Porque no hay primera sin segunda, le quisimos dar con todo a nuestro #viernesheavy con las mejores anécdotas de extranjeros curados con terremotos y piscolas.

Desde apagadas de tele en Bellavista hasta bailes a lo Gloria Trevi en Viña, jóvenes de diferentes nacionalidades compartieron con nosotros la primera vez que tuvieron un acercamiento con la vida nocturna chilena y que te dejará con mucha sed en esta segunda patita del #viernesheavy.

William, Estados Unidos: “Con el terremoto tuve la peor caña de mi vida, sentía con un hacha en la frente”


Fui a la piojera con uno de mis amigos porque nos habían hablado mucho de este lugar. Se posiciona como uno de los imperdibles de Santiago y decidí comprobarlo.

No sabía cómo expresar que no me gustaba el terremoto y tampoco quería ofender el orgullo nacional de ustedes los chilenos, entonces, debí fingir que me gustaba este famoso trago. Después del primero, me sentí arriba de la pelota y me tomé el segundo porque lo terminé disfrutando de verdad. Además, ya estaba un poco curado. En el tercero, me sentí demasiado feliz porque pensé que estaba teniendo una experiencia muy auténtica en Sudamérica, como el gringo experimentando la cultura latina.

Tuve que irme del lugar con mi amigo y apenas podíamos caminar. No recuerdo cómo llegamos a nuestra casa. Mi roommate insistía en que debíamos vomitar antes de acostarnos para no levantarnos con resaca al día siguiente, pero no pude y me fui a dormir.

Al día siguiente tuve la peor caña de mi vida, sentía con un hacha en la frente. Me levanté a abrir la puerta de mi pieza y vomité el piso. Me arrastré por el suelo a punta y codo hasta el baño y seguí vomitando todo el día.

Ahora odio el terremoto y no he vuelto a La Piojera. Aunque debo reconocer que fue una experiencia muy auténtica.


Alexa, México: “Como buena mexicana quería defender mi orgullo y presumir que yo si sé tomar tequila”

Nunca fui una persona alcohólica. En México me gustaba tomar, pero pocas veces me emborraché. Sin embargo, viviendo en Chile fuimos con unos amigos a Bellavista porque era un viernes y nuestro cuerpo lo sabía.

Iba intercaladamente desde un cumpleaños a un local y en una de las vueltas al bar comenzaron a salir los tequilas (invitados por supuesto porque yo estaba sin un peso) y como buena mexicana quería defender mi orgullo y presumir que yo si sé tomar tequila. Mostrando mis skills, recuerdo que volví al cumpleaños ya media borracha y terrible de rota, porque ni regalo llevé y estoy casi segura que les saque comida. Sorry.

Creo que me teletransporté (en verdad era solo cruzar la calle) a otro bar cuando acepté un gin tonic y al segundo de tomarlo sentí que necesitaba vomitar. Y podré olvidar hacerle el cumpleaños a mi hijo pero jamás olvidaré la solidaridad que experimenté esa noche.

Las chicas que entraron al baño y vieron mi deplorable condición me preguntaban “¿Estás bien?” “¿Vienes con alguien?” “¿Necesitas ayuda?”. Incluso me sostenían el pelo y su actitud era maravillosa. Las quiero mucho.

Nota: Alexa logró rehabilitarse y ahora es autora del blog “Maternidarks” donde cuenta los pormenores de ser una madre primeriza.  


Santiago, Colombia: “Terminé bailando igual o mejor que Gloria Trevi”

Llegué a Chile hace tres años y medio. Antes viví en Miami donde conocí por Internet a un argentino que vivía en Santiago. Finalmente nos juntamos en la casa de un tipo en Vitacura, donde habían mucho conocidos del ambiente gay. Yo nunca había tenido nada con un hombre, tampoco había ido a fiestas porque me encontraba muy dentro del clóset por decirlo de alguna manera.

En Colombia solía tomar ron con Coca-Cola y en la junta me atendieron muy bien, me molestaban por mi acentico y me dieron a probar la famosa piscola. Yo estaba muy nervioso pero dejé que fluyera todo, hasta que las piscolas hicieron su efecto y empecé a coquetear. La noche continuó en Divino, Viña del Mar, donde quedé impresionado por la libertad y el ambiente propiciado por las drags queens y los tipos en zancos y lanza llamas.

Me puse a bailar y la piscola continuó con su efecto y me empecé a desenvolver. Terminé bailando igual o mejor que Gloria Trevi, me faltaba la boa sobre los hombros y la fiesta terminó a las cinco de la mañana.

Perdí mi billetera y fue una odisea intentar conseguirla, pero afortunadamente logré recuperarla. La piscola me jugó una buena y mala pasada, porque la caña fue terrible.


Juan, Venezuela: “Recuerdo el 18 de septiembre como uno de los mejores días de mi vida”

La historia comienza con una simple pregunta: “¿Qué vas a hacer el 18?”.

Respondí que nada, porque no tenía mucho que celebrar al ser venezolano y obviamente no tengo esa costumbre. Una amiga me dijo que tenía que vivir la experiencia y que no podía dejar pasar la oportunidad.

Accedí y llegamos al Parque O’Higgins donde tomamos mucha cerveza de medio litro. La música estaba activando a la gente y se empezó a alocar un poco todo, eran las seis de la tarde. Fui por un terremoto y pensé que tenía que estar en el mismo estado que la gente, me sentía relajado, súper chill.

Un pana que estaba por ahí con nosotros empezó a hacer un círculo con gente desconocida y fumamos marihuana. Un pito tras otro. Ahí empezó el verdadero descontrol. Sonaba Tommy Rey y todos bailaban en una sincronía demasiado increíble y yo saltaba sintiéndome parte de esa energía.

Salgo del Parque O’Higgins con la necesidad de probar el fucking sándwich de potito porque no podía dejar la oportunidad…pero mis amigos no me dejaron porque no les dio confianza el olor. Seguimos cantando y aplaudiendo con la gente en la micro.  Me encontré en éxtasis ante la felicidad de los chilenos. No sabía a dónde iba a parar en esa micro, pero fue brutal.

Recuerdo el 18 de septiembre como uno de los mejores días de mi vida y cuento las semanas para revivir esa fecha.

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