Es uno de los chilenos más destacados en la escena electrónica internacional. Con más de 20 años de carrera, 5 discos bajo el brazo y varios proyectos colectivos ha formado su propio lenguaje musical.

También es el fundador y director de Cómeme Records, que más que un sello es una especie de laboratorio musical que en sus 15 años se ha convertido en uno de los labels que han definido el sonido electrónico latino.

Conversamos con Matias Aguayo de sus 24 años de carrera, de los 15 años de Cómeme, de generar espacios de expresión que bordean la protesta, del estallido social, de su relación con las redes sociales y marcas como músico independiente, de la IA y la escena electrónica local.

Como productor ha trabajado con artistas de todo el mundo y como DJ, es de esos que no le tienen miedo a los micrófonos e integra su voz en sus canciones y sets. Su presencia arriba del escenario es hipnotizante y su destreza para conectar con el público es innegable, todo esto lo ha llevado a presentarse en los mejores festivales, como también en los mejores clubes underground y mainstream del mundo.

Pero el legado de Matias Aguayo trasciende su música y su figura como artista. Hace 15 años fundó Cómeme Records; un sello que se aleja de las lógicas comerciales. Sus vinilos llaman la atención por sus portadas, donde el nombre de lxs artistas o del sello fácilmente pueden no aparecer. En el sello creen en la música como un proceso y no como producto de consumo. Cómeme es un laboratorio colectivo al servicio del aprendizaje, de la experimentación, de la innovación y de la colaboración que lucha contra los algoritmos musicales que están constantemente llevando todo a una norma.

El sello que partió como una “familia latina”, a lo largo de los años se ha ido expandiendo y actualmente trabaja con proyectos de todo el mundo, uniendo artistas que comparten una insurgencia músical que desafía las fronteras y las etiquetas de género.

Esto refleja muy bien a Matías, quien inquieto, siempre está mirando hacia otros lados también. Buscando otras formas de ser DJ, buscando otros escenarios que escapen de los clubes y festivales; como el proyecto K-Puxa Sound que formó con DJ MAXICAT durante el estallido social o el proyecto que desarrolla desde el 2022 en una cárcel a las afueras de París. Siempre impulsando proyectos colectivos y trabajando con amigos.

Foto por Juan Pablo Montalva

Matías Aguayo es un artista nómade. Nació en Santiago 11 días después del golpe de Estado. Su padre era militante de la Unidad Popular, por lo que tuvo que exiliarse con su familia en Alemania cuando tenía 2 años. A los 9 se fue a vivir otra vez a un nuevo país: Perú, donde vivió hasta los 11 para regresar nuevamente a Alemania.

Actualmente vive en México DF, pero por trabajo lleva una vida recorriendo el mundo y esta entrevista la realizó –vía zoom– desde Buenos Aires, una ciudad que conoce muy bien; ya que vivió ahí entre el 2007 y el 2009.

Revisando tus historias de Instagram vi que participaste en la marcha de Buenos Aires en defensa de la educación pública (24.04). La policía habla de que fueron 100.000 personas y la Universidad de Buenos Aires de medio millón, pero en fin, eran cientos de miles de personas que no quieren que la “motosierra” de Milei recorte la educación pública. ¿Cómo estuvo?

Impresionante y bastante conmovedora. Es un tema que me mueve mucho emocionalmente, más allá de la urgencia política que es bien evidente. Estoy muy asustado con lo que está pasando, en muchos niveles, en el mundo. El hecho de que esté bajo peligro algo tan esencial de países democráticos como la educación pública y lleguemos a relativizar cosas que antes pensábamos fundamentales… Bueno, Chile es una excepción con su neoliberalismo extremista y descontrolado.

En la manifestación misma pude ver Buenos Aires desde esa perspectiva. Mi trabajo de DJ viajero me ha llevado a vivir muchos momentos históricos intensos. Estuve en Turquía cuando fueron las protestas del Parque Gezi (2013), en París cuando fueron los atentados terroristas de Bataclan (2015) y estuve en Cali cuando fue el estallido colombiano (2023).

Vivimos en tiempos de crisis. Económica, social y climática. ¿Cómo encuentras consuelo en lo que haces y no te dejas llevar por todo lo que ocurre a tu alrededor?

