Grindr no se trata solo de sexo, a veces lo que se necesita solamente es una mano amiga.

Día miércoles. Junto a un compañero nos preparábamos a terminar un trabajo de primero en el clásico departamento del amigo de región. Entre los dos habíamos acordado en darnos un premio al terminar el trabajo: fumar un buen pito.

Trabajamos con todas las ganas y experiencia ganada en nuestros años universitarios y logramos terminar el trabajo a una hora decente. De inmediato nos pusimos a Whatsappear para buscar mano. Para nuestra mala suerte, ninguno logró conectar con alguno de nuestros proveedores. Angustiado, le pregunto a mi amigo sureño:

  • Hey, cachai Grindr? El otro día alguien contó que por ahí era fácil conseguir mano.
  • Si hueón, sabís que yo he escuchado lo mismo.

Tomé mi celular y comencé a bajar la aplicación. Al entrar, me llamó la atención lo sincera de la situación adentro. La honestidad con que las personas se presentaban a los otros usuarios era realmente hermoso: no había rodeo con lo que se quería y buscaba. Logramos entender que a diferencia de Tinder, los usuarios aparecen conectados por proximidad y se les puede hablar abiertamente.

La primera interacción fue con un hombre que sólo mostraba una manga tatuada, pero tenía el emoji de la hoja de otoño.

“Hola, ¿hay mano?”, su respuesta fue un cortante “?”. “¿No vendes marihuana?”, le contesté tímido.
– No.
– Ok, saludos!

La ansiedad nos había cegado, si hubiéramos revisado un poco más, no habríamos fallado en primera instancia. Nos pusimos nuevamente a buscar emojis de manos y hojas, los cuales abundaban en los perfiles de gente que no estaba más allá de dos cuadras. Pura comodidad. Hablamos con tres personas, algunos con emojis en su estado y otros lo decían explícitamente en su bio, y repetimos el procedimiento: “Hola, hay mano?”, cada uno nos respondió con detalle sobre su producto. Pudimos hasta elegir qué queríamos fumar.

Nos decidimos por el que vivía a una cuadra y vendía Moby Dick. Fuimos a sacar efectivo por ahí cerca y caminamos hacia donde nos había citado el amigo. Con gran disposición de su parte, pudimos hacer la mano rápidamente y sin incomodidades. Un agrado. Había logrado nuestro cometido, así que eliminé la app de mi teléfono.

Finalmente pudimos fumar y ésta historia termina con un final feliz para los dos amigos. Con gran entusiasmo le contamos a nuestros amigos fumetas que Grindr era la respuesta a todos nuestros problemas de escasez. No nos tomaron muy en serio, así que decidí re-comprobarlo.

Unos días después había quedado libre temprano y vi que en mi billetera tenía 5 mil pesos; revisé la agenda para ver si tenía que hacer algo; y me volví a descargar Grindr. Sentado en un patio con una Virgen María, revisando una app gay para comprar marihuana, me puse a pensar en lo indignado que estaría mi papá. Dos personas estaban conectadas a menos de 5 minutos caminando, les pregunté por el precio -uno tenía promos- y si podían hacerme un cinco mil. Uno de ellos tenía todo lo que necesitaba, así que partí al lugar de encuentro. Una vez más: todo rápido y fácil.

Luego lo volví a usar en una situación parecida a la anterior. Me di cuenta que la oferta fluctúa según donde te encuentres, pero en mi experiencia siempre había por lo menos una persona con los característicos emojis.

Gracias Grindr por ser mi mejor dealer.