije que sí.

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Fabiola (instructora de Core), Margarita Méndez y Jenniffer Espinoza (instructora de TRX)

Core es una clase cuática (debería llamarse Gore, francamente). Además del hecho de que era solo yo junto a la profesora, ya venía algo cansada de mi primera clase donde lo había dado todo. En este segmento tuve que trotar, hacer abdominales, planchas, y muchos movimientos en inglés que no alcanzo a recordar en el cerebro, pero sí en todo mi cuerpo mientras escribo. Lo más reconfortante fue que, en momentos donde pensé en decirle a Fabiola (la profe) que ya no podía más, justo salía ella con un “vamos, quedan muy pocos”, o “cuando estés lista, sigues”. Nada de obligación ni del trato bruto de otros gimnasios. Cero recuerdos de esas temidas clases de Educación Física. Me di permiso para recuperar el aliento cuando lo necesité, y completé toda la rutina.

Creo que hasta mis pestañas sudaron, pero me sentí casi invencible cuando todo terminó. Me temblaban las piernas y sentía un vacío en el estómago, pero Margarita preparó un batido de chocolate lleno de proteínas que me dejaron nuevamente en pie. Ahora que han pasado casi 48 horas de ese entrenamiento, y que me duelen músculos que no sabía que tenía, pienso seriamente volver a ir porque, sinceramente, ¿qué mejor idea que hacer deporte en un lugar donde te vas a sentir protegida? Las invito a, por lo menos, meditar la idea. No saldrán arrepentidas.

Fit Woman queda en Irarrázaval 2561 (casi llegando a Pedro de Valdivia), en Ñuñoa, Santiago. Tienen planes mensuales pensados para estudiantes, tercera edad, o si quieres ir a todas las clases. Cuentan con clases como TRX, Core, GAP, Pilates, Danza Afro, Suspensión y un largo etcétera. Infórmate de los horarios y más aquí. 

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