Un nuevo estudio sobre las condiciones laborales de los influencers advierte sobre las repercusiones que generaría en torno a la salud mental de quienes ejercen este oficio. La ansiedad surge ante el acoso, la competencia extrema y una conexión de tiempo completo con ingresos inciertos.

El documento fue elaborado por la Universitat de València y arroja una realidad muy distinta al imaginario respecto a este trabajo, que no constaría sólo en subir fotos y vídeos, yendo a restaurantes, jugando a videojuegos, probando y recomendando productos o disfrutando de eventos reservados. 

Para la inmensa mayoría de ellos no es así. Según SignalFire hay unas 50 millones de personas que se dedican a esta actividad, sin embargo, poco más de dos millones pueden vivir de ello. 

“En los últimos años se ha construido un relato de lo que es ser influencer, con una intención de animar a la gente a serlo, que no corresponde con la realidad”, avisa Adrián Todolí, director de la Càtedra d’Economia Collaborativa i Transformació Digital a el elDiario.es.

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Todolí es coautor de la investigación que incluye las opiniones de 31 personas que se dedican profesional o semiprofesionalmente a esta actividad en YouTube, Instagram, TikTok y Twitch.

Explica que promocionar este oficio “beneficia a las plataformas, ya que cuantos más influencers haya, más contenido para ellas se crea, a pesar de que ese contenido se paga mal o directamente no se paga”.

Normativas para influencers

La agencia de marketing y representación 2betube afirma que hay alrededor de 134.000 creadores de contenido amateurs y unos 7.500 profesionales con más de 100.000 seguidores en sus perfiles de redes sociales en España, mientras tanto el Gobierno prepara una ley que regule esta actividad. 

La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha pedido que los influencers sean considerados “prestadores de servicios del mercado audiovisual” al igual que lo son los medios o las televisiones tradicionales. 

En segundo lugar, se propuso crear un canal de denuncia en el que los ciudadanos puedan alertar sobre irregularidades como los casos de publicidad encubierta. Esta técnica es habitual en el sector para monetizar la creación de contenido y no caer en la dependencia de los indescifrables engranajes de las redes sociales en las que se trabaja.

La libertad en la creación de contenidos “es una de las cuestiones que más se aleja de la realidad, ya que están muy sometidos a lo que el algoritmo les señala que ofrece un mayor rendimiento”, expone Todolí.

“¡Siempre escuchas que tú eres el propio jefe! ¡Y no! No es que YouTube sea tu jefe, pero tú no tienes la libertad de hacer lo que quieras, porque sales perdiendo, pierdes interés y pierdes seguidores”, explica uno de los influencers entrevistados en el estudio.

Otro detalla las dificultades a la hora de cobrar por su trabajo “cobro por horas. Tengo un Excel donde voy apuntando. Y si un día me dicen que quieren añadir otra story, aparte de los cuatro semanales que tenemos negociadas, pues se añaden al Excel y se las cobro”.

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Los creadores se dividen en dos grupos: quienes trabajan a tiempo completo y los que lo hacen como una actividad complementaria. De aquí surge la dualidad respecto a la remuneración de quienes se dedican a las redes sociales.

“Los influencers que se dedican de manera exclusiva al trabajo de creador de contenido consideran que tienen poco o nada de control sobre los ingresos generados a través de la plataforma”, señala Todolí, “es la plataforma la que impone las ganancias, ya que es la plataforma la que impone de cierta manera la frecuencia de las publicaciones, el tiempo en la red y el uso de los anuncios”.

¿Cómo llegarán a final de mes?, ¿Qué pasa con el algoritmo? Son alertas que los propios creadores de contenido llevan cierto tiempo elevando. 

Una investigación sobre el mecanismo de visibilidad de la plataforma concluyó que el algoritmo tenía un componente de aleatoriedad, por lo que, dejar su independencia económica en las manos del sistema “es como ser adicto al juego”, explicó Martí Montferrer, uno de los divulgadores científicos más seguidos de YouTube para un reportaje de elDiario.es.

Las plataformas también son las que determinan sus horarios de trabajo.
Aunque por regla general las publicaciones de los influencers están disponibles en todo momento, la visibilidad que reciban (y por tanto, su rentabilidad) depende de las redes sociales.

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El estudio señala que los creadores dependen de los horarios de mayor actividad, lo que introduce “el requerimiento de estar conectado especialmente por la tarde noche y los fines de semana, cuando el número de seguidores conectados es mayor”.

Esta dependencia se acentúa aún más si se tiene en cuenta que las redes pueden bloquear unilateralmente un perfil o canal si detectan una violación de sus términos de uso. 

“Me da miedo meter todos los huevos en la misma cesta. Imagínate que mañana me cierran el canal… ¿Qué haría entonces?”, expresa uno de los entrevistados.

Es cada vez más habitual que los creadores busquen trabajos alternativos que sí ofrezcan una remuneración asegurada y así tener un colchón por si sus beneficios caen o les cierran el canal. 

“Incluso los influencers que ahora se dedican a crear contenido de manera exclusiva y profesional, han empezado por compaginar esta actividad con otras”,
detallan los investigadores.

Burn out

Además, dentro de los entrevistados se registraron “altos niveles de activación y de ansiedad, sin tiempos de recuperación, ya que están conectados a las redes continuamente”.

“Como la mayoría compaginan la creación y la publicación de contenido online con otro trabajo o actividad o con estudios, incluso con los dos a la vez, las tareas correspondientes a la creación de contenido se realizan durante los periodos de descanso de las otras actividades (después de cenar, durante el fin de semana o durante las vacaciones). Esta combinación es la receta perfecta para el burnout”, explican. 

Conexión continua, alta carga de trabajo a un ritmo frenético, precariedad laboral, exposición de la vida privada y ciberbullying: estos factores “crean un ambiente donde los influencers sufren un alto nivel de ansiedad”, concluye el informe de la Universitat de València.