Honestamente, está siendo muy difícil. Justamente quizás la intensidad de lo que ocurre alrededor ayuda en la urgencia de tener un espacio distinto. Entonces, quizás, le da más sentido, más razón a lo que uno hace.

Durante la pandemia tuve que resignificar mi relación con la música. Le dio otra urgencia, otra necesidad. Para mi es muy importante todo el trabajo en comunidad y busco darle énfasis a eso.

Por ejemplo, en México acabo de tocar en la Nueva Red de Bailadores. Un evento gratuito que se hace en centros culturales en barrios más vulnerables. Es una fiesta, pero sin alcohol. Básicamente no se vende nada. Entonces se genera otra relación con el público. El público ahí tiene otra razón para estar en ese lugar.

Desde hace tiempo que me es muy importante investigar sobre todas esas escenas que se mueven fuera del ámbito de la discoteca y del festival, pero siento que post pandemia la música electrónica vivió un proceso de comercialización muy acelerado. Sin embargo, igual puedo hacer todo lo que hago y eso es gracias a un trabajo muy profundo, a lo largo de los años, más colaborativo con colectivos que me parecen interesantes y relevantes porque los hypes del mainstream de la electrónica, ya sea Berghain, Boiler Room, todas esas cosas como más normativas, son muy pasajeras y no crean ninguna longevidad.

A mi me interesa la longevidad músical. En el sentido de relacionarme con colectivos o grupos de gente que se mueven más en las periferias. Eso ha sido muy estimulante. Pero como tu dices, es muy difícil. Yo, en lo profesional, estoy bien, pero es muy difícil encontrar la motivación con el estado del mundo actual.

Matías Aguayo con DJ MAXICAT

Para el estallido social de Chile hiciste una colaboración con DJ MAXICAT. ¿Qué nos puedes contar de eso?

Ufffffff. A veces es un poco difícil pensar en eso. Los recuerdos y las cosas que viví ahí como que uno las cuestionó mucho después, viendo en que derivó ese movimiento, como fue perdiendo fuerza y nos llevó a discutir sobre una constitución de extrema derecha. Siento que va a ser difícil retomar un movimiento así. Reconectar con esa sensación.

En Argentina la desigualdad también se fue agudizando de tal manera que la consecuencia llevó a aportar un movimiento que quiere agudizar aún más esa desigualdad, aportando con regalos para multimillonarios y quitando derechos. Es difícil.

El estallido, para mí, significó un momento de mucha esperanza. Sentí que de repente gente que antes no se veía con “un otro”, estaba conversando y dándose cuenta que no están solos en su percepción de las cosas. También percibí que el espacio público se empezó a tomar de otra manera. En Chile, más que en otros lugares que he conocido, la idea de que la calle sea un espacio público casi no existe. La calle es un lugar para transitar de la casa al trabajo o para comprar, consumir.

Con MAXICAT nos preguntamos cómo podemos aportar como músicos, cómo aportar desde la parte musical hacia el movimiento. Entonces grabamos las consignas y lemas que se gritaban en las calles. El proceso de grabación fue estimulante y con esto buscamos crear una manifestación invisible, muy inspirados por la película “Estado de Sitio” (1972) del director Costa Gavras que habla de la represión en Uruguay y se filmó en Chile. En una escena, la policía entra a reprimir a una universidad y cuando termina la represión, desde distintos parlantes empiezan a sonar canciones que expresan la lucha que se vivía en la calle.

Entonces lo que hicimos fue instalar parlantes en lugares secretos y cuando llegó la represión y todo se dispersó, logramos a través de la acústica que ofrecía la calle, con el rebote del sonido de los edificios, crear esta manifestación invisible porque a pesar de que no había nadie en la calle, uno seguía escuchando los lemas por los parlantes.

También con esas consignas armamos un disco que publicamos en SoundCloud bajo el nombre de Kpuxa-Sounds. Es una recopilación de los cantos de la protesta, sin tanta información melódica y armónica. Solo tiene un poco de mezcla. Lo liberamos durante la pandemia pensando que le puede servir como tools a los DJ´s para generar situaciones en sus sets. La idea era que los cantos de las protestas de Chile puedan sonar en todo el mundo.

