Este año Rayuela cumple 46 años desde su publicación, estimo que a los 50 se “celebre en grande”, en algún lugar, al menos en uno que otro club de la serpiente, y por el otro lado, es el 25º aniversario de la muerte de Julio Cortázar.
Resulta que una tarde de domingo, fui especialmente al Fores’s Park con dos misiones: comprarme un libro y una hamburguesa vegetariana.
En cuanto llegué, me prometí no gastar más de luca en total, así que para no entusiasmarme con las cosas lindas que ofrecen, me tape los ojos y llegue tanteando y sintiendo ese olor a polvo y ese tla-tla, o pla-pla o escal-escal o como suene de las páginas del libro al ser cambiadas, dando a parar en una manta roñosa tirada en la tierra adornada de libros añejos. Como la curiosidad mató al gato, ahí quede yo, porque como ningún titulo me tincaba, más como sé que el capenane no resulta, opté por el libro mas gordo, así por ultimo me servia de asiento en el piso del metro. Pero naah, en el fondo era una excusa, porque dentro de mi necesitaba leer algo mamón y que lograse calarme los huesos. Y fue Rayuela de Cortázar, el libro que busqué por tanto tiempo.
Rayuela, Cortázar, el huevo o la gallina… cómo empezar.
Rayuela es una novela que termina en el sitio que tú decides. Contempla una figura de anti-novela, a Paris como una metáfora, y a personajes con sus psicologías marcadas que se desenvuelven en el amor, la muerte, los celos y el arte. Su modo de leer es con una tabla de dirección o de la forma convencional. Cortázar se interpreta a si mismo en Oliveira, el amor de La Maga, Oliveira y sus análisis, La Maga y los pajaritos en la cabeza, Oliveira, La Maga, el club de la serpiente, Rocamadour, Traveler, Talita, Oliveira y otra vez La Maga.
Y por otro lado, Julio Cortázar, su voz, su acento, su hablar argentino tirado para el francés. El frufrú de Julio Cortazar tenía que escribir una novela como esta, Rayuela, con la que te encantas, desquicias, ríes, te metes y te sacas. Cortázar tenía que escribir un texto en que lanzando sólo una piedrita lograrías llegar al cielo.
“Al besarse alcanzan la última casilla de la rayuela”