Pero, ¿realmente TODOS queremos que sea así? Está fuerte la cosa.
Jan Hoek lleva muchos años maravillando a algunos y ganándose el odio de otros por sus fotografías. El artista danés ha fotografiado indigentes, trabajadores sexuales trans y gente con enfermedades mentales, entre otros, en sesiones sacadas de revistas de moda que representan la manera de conectar con otros humanos del fotógrafo. Gracias a esta necesidad imperante de mirar a otros tres su lente (una forma de entrar en sus vidas, dijo a The Guardian), Hoek ha viajado a retratar directamente a sus objetos de estudio a lugares como Sudáfrica y New York, por ejemplo. “Mi intención era darle a esas personas el tratamiento de la realeza durante la sesión de fotos”, explicó.
Hoek ha dicho en varias entrevistas que su trabajo se acerca más al de un psiquiatra que de un artista. Para bien o para mal, sus fotos son un reflejo de personajes e historias retorcidas que te hacen pensar un poco. Nada mal para un chico que cuando grande quería ser un “homeless” en vez del típico astronauta o bombero. Con comentarios así es imposible no pensar que su mirada es más explotadora que consciente, pero al menos es honesto: “Cuando pequeño vi a un indigente tapado con cartones y revistas pornográficas, para mi era la persona más cool del planeta”.
Desde pequeño Hoek a tenido una adicción a las personas “outsiders” de esta sociedad y que mejor ejemplo que mostrar uno de sus últimos trabajos fue retratar durante 2 meses a pacientes de una clínica psiquiatra de New York en una extrañísima sesión de fotos.
La experiencia la tituló “Beatiful Distress”, un programa que el mismo define como arte para validar las experiencias de los enfermos mentales: “Era importante hacer algo con las personas del hospital, no solo sobre ellos”.
“Creo que siempre hay un grado de ética involucrado en la fotografía. Es casi imposible tomar fotos de gente sin que conscientemente, o de manera inconsciente, se crucen los límites y pasen cosas que no quieras o no esperas. Siento que esto a veces se cubre en la fotografía, pero lo que yo quiero hacer es mostrarlo todo el tiempo”.
A lo largo de su trabajo, Jan mira a sus personajes con gran admiración. Siempre buscando esas historias y personajes que hacen sus propias reglas y no tienen algún tipo de compromiso con la sociedad. “En realidad sus vidas me producen celo”, admite.
En sus exhibiciones, y haciendo uso de su habilidad como escritor, Hoek escribe pequeños (o grandes) textos en sus fotografías para darle una narrativa a las piezas. Esto permite que el espectador se haga cargo del acto de mirarlas, porque al mismo tiempo puede leer de primera mano la voz de los modelos y del fotógrafo, las razones de ese encuentro casual entre sujeto y objeto y los dilemas morales asociados a esto, porque no olvidemos que las personas que fotografía Hoek están al margen de lo social. “La diferencia entre una foto comercial, oportunista, y una pieza integra de arte puede ser tan pequeña como la nota escrita a mano del fotógrafo”, escribió De Groene Amsterdammer en la crítica a la primera exhibición en solitario de Hoek, 2013.
“Sé que no siempre viene de un lugar de alegría y felicidad, pero muchas veces estos forasteros son realmente creativos y tienen los pensamientos más originales. Realmente se atreven a vivir sus propias vidas y ese es el aspecto que quiero mostrar”.