Las corrientes artísticas actuales -donde predomina la variante del collage cubista y las instalaciones como esculturas- convierte la obra de Guillermo Lorca (33) como la excepción a todas las reglas en lo que temporalidad y técnica respecta.
El recurso de la nostalgia trasladado al ahora cotidiano ejercicio de extrapolar el arte hasta las redes sociales -donde confluye una extraña analogía relacionada al pasado y presente- se manifiesta de manera gutural en la obra de Lorca recordándonos las ilustraciones que plasmaron universos como el de David Copperfield en el siglo XIX.
Estar frente a su obra, cuyos cuadros demoran dos años desde la implementación de su idea introspectiva hasta la totalidad de su materialización, se puede confundir fácilmente con la corriente del realismo, pero según palabras del mismo artista, el propósito de sus pinturas no tiene mucho que ver con el ideario de esta corriente.
“Lo que buscan mis pinturas no tiene nada que ver con la corriente del realismo del siglo XIX donde los artistas pintaban de forma figurativa tomando algunos temas sociales, ni tampoco con el hiper realismo de los años 70 ligado al movimiento pop”.
“Tomo prestado, por ejemplo, el estilo de los pintores del barroco pero también me inspiro en autores de distintas épocas, incluyendo influencias actuales como dibujos animados y películas armándose una gran mescolanza”.
Si hablamos de definiciones concretas, la obra de Lorca responde a múltiples corrientes dentro de una pintura figurativa que puede ir mutando, aunque también reconoce el uso de influencias de todo tipo.
“A fin y al cabo, todo lo que se hace ahora toma prestado lo que hubo en algún momento. Yo tomo prestado, por ejemplo, el estilo de los pintores del barroco pero también me inspiro en autores de distintas épocas, incluyendo influencias actuales como dibujos animados y películas armándose una gran mescolanza. A los artistas nos llegan demasiadas imágenes de diferentes partes y no nos podemos casar con los movimientos específicos. Antes el mundo era mucho más uniforme y los ismos no son el espíritu de la época actual” dijo.
El universo ficticio que intenta plasmar el artista en su obra se basa en metáforas que a su vez buscan la atemporalidad mediante la creación de un mundo donde abundan los animales y semi dioses.
“Busco representar un imaginario del inconsciente, específicamente del mío. El arte tiene algo terapéutico y puedo armar algo que está dentro de mí, en lo más profundo y que no puedo pasarlo a palabras”
“A través de eso puedo comunicarme con los demás y ver como ellos pueden reflejarse en eso y ver qué cosas tienen en común. La fibra más sensible de los humanos está más o menos compartida gracias a elementos que están ahí y que tienen más fuerza como relatos históricos, cuentos de hadas y mitos. Cuando estos elementos pasan de generación en generación perduraban en distintas culturas gracias a su fuerza. Intento explorar dentro de mí mismo cómo puedo llegar a eso”
La historia del artista, cuyas obras te atrapan por experiencia cuasi onírica plasmada en ellos, partió de forma instintiva en la infancia diluyendo en el reflejo de los sentimientos etéreos que buscan simbolizar una sensación de conciencia.
“Por una parte, siento que no tengo el tiempo suficiente para hacer todo lo que quiero hacer. Logro sacar los cuadros en promedio unos dos años después de que se me ocurrió la idea, pero voy cumpliendo las etapas. Tengo los registros de todas las imágenes que me han llamado la atención, ya sean de pintura, fotografía, naturaleza, y de eso se han armado ciertos temas específicos. A veces sufro con el proceso porque el mundo va de forma acelerada y la pintura te obliga a estar quieto y en modo meditativo”
Guillermo Lorca y la dualidad de las RRSS
Da para pensar que las obras del artista con bases en corrientes ahora consideradas como clásicas, se difunda mediante estrategias actuales como su inclusión dentro del universo de las redes sociales. Y es que toparse con la cuenta personal de Lorca en Instagram -con casi 40 mil seguidores- es una sorpresa que rompe con la norma establecida sobre lo que comparte tanto el público general como otros autores dentro de esta plataforma.
“Por una parte las redes sociales tienen algo positivo: logran democratizar las cosas, hacerlas más justas y romper con el cueteo en todos los ámbitos. Es bueno masificar algo sin necesidad de intermediarios” señala.
“Pero, por otra parte, rompe la experiencia un poco. Es como seducir a alguien por chat y después seducirlo en persona. Es otro tipo de experiencia. No es lo mismo entrar a un museo y ver la galería y experimentar el silencio donde se obliga a estar en un estado de contemplación. En Instagram uno está en forma de rapidez y no hay concentración: la experiencia no te llega ni emociona, es demasiado por encima. La experiencia virtual finalmente, está muy limitada en comparación con la experiencia real. El problema es que es adictiva y nunca te da el placer suficiente”