No es que yo sea aguafiestas, es que este mundo simplemente no está hecho para mi.

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Halloween acaba de pasar. Todo tu feed de Instagram, Facebook, Twitter y Snapchat estaba metido en alguna fiesta alusiva a la ocasión (ej: Open Blondie, Illuminati, Subterráneo, Pagano, Máscara, etc.) mientras tú te quedaste en casa viendo Netflix y la presión social te carcomía por dentro.

Pero tranquil@. No estabas sol@. O sí. Pero no en el amplio sentido de la palabra.


En el mundo interconectado en el que vivimos, es imposible no saber lo que están haciendo tus contactos en redes sociales. Ese impulso exhibicionista que tenemos dentro nos obliga a desbloquear nuestro celular y compartir algún contenido para no ser menos. Para ratificar que existes. El morbo de mirar y ser mirados se cruza con que, a veces, simplemente no queremos ver a nadie.

Halloween, para muchos, no es más que una fiesta pagana, sobrevalorada (y gringa además). Aquí te dejamos otras fechas que no despiertan al party animal que llevas dentro. Y eso no te convierte en un amargo aguafiesta. O si. Pero qué tanto. No todos quieren bailar.

Tikitikiti o la fiesta del conteo macabro

La anticipación a una semana de distorsión obligatoria no es nuestro panorama favorito, la verdad. Que se imponga la borrachera como bandera de lucha de una celebración que ni siquiera es correcta en su fecha hace ruido. Los chilenos tenemos una relación muy problemática y contradictoria con el alcohol: celebramos la inconsciencia y al borracho que no puede pararse en la fonda, mientras que condenamos a quien maneja ebrio y mata gente. Tenemos que ponernos de acuerdo en ese punto. El 18 más que alegrar o entusiasmarnos, nos da miedo. Miedo de salir con todas las ganas de pasarla bien y no volver por culpa de algún ebrio al volante; miedo de carretear piola y terminar en las noticias como parte de un conteo macabro de fallecidos tras el fin de semana largo.

Dato extra: Si eres vegetarian@ o vegan@ probablemente esta fecha implique curarse raja y con el estómago semi-vacio (o lleno de pan con pebre) y sufras la caña más grotescas del año, esas que llegan a los huesos, que carcomen el alma.

Si el año nuevo no es en Valpo, no es año nuevo

Algo parecido sucede con el año nuevo, fecha en que, más que en cualquier otro momento del año, existe una presión absoluta por salir. ¿Quedarse en casa es mal augurio para iniciar el año? Bullshit. Al ritmo de neo-cumbias, la misma canción de siempre de Tommy Rey y uno que otro ritmo del año (inserte aquí la Mayonesa, el axé, o el reggaetón y/o dubstep y/o pop-rap de turno), la forma en que nos empujan a bailar en el trencito mientras nos comemos doce uvas nos hace sentir, de alguna manera, domesticados, programados para bailar sin descanso, para decir que partimos el año con el pie derecho. Al no ser capaces de mover músculo alguno el día primero, sentimos un regocijo de haberlo dado todo en la pista. No nos sentimos parte de esta fiesta programada, donde el que pestañea es el amargo y el que se queda en casa es patético.

Haber nacido en este mundo no es motivo para celebrar

Hay dos tipos de personas: aquellos que aman su cumpleaños y los que no. Que te saluden en la pega o en la universidad, que te llamen tus parientes en décimo grado, que te dejen mensajes en tu muro de Facebook o te manden whatsapps. Hasta el banco te saluda. Y tú lo único que quieres es volver a la guata de tu mamá y, por favor, que quizá haya pensado en el aborto como fin a tu existencia. Para la tropa de ansiosos y depresivos, el cumplir años no es motivo de celebración alguna y ponerle presión extra sobre cuántos invitados irán a tu fiesta puede convertirse en una bomba de tiempo. Seamos honestos: celebrar que salimos de un útero calientito a este mundo plagado de haters, guerras, Trumps y Kim Jong-uns es, básicamente, una mierda.

Cualquier fin de semana largo antes de que se te acabe el sueldo

¿Tienes que sacar el pasaje para irte a la playa? ¿Ponerle bencina al auto? Te quieres escapar de la civilización, pero, ¿tienes plata? La respuesta es: NO. Tuviste que pagarle esa plata que le debías a tu mejor amigo (o seamos sinceros, a tu mamá también), depositaste el arriendo, saldaste las cuentas y te compraste una cajetilla de 20 de Pall Mall (porque no te alcanzaba para los Lucky) y quedaste en cero. Ni para la mano te alcanza. Rechazas todos esos maravillosos carretes con un “tengo que ir cuidar a mi abuelita/sacar a pasear a los perros de mi condominio/desaparecer y/o morir” porque ser un adulto joven te pasa la cuenta.

Se supone que estamos en la flor de nuestra juventud, pero al final terminamos siendo como el cover de Forever Young en BKN cada vez que intentamos ponernos en nuestros trajes de fiesta, o sea, pésimos. ¡Antisociales del mundo, uníos!