¿En qué otros proyectos sociales estás o has participado?

Desde el 2020 que estoy participando todos los años en un proyecto social artístico en Francia que es más grande. Es un taller de teatro que se desarrolla en la cárcel Centre Penitentiaire de Meaux, a las afueras de París, con personas privadas de libertad. A partir de talleres de guión, en los que participan otros grupos de la sociedad que también están invisibilizados, se arma una obra que se presenta, con actores que en su mayoría son personas privadas de libertad, en el legendario Theatre du Chatelet de Paris.

La última obra que presentamos se llama “Flouz” y trata sobre la búsqueda del dinero. El guión se desarrolló en talleres de guión que se realizaron en la cárcel y también en la casa social para personas homeless Popincourt de París, en la casa para ancianos de la ciudad de Bobigny y con pacientes terminales del hospital de la Pitié Salpetriere de París.

Todo bajo la dirección de Oliver Fredj. Él reúne estos distintos grupos de la sociedad que normalmente no se encuentran.

Foto por Thomas Amouroux

En este proyecto, mi trabajo es hacer la mitad de la música y la otra parte la hace la gran pianista Shani Diluka junto con una orquesta de altísimo nivel, uniendo la música clásica con la electrónica. Mi trabajo, por un lado, está en ir desarrollando y ejercitando la experiencia del en vivo en los ensayos en la cárcel y también soy parte del elenco.

En la última función también participó la Ensemble Intercontemporain, que es una orquesta muy emblemática de Francia, fundada por el compositor y director de orquesta Pierre Boulez.

Me gusta mucho este proyecto porque me permite salir de mi burbuja, del contexto en el que normalmente estoy.

Es bonito también porque se llega a una cosa más performática. Arriba del escenario, todos dependemos mucho del otro. Hay una interacción que da forma a un equipo muy interdependiente. Como un equipo de fútbol. El momento performático hace que se rompan muchas barreras y eso me interesa mucho. Así se van generando amistades que ahora son independientes a la obra.

¿Qué situaciones has vivido ahí que te han inspirado?

En mayo partimos lanzamos una nueva serie de singles con Cómeme que se llama Cómeme Mucho y ahí van a salir las canciones que desarrollamos en la cárcel con uno de los reos. La primera se llama The Cash Song y es con Alf L’Artiste, un artista que conocí en la cárcel, y cuenta con un remix de Toribio, un DJ que es de República Dominicana pero vive en Estados Unidos. Todo esto es muy interesante porque estamos trabajando con ex detenidos que quieren seguir desarrollando este trabajo, porque este proyecto les despertó el interés en hacer teatro o música. Ver ese desarrollo en las personas ha sido muy bonito porque muchas veces tienen la autoestima muy baja, llevan mucho tiempo en la cárcel, y ver cómo crecen y reconocen cosas de ellos que no sabían que tenían es muy conmovedor.

Otra experiencia muy bonita que recuerdo fue cuando estábamos ensayando en la cárcel en plena pandemia, lo que obviamente era muy bizarro, porque estábamos en un lugar donde el confinamiento es incluso más intenso. Después de 7 meses de no tocar, de no poder ejercer mi trabajo, me tocó vivir un momento festivo en la cárcel. Me encontré con que el día de mi cumpleaños tocaba ensayo y prepararon una pequeña sorpresa para mí. Entonces, ok, tengo que hacer bailar a la gente. ¿Cuál es la canción correcta para este momento y espacio?

La mayoría de las personas que están ahí son de África del Norte y me gusta mucho el pop de los 80´s de Argelia. Antes de tocar la canción, le pregunté a un reo si le parecía buena idea y me dijo que sí. La pongo y todos se la sabían de memoria. Se armó una situación muy festiva en este lugar muy poco festivo y al final de tocar se me acerca una persona privada de libertad para darme las gracias diciéndome que no bailaba con amigos hace 8 años.

Me encantaría hacer algo así en el contexto latinoamericano. Podría ser un trabajo muy prioritario, muy central, una alternativa al trabajo que estoy más acostumbrado a hacer, como tocar en clubes y festivales. Siempre está la investigación de que puedo hacer más allá de eso.


