Es difícil hoy en día hablar de arte cuando en tu cabeza las referencias vienen desde los anales de la historia de esta disciplina. ¿Por qué te parece que el arte digital es una basura? ¿Por qué el grafiti random de la esquina de tu casa molesta tanto a la comunidad? ¿Cómo es posible que un pequeño burgués neoyorkino venda en al menos 30 mil dólares el trozo de un árbol y sólo tu sientas ganas de suicidarte por ello? Son preguntas que surgen cuando hablamos de ✌️las nuevas formas de arte✌️ pero que tienen su justificación cuando entiendes cómo funciona el mismo. Por ejemplo la respuesta a las preguntas que enuncié al principio está en las “neuronas espejo“.

Neuronas espejo

Éstas crean un proceso cognitivo mediante el cual nos ponemos en la situación del Otro; sin ellas no existe la imitación, que es fundamental para el aprendizaje, y se activan al ver una acción o cómo se realiza y tratan de recrearla. Estas neuronas también trabajan cuando tú, al ver una obra de supuesto arte, te ubicas en el sentido del creador y piensas que esa obra no requirió de un talento sobresaliente; analizas rápidamente tus habilidades y comparas lo que tú sabes hacer con el resultado de la obra y deduces que no tiene rastro de inteligencia creadora. Al no reconocer inteligencia o emoción en el trabajo, decides que es algo sin la calidad para poseer el estatus de arte. Al ubicarte en el papel del artista lo identificas como un estafador que suplanta la verdad del arte por una mentira. El arte tiene entre sus objetivos ayudarnos a comprender la realidad a través de la representación y lo hace con la herramienta de las células de espejo: si eliminan el objetivo de representar, las células no trabajan en ayudarnos a ordenar nuestra realidad y la existencia. Este anti-arte va en contra de los procesos de la inteligencia y nos encamina a disminuir habilidades formadas durante decenas de miles de años. Este arte volverá estúpida a la humanidad

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Si lo anterior te pareció revelador, espera un poco más.

Concepto

Si lo único que tiene valor en la obra es el concepto, y despojada de esto pierde su valor, entonces no es arte. El concepto es un enunciado arbitrario que pretende cambiar la naturaleza de un objeto sin conseguirlo, exigiendo una comprensión que no requiere; un objeto es lo que es, nada más

Proceso

El proceso de la obra se supone más importante que el resultado. Vemos obras inconclusas porque esto “abre posibilidades”. Primar el proceso evita que se haga un análisis de la obra ya que al no estar terminada no podemos emitir un juicio crítico. Es parte de la irresponsabilidad de este anti-arte. Es evidente que estas obras no tienen una relación tiempo-calidad, procesos de meses arrojan obras que en realidad tomó instantes pensarlas y hacerlas. Hacer énfasis en que el proceso es largo y complicado sólo disfraza la falta de calidad de los pobres resultados para hacernos creer que hay un rastro de inteligencia y esfuerzo en ello. Los resultados y la banalidad de las obras contradicen la importancia de su proceso. Para que esta contradicción no sea puesta en evidencia el texto curatorial explica las intenciones del artista. El proceso es intención. El arte verdadero no es intención, son hechos.

Reflexión

La gran bandera de este anti-arte es la “reflexión”; las obras, por banales que sean, exigen una reflexión superior a lo que ellas representan en sí mismas. La reflexión es un proceso que sustituye a la contemplación. La obra, al no motivar que el público permanezca observándola, impone una tarea ajena a ella misma, impone un pensamiento en el que debemos entretenernos porque la obra no provoca ideas. Esta reflexión es además parte del significado, debemos “reflexionar” en lo que significa y esto es una idea que se suma a la obra para darle un valor intelectual del que carece y que no justifica con su presencia. Dice Danto que “el artista haga la obra, la filosofía y los teóricos le daremos significado”. El artista es un ser que no piensa, designa algo como arte y un teórico le da un peso intelectual. Reflexionemos en eso.

Pero espera que aún queda más. Por ejemplo CURADOR.

