¿Por qué Instagram pareciera ser una aplicación que se presta más para el voyeurismo que para compartir con tus “amigos”? ¿Por qué el negocio de los Likes es tan rentable? La belleza y los cuerpos perfectos se han transformado en objeto de culto donde nadie teme mostrarse con tal de otro corazoncillo más.
Desde la democratización de los celulares con cámara y de las redes sociales, que las fotos íntimas y la poca privacidad han llamado la atención de los medios. Eso bien lo saben las celebrities (como Valentina Roth o similares) cuyo fervor por Instagram ha hecho que todo el mundo tenga una cuenta allí, aunque bastan sólo unos minutos de búsqueda para encontrarse con fotos de gente bordeando el desnudismo.
Atrás quedaron los tiempos en los que Instagram era sinónimo de paisajes, foodporn, gatitos o reuniones ebrias de amigos. Hoy en día es un lugar donde se puede encontrar de todo, pero por sobre todo fotos “íntimas” de gente que uno ni conoce.
La única regla, es que no que se vean pezones para pasar todos los filtros de Instagram.
No quiero decir que esto sea malo, pues soy de las que está a favor de la desnudez, pero nadie puede negar que Instagram se volvió loco.
Atrás quedaron los tiempos en los que Instagram era sinónimo de paisajes, foodporn, gatitos o reuniones ebrias de amigos. Hoy en día es un lugar donde se puede encontrar de todo, pero por sobre todo fotos “íntimas” de gente que uno ni conoce.
Una vez que estaba saliendo con un chico y en una oportunidad me prestó su celular, cuyo inicio de Instagram nunca supe si era la red de fotos que yo conocía o una versión portable de playboy.
¿Conclusión? Por mucho que nos vendan el ideal de una red para fotos lindas, en verdad el usuario que más le saca provecho es el usuario horny que sigue a chicos o chicas que poco dejan a la imaginación. Basta abrir el “Explore” para darnos cuenta que la mitad de la gente que sale es porque sube fotos mostrando algo.
Llevamos siglos usando el erotismo como gancho comercial y lamentablemente Instagram no es diferente; hoy en día estamos frente a una plataforma que rinde culto a la belleza y cuerpos perfectos, donde se idealiza a las personas y todos parecieran tener una vida perfecta, donde la vanidad y la obsesión por los likes ya llega niveles enfermo.
Instagram puede ser un negocio, eso también es una gran verdad, o si no pregúntenle a la misma Kika Silva, quién se hizo famosa por ir acumulando seguidores, para luego ser auspiciada y recibir regalos y beneficios sólo por promocionar productos a través de sus publicaciones.
¿A quién no le gustaría llenarse de regalos “gratis”?
Parece un sueño, pero también es un arma de doble filo. Que frustrante tener que subir fotos a cada rato, de todas las cosas que haces y que la gente pueda escribirte lo que quiera, exponiendo tu vida a miles de personas que en realidad no conoces.
Finalmente creo que los usuarios ya están generando anticuerpos contra las publicaciones con “poca ropa” o mejor dicho ya no se sorprenden (y me incluyo). Como es tan normal ver a gente mostrando el trasero o con selfies de su abdomen perfecto, bajándose los calzones, en topless (con el correspondiente emoji en los pezones) o las publicaciones de “Tumblr boys” . Todo esto y más, ya pasó a ser pan de cada día. Aún así yo no culparía a Instagram, pues como bien dice el dicho chileno, el problema no es del chancho, sino de quien le da de comer, que en este caso somos nosotros.
¿Qué le pasa a esta loca exagerada? Hubiese dicho yo misma en otra instancia, pero por más que trato de tener un Instagram real y amable, basta revisar unos minutos para toparme con recomendaciones que francamente…