El vínculo entre los algoritmos y la libertad de expresión es una relación compleja. Un ensayo publicado por Revista Anfibia hace un repaso por estos conceptos, y entregaron algunas claves para que se generen medidas que regulen los mensajes contra grupos sociales. Aunque la monetización con estos enunciados masificados relega otra problemática, lo que hace preguntarnos cómo se pone límites a esta situación.
Aunque los discursos de odio (DDO) han existido siempre, cuando se publican en internet y en las redes sociales, es más probable que alcancen una mayor masificación debido a que los algoritmos les dan resonancia.
Y para reflexionar sobre cómo disminuir la viralización de estos, es necesario tener en cuenta algunos conceptos como los prejuicios, la libertad de expresión y las medidas que podrían tomar los Estados.
Un ensayo de los académicos Micaela Cuesta y Ramiro Parodi -del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA) de la Universidad Nacional de San Martín- publicado por Revista Anfibia se cuestionó el origen de esta clase de discursos, su relación con la amplificación en redes y cuáles serían estrategias para detenerlos.
Los autores consideran “falaz” el vínculo de la intoxicación de la democracia a raíz de los DDO que se observan en redes. “Siendo irreductibles las redes sociales a lo que sucede en “el mundo de la vida”, lo que habría que pensar es en qué grado aquello que ocurre en las redes sociales está habilitado por algo que la excede y en qué medida los principios que orientan las acciones en las redes performan con efectos subjetivantes otras prácticas”, dicen.
A su juicio, estos mensajes se potencian cuando son publicados, porque está probado que los contenidos “intensos” atraen la atención de los usuarios, capitalizando así una mayor permanencia en los sitios y un incremento de la monetización publicitaria.
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Tras un registro de enunciados de este tipo, los académicos de LEDA hallaron que los principales objetos de odio “se parecen, por ahora, bastante a lo que ocurre en nuestra sociedad. La mayoría son mujeres (patriarcalismo), le siguen funcionarios/identidades políticas (antipolítica) y, muy de cerca, “delincuentes/chorros” (punitivismo)”.
Por su parte, son críticos con la idea de que internet democratiza la pluralidad de voces, ya que habrían factores internos de las redes que no permiten efectivamente que esto se lleve a cabo.
“La lógica algorítmica no puede romper marras con los sesgos sociales que a través suyo se reproducen (y, en simultáneo, valorizan). La orientación de la atención, la elección y el consumo gestionada por la razón algorítmica tiende a nutrir disposiciones de autoafirmación. Así, lejos de alentar modos de la sospecha, la autorreflexión y la crítica, consigue las más de las veces favorecer la autocomplacencia y el conformismo que tantas semejanzas encuentra con el (auto)flagelo”, explican.
De esta forma, dicen que los discursos de odio en plataformas afectan no solo el derecho a la igualdad de trato, sino que también a la libertad de expresión de las personas.Y que se debería impulsar una responsabilidad estatal para regularlos, tal como ya se ha hecho en Francia y Alemania.