Matías Aguayo tenía 16 años cuando vivió un momento histórico que cambió el mundo: la caída del muro de Berlín. Para ese entonces, este joven Matías estaba interesado por la música y el teatro en partes iguales. Cuando terminó el colegio y sin saber qué estudiar, abandonó su ciudad y se fue a Colonia, donde todo estaba pasando.

Ahí inició una incipiente carrera como DJ tocando en distintos clubes locales. Eran los inicios de los 90´s y en Alemania se estaba creando una fuerte escena musical electrónica con Berlín, Munich, Frankfurt y Colonia como ejes principales. Las tres primeras ciudades abrazaron la propuesta de Detroit, que era industrial, mientras que Colonia desarrolló una escena más inspirada en los sonidos de Nueva York y Chicago, que tenían una afinidad más hacia lo pop y lo queer.

De esas ciudades, Colonia es la más chica por lo que desarrolló una escena más concentrada en lo local, lo que la llevó con los años a crear su propia identidad sonora. Parte clave en este desarrollo fueron la tienda de música Delirium y el bar Liquid Sky, que Aguayo visitaba con frecuencia.

Delirium, como muchas tiendas de vinilo, formó en 1998 su propio sello: Kompakt. Desde su inicio, el label ha desarrollado una curatoría enfocada en canciones de techno minimalistas con elementos pop. El sello sigue activo y es quizás el más longevo y fructífero de la electrónica alemana. Además de ser un actor fundamental en la etiqueta de “sonido de Colonia”, que marcó la música de baile de los 2000.

Matías, para ese entonces, ya formaba parte como DJ de esta incipiente escena local y junto a su amigo Michael Mayer, uno de los fundadores de Kompact, formó su primera alianza músical: el dúo Zimt, que lanzó un EP en 1998 y que fue una primera muestra de lo que estaba por venir.

Años después, Matías inicia su segundo proyecto músical con un amigo. Esta vez acompañado de Dirk Leyers da forma a Closer Musik, grupo que lo lleva a la fama. Su disco “After Love” lanzado por Kompact el 2002 corrió como pólvora por toda Europa. Canciones como “Maria” y “One Two Three (No Gravity)” envolvieron e hipnotizaron tanto al público como a la prensa. All Music Guide los calificó como “los Pet Shop Boys de Kompakt” y Pitchfork como “el secreto mejor guardado de Kompakt”… pero Closer Musik solo duró 3 años.

Aguayo retomó su propia carrera músical el 2005 cuando lanzó, a través de Kompact, su primer disco solista: “Are You Ready Lost”. Esta vez los ritmos son más pausados y físicos, de estrictos 119 bpm, creando una atmósfera más sensual.

Pero Matías es inquieto y su búsqueda músical también. Y sus siguientes lanzamientos mostraron una faceta que no conocíamos de este músico, un lado mucho más juguetón. Ejemplo de eso son los singles “Minimal” y “Walter Neff”.

Este sentido lúdico lo abrazó con más fuerza en su celebrado disco solista: “Ay Ay Ay”, que tiene la particularidad de que, a diferencia de todos sus trabajos anteriores, levantó un sonido que es creado sin máquinas e instrumentos, solo con su propia voz. Palabras, susurros, gemidos y suspiros dan forma a este disco bailable que fue destacado por distintas revistas musicales dentro de lo mejor de ese año.

Así continuó una carrera donde en cada lanzamiento Matías da muestras de su versatilidad. “Los álbumes me toman bastante tiempo, siempre encuentro que tiene que haber una razón para un álbum, un nuevo impulso, un gesto, otra manera de trabajar. Trato conscientemente siempre de hacer algo nuevo, exponiéndose a nuevas situaciones o tratando de relacionarme de alguna manera con el presente. Me lo tomo con calma igual, no me siento apresurado” contó Matías en una entrevista con Paniko.

Foto por Juan Pablo Montalva

De forma paralela, desde el 2009 dirige su propio sello: Cómeme; que partió con el objetivo de mostrar a nivel internacional la música de baile alternativa del cono sur y generar una comunidad entre sus integrantes. El interés, más que el aspecto comercial, estaba –y está– en generar un acercamiento a la música de manera más naif, lo que se ve reflejado tanto en los discos y compilados que lanzan, como en las fiestas que hacen en el espacio público o en su propio programa de radio.