Curador

El curador es un vendedor, un publicista, un dictador y es, al final, el verdadero creador de la obra. Las exposiciones no son anunciadas con el nombre del artista, lo principal es el nombre del curador. El curador vende la idea de su colectiva, decide qué artistas van en la exposición y con su texto inventa los valores subjetivos e invisibles de su producto, es decir, los artistas y sus obras. El curador le dicta al artista lo que tiene que hacer, lo que significa y decide el valor que tiene en la exposición. Como todos son artistas, todos debieran ser curadores, pero no es así. Éstos y los teóricos son los entes pensantes de la obra. El artista es sustituible, el curador, como los dictadores, no lo es. Al dar sentido a la reunión de objetos y llevarlos al recinto expositivo el curador es el artífice real de la obra. Desháganse de los artistas. Para poner una piedra con una patineta rota o una tina de aceite quemado en el museo basta un curador, no se requiere a nadie más.

Todas estas explicaciones, surgieron de un glosario realmente implacable elaborado por Avelina Lésper  hace cinco años atrás en la que define, clarifica y cuestiona algunos de los subterfugios lingüísticos más comunes utilizados tanto por artistas como críticos de arte contemporáneo en la que oscila entre conceptos complejos como el de neuronas espejo (células, dentro de su diccionario) a otros francamente graciosos como “Arte que nadie se roba” pues “Nadie se roba un montón de ropa sucia o unas cajas de cartón. Los nuevos museos no requieren de alarmas, medidas de seguridad o guardias, y lo que llegaran a robarse puede ser reemplazado en un instante y sin la presencia del artista“.

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Rein II, una fotografía que se vendió en 4.3 millones de dólares.

El factor estético

Cuando ya lograste revisar y entender el diccionario de Avelina, es cuando viene el broche de oro. Se trata de esta cátedra del artista, tutor y mentor Robert Florczak.

En el arte, lo que alguna vez fue profundo y significativo, ha sido reemplazado con lo nuevo y diferente“, “Sin estándares universales de estética, no podemos determinar calidad o inferioridad” o “Siempre han habido pinturas impresionistas; solían llamarse simplemente estudios” son algunas de las declaraciones que han marcado la vida y el video que verán en su cátedra que recientemente se ha vuelto a compartir por todos lados gracias a sus subtítulos.

El juego de la objetividad y subjetividad

Independiente de sarcasmo que irradian cada una de las palabras de Avelina  (toda una celebridad en México) hay un concepto con el que no se atrevió a jugar, y guarda relación con la subjetividad de la estética. Es ese factor el que hace que para algunos estemos frente a una obra maestra y para otros, frente a una broma de mal gusto.

Max Scheler, filósofo alemán  afirma que la belleza objetiva existe, es decir, una belleza que todos compartimos, sin embargo la lectura del arte contemporáneo parte de la base de que la belleza es subjetiva ya que no se trata de una característica, más bien de una cualidad que tu como espectador atribuyes al objeto. “La belleza no se encuentra en el objeto en sí mismo, sino que en los ojos de quien lo mira“.

¿Desde dónde evaluar una obra entonces? Quizás la respuesta definitiva nunca la tendremos cuando hablemos de arte contemporáneo, pero si vamos desde atrás hacia adelante llegaremos a un punto que es independiente de la subjetiva belleza de la obra, independiente de lo que quiere o no decir, independiente incluso de la interpretación de quien observa, y se trata de la factura.

El punto de inflexión para separar trigo de la paja; una broma aburrida de las artes escénicas; el arte del meme, va de la mano del virtuosismo y la inteligencia con la que una obra ha sido creada. El arte de ayer y el grandioso de hoy tiene en común en que ambos desafían las reglas de todo: de la física, química, lenguaje, sonido y lo que sea, a través de técnicas, distribuciones espaciales, materiales o colores nunca antes vistos. Si en la obra no hay nada de eso, bueno, ya sabemos frente a qué estamos.

(La portada se llama Mirror, Blood Red, se vendió en 750.702 dólares y si, es una “obra de arte contemporáneo“)