En el semillero de artistas que forman parte de Cómeme están muy presentes el sentido del humor, la falta de prejuicios y una apuesta contestataria a la electrónica eurocentrista, contribuyendo a la diversidad y a la riqueza de la escena electrónica global. Ejemplo de artistas del sello son: Ana Helder, Rebolledo, Daniel Maloso, Diegors, Philipp Gorbachev, Katerina, Paurro, Barnt, DJs Pareja, Sano, Alejandro Paz, DJ Spoko, Aye Aye, Rizu X, Mujaji The Rain, Dany F, Charlotte Bendiks, Borusiade, Lena Willikens, DJ MAXICAT y pronto publicará el primer disco de Iarahei.


Son 15 años dirigiendo Cómeme. Cuando partieron, América del Sur miraba mucho a Europa y siento que seguimos siendo muy eurocentristas; pero a la vez y dado que ahora el reggaeton suena en todos lados, incluido en Europa. ¿Cómo ves esos cambios? ¿Seguimos siendo muy eurocentristas? ¿Europa se ha latinizado? ¿O con la globalización vamos como a una heterogeneización de sonidos?

Yo siento que eso de lo eurocéntrico o no eurocéntrico es algo que va y viene, y ahí tengo varios análisis paralelos y, algunos, quizás, son contradictorios.

Primero, Cómeme acompañado de otras entidades latinoamericanas apoyaron el desarrollo de un discurso mucho más independiente. De crear ese diálogo interamericano y de no mirar tanto hacia Europa, sino mirar y escuchar lo que hacen en los otros países de la región. Eso ha sido muy importante y se ha extendido a otras partes.

En el contexto actual, a un nivel más regional, siento que estamos pasando un momento de cierto retroceso y la música electrónica latinoamericana está mirando otra vez hacia y esperando el reconocimiento en Europa. El fenómeno que nuestra amiga Ana Helder siempre nombra como la “música for export” se ha vuelto más central. Pero son movimientos. No es un desarrollo lineal, son idas y vueltas.

En los inicios de Cómeme no se escuchaba tanta canción con letra en español en Europa como ahora, pero tampoco siento que Europa se ha latinizado dentro de la escena electrónica, aunque en el mainstream vemos otra cosa nada que ver.

A veces tengo la sensación de una globalización del mainstream y del mainstream de la electrónica impulsado por los algoritmos que constituyen las redes sociales, lo que nos lleva a una normatividad musical mucho más fuerte. De volver a los géneros, que no se cruzan, de definir en qué postura musical nos encontramos. Eso sí he sentido que está sucediendo.

¿En qué momento se encuentra Cómeme ahora?

Hay varias cosas. Por un lado están los 15 años que los estamos celebrando trabajando en dos compilados que de alguna manera van a resumir un poco la historia musical del sello: uno se llamará “Grandes Éxitos” y el otro “Grandes Fracasos”.

También estamos trabajando en los singles digitales de “Cómeme Mucho”, que es donde estamos trabajando en una canción con su respectiva remezcla. Se trata de mezclar artistas de generaciones y contextos distintos para crear una nueva narrativa donde la remezcla responda a una reacción a los movimientos musicales que están sucediendo o se están relacionando dentro del underground, sobre todo latino. Por ejemplo: en mayo salió una canción de MAXICAT con remezcla de Kodemul de México y próximamente una de Diegors con remezcla de Syntrovert.

¿Con los años, el trabajo con el sello se ha vuelto más fácil o difícil?

Las dos. Es más fácil porque las escenas están más armadas y se pueden hacer esas conexiones, pero por otro lado, es más difícil porque hay una tendencia hacia algo más mainstream. En el sentido de que es más difícil generar una percepción en el espacio público de música underground que no se define ni adhiere a géneros específicos o muy definidos. Eso se ha ido perdiendo, pero seguimos en la lucha de hacer música bailable electrónica, donde el género musical quizás no está tan claro y se mezclan cosas que parecen contradictorias o no tan obvias.

Como el género “deconstructed club”, qué se trata de tomar distintos ritmos latinos y pasarlos por un filtro electrónico y armar un híbrido. ¿Un poco como eso?

El “deconstructed club” también crea una nueva normatividad de género. También está muy claro que no es deconstructed club. La libertad musical de ser impredecible y no caer en estereotipos sigue siendo relevante e importante de apoyar. Eso se ha vuelto más difícil porque es una lucha contra el algoritmo.

¿Qué opinas de la IA que puede hacer canciones que suenan como ciertos músicos?

No tengo una opinión muy clara. No le encuentro la gracia. Me causa una reacción física muy rara. No lo puedo explicar.

Desde mi perspectiva como artista y músico no me interesa tanto, porque lo que más me motiva es la vulnerabilidad y fragilidad de la improvisación, de lo inesperado en un proceso musical, que a veces es muy espiritual.

También hay una tendencia a hacer música con elementos bastante predefinidos, loops comprados, como una cosa muy “instant”, digamos, que no me atrae mucho. No siento que lleve a resultados inesperados. Para mi es bastante obvio que nunca la IA va a poder reemplazar a un Arthur Russel o cualquier artista que tenga un acercamiento personal o original; sino que va a hacer música genérica, que mucha gente está produciendo.

Tal vez eso es más fácil de hacer por IA. Entonces, como artista, en mi caso, no me siento tan amenazado. En un caso más comercial digamos, va a ser mucho más fácil y más barato que la IA produzca un tema que suene a esto y a lo otro. Eso se va a reflejar en toda producción artística comercial que está más precarizada, que va a tomar ciertas decisiones que probablemente no van a ser favorables para lxs artistas, sobre todo jóvenes.

También la encuentro un poco tenebrosa. No siento que se esté operando la IA de una manera muy consciente y muy responsable. Hay una investigación, que hizo una plataforma crítica israelí que se llama 972 mag, en la cual se investigó y se reveló el uso de la IA para matar gente. Entonces, viendo la irresponsabilidad con que se ha actuado en el pasado, por ejemplo, en ese gran experimento descontrolado del neoliberalismo que son las redes sociales y de la monopolización de la información entre pocas empresas que pertenecen a gente millonaria; con los resultados devastadores que ha tenido esto.

Eso sí me preocupa bastante.

Hablando de redes sociales, en octubre del 2018 anunciaste tu retiro de Facebook, Twitter e Instagram porque, según tu opinión, nos sobreestimulan y fomentan reacciones inmediatas que no encajan con cómo funcionan la música, la creatividad y la comunicación. Estuviste 4 años afuera, pero volviste. ¿Te arrepentiste o tiene que ver con tu trabajo como artista independiente?

No estoy tan seguro. Mmmmmm. No me arrepiento para nada porque me ayudó mucho en mi salud mental. Los años que estuve sin redes sociales no las extrañé en ningún minuto. No tenían relevancia para mí.

Las RR.SS. son una trampa para los músicos porque uno se enfoca tanto en eso, que te quita tiempo del proceso musical creativo. Para mí, en ese proceso, me es importante abstenerse para poder crear sin tanta contaminación de información y de estéticas. Además las RR.SS. homogenizan mucho los discursos. Al final creo que, para ciertos artistas, no todos, es importante no estar tan al tanto de lo que está pasando para poder uno desarrollar su propio lenguaje.

También me pasa que las RR.SS. las encuentro nocivas para los artistas independientes porque muchas veces te hacen creer que por el simple hecho de postear una nueva canción está lista la promoción, cuando promocionar música significa mucho más que hacer un post. Entonces las RR.SS. entregan una falsa sensación de que el trabajo está hecho y no creo que sea así. Es difícil crear longevidad a través de la idea de fiarse de que esas plataformas son lo más importante para difundir tu contenido artístico.

Por otro lado, ¿por qué volví? Durante la pandemia hicimos una pausa con Cómeme y cuando volvimos sentía la responsabilidad de usar las herramientas que existen para ayudar en la promoción de lo que estamos haciendo. Además, me lo pedía mucha gente con la que trabajo en la música, como bookers y promotores, para que por lo menos aparezca actualizando en lo que estoy trabajando.

Sin RR.SS. seguía tocando. No creo que me haya afectado profesionalmente. Aunque cuando volví la gente me felicitaba y me decían “qué bueno que estás tan activo”, pero estaba activo también sin RR.SS.

Yo estaba harto de las RR.SS. Nunca me gustó su discurso, pero cuando volví me impresionó encontrar que ahora es mucho más fuerte. Volver a las RR.SS. es como llegar a un after cuando recién desayunaste, estás sobrio y todo el mundo está en coca. Fue un shock ver cómo se comunica la gente y la extrema adicción. Es casi como una religión. Ya casi no se cuestionan las RR.SS. Es como mal visto. No es cool. Eso me impresiona mucho.

Te despediste de las redes sociales con un programa de 12 horas en el contexto de un Red Bull Music. Ahí invitaste a tocar a la Princesa Alba y a Tomasa del Real que son de la escena urbana. ¿Sigues esa escena?

Es una escena que sigo poco. Reconozco que me despierta cierta curiosidad y está buena, pero llego hasta cierto punto. Me falta lo trascendental y lo psicodélico en esa música. Aunque me parece un fenómeno interesante de todas maneras.

¿Cómo ves la escena electrónica chilena? ¿Qué nuevos músicos has descubierto?

Siempre me ha gustado. Siento que es muy creíble y hay mucha gente muy activa. Siempre salen cosas bastante originales.

Me gusta Syntrovert, Paltamango, Iarahei y MAXICAT con su fiesta Equinoccio. También el otro día vi Dolorio & Los Tunantes, la banda donde toca Iara y me gustó mucho.

Pero no solo busco enfocarme en lo nuevo, sino también en la gente que construye un legado musical interesante. Gente como Mika Martini, el Diegors, me parecen súper importantes. No busco necesariamente lo nuevo, sino quien crea continuidad, que es más difícil. El estallido repentino de una expresión nueva que desaparece tan rápido como apareció es una cosa, pero crear un legado original dentro de un contexto es otra y es algo que se ha logrado en Santiago.

Obviamente se me olvidan muchos artistas, pero sí me impresiona la escena de Chile. Siento que a pesar de todas las dificultades de ese contexto exageradamente neoliberal, de la precariedad, de cómo se percibe el espacio público, de lo que es hacer una fiesta, siempre me sigue impresionando lo vivo que está el underground real en Santiago.

¿Cómo es tu relación con las marcas y los auspicios?

Para mi la relación es estratégica. No lo veo tan dogmático. A veces son posibilidades que hay que enfrentar estratégicamente. Si trabajo en un mega evento que es más comercial y tiene auspicios de marca, eso me permite después hacer algo más underground, donde no existe el mismo apoyo. No es problemático mientras no influya en mi libertad de expresión.

He boicoteado cosas también. Me invitaron a tocar en Sonar Estambul justo cuando el gobierno de Erdoğan se puso muy autocrático. La misma semana del festival tomaron presos a muchos periodistas y además, el festival se celebraba en un mall que forma parte de la estrategia neoliberal que usó en su momento Erdoğan como alcalde de Estambul para cambiar la ciudad, acelerando procesos de gentrificación.

Muchas veces para esas situaciones trato de hablar con gente local para saber qué opinan. Así llegué a la conclusión de no tocar. Me sentí como alguien que lo invitan a tocar en Chile el 73 como si nada pasará.

Si el evento hubiera sido hecho por un colectivo disidente no habría tenido problema, pero era mucha la oficialidad.

Vivir de la música tampoco es tan fácil. Si yo rechazo todas las ofertas con las que no estoy de acuerdo, al final me quedaría sin trabajo. Es complejo cuando se reprocha demasiado al músico por tocar en cierto lugar. A mí me gusta enfrentar eso con menos juicio.

Veo gente que admiro que quizás toca en contextos o con promotores que no me gustaría trabajar, pero lo último que siento es un juicio hacia ese músico porque conozco lo difícil que es. Percibirnos a nosotros, trabajadores de la música independiente, como celebridad que con cada decisión que hacemos estamos representando algo de mucho impacto, lo encuentro ridículo. De forma realista, estamos todos tratando de sobrevivir.

Foto por Juan Pablo Montalva