Originalmente de China, el ramen es la comida nº 1 de Japón y sobrepasa con creces en popularidad en sushi, una comida más difícil de conseguir en la misma tierra dónde nació.
La pregunta típica después de volver a Chile fue si comí sushi en Tokio. Antes de ir, ya tenía una idea más o menos clara de cual sería la oferta de comida que tendría siendo vegetariana considerando que los japoneses tienen en su dieta base el pollo, cerdo, pescados y algunos mariscos. El pescado es el ingrediente base del sushi, junto con el arroz, entonces básicamente estaba fuera de las opciones.
Y aunque algo sabía, en todo el viaje, vi dos locales de sushi, que más encima eran de esos que te entregan los platos en una cinta transportadora.
En occidente, incluso las partes menos primer mundistas, creemos que Japón es sinónimo de sushi, rolls, sashimis, hosomakis…o así te lo muestra la carta del local que está al lado de tu casa. Desde la introducción de este estilo de comida tradicional japonesa en Estados Unidos en los 60, más relacionados con esas juntas de importantes ejecutivos en películas y a las estrellas de Hollywood por su “exitismo” y refinación, el sushi evolucionó tanto que ahora le podemos echar hasta palta (al estilo californiano, de ahí su nombre) y carne.
Y aunque los más puristas van a decir que eso no es sushi, lo es tanto como la pizza argentina, la de Chicago, la de New York o la con piña. En Japón, el sushi se come principalmente en bares, con un cocinero que te sugiere qué ordenar y prepara la comida frente a ti. No detrás de una especie de refrigerador para helados, sino que en tu cara.
El sushi es una comida única en si misma, algo que nosotros no entendemos. Si vas a un restaurant “japonés” puedes incluso pedir fideos, gyosas y toda clase de platos que entran dentro de lo que vendría a ser la comida de Japón. La elegancia del sushi hizo que, incluso, muchos chinos en Estados Unidos sean dueños de restaurantes de sushi, ya que el precio de éste es superior al de la comida china (el tipo de cocina más popular en EE.UU.) y las ganancias son mucho mayores (un menú de comida China es de 25 dólares, mientras que los de comida japonesa puede llegar hasta los 45 dólares).
Ya, la conclusión es que el sushi está escondido en esos rincones de Tokio, la ciudad con más personas en el mundo, en que un turista cualquiera no puede llegar, ya sea porque no sabemos donde están o son lo suficientemente caros para no ir, así que existe otro rey, más que absoluto, que se erige como soberano de la comida callejera: el ramen.
Sí, no shit man. Muchos hemos comido ramen, “ramen” de alguno que otro restaurant de sushi, o ramen instantáneo, incluso ramen hecho por inmigrantes japoneses en Chile, pero nadie te prepara a comer de primera mano uno, hecho completamente con ingredientes que nacen y crecen en Japón. Lo mejor es que me encontré con opciones veganas y vegetarianas en el camino.
Viajar siendo vegetariano (y en el caso de los veganos es peor) siempre es un ítem de preocupación.
En nuestras casas o trabajos tenemos controladas las cosas que podemos o no comer, dónde comprarlas y qué hacer en caso de emergencia, pero en un lugar desconocido es mucho más difícil ir a ciegas y preguntar si existe algo para poder comer. Cuando la lengua se desconoce es mucho peor, por lo que había que tomar algún tipo de precaución al respecto.
Sabía que iba a viajar a Japón por lo menos 5 meses antes, así que pesqué libro de turista que encontré, leí blogs y vi videos de YouTube para conocer las opciones. El panorama no era muy alentador al principio, pero algo tenía anotado por ahí. Sabía incluso cómo tenía que preguntar en un japonés muy rústico si me podían hacer un plato vegetariano.
El primero de los ramens me lo encontré en la Estación de Tokio, donde mismo salen los trenes bala (shinkansen) que recorren toda la isla/país y la calle de los personajes (Tokyo Character Street) animados más queridos de Japón. Bajo el suelo, porque la mayoría de los tokiotas viven encerrados (en el metro, en los restaurantes de las estaciones, en las miles de galerías con pisos y pisos infinitos). Era vegano, el caldo estaba hecho en base a zanahorias y llego de vegetales.
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Parece comida de casa, casi como una cazuela chilena, que llega al corazón con un caldo lleno de grasa cocida por horas y horas, con fideos resistentes al calor (por ende no se deshacen como los que compramos en el supermercado) gracias a sus propiedades alcalinas de la mezcla entre bicarbonato y harina, a veces con huevo, cerdo o solo vegetales, pero resulta que su origen no es precisamente japonés. El ramen llegó a la isla en el siglo XIX desde China y sus mercaderes y recién ganó popularidad cuando Estados Unidos ocupó Japón después de la Segunda Guerra Mundial, como una forma de que los japoneses no siguieran la senda del comunismo y terminaran jodiendo sus planes, así que les metió el trigo hasta por los ojos. “Cuando Japón más tenía falta de comida, más su gente se acercaba al Partido Comunista”, dijo el profesor George Solt a The New Yorker.
La otra oportunidad en que yo comí ramen fue en el Yokohama Ramen Museum, abierto en 1994, y por el que han pasado cientos de miles de chefs, famosos y cámaras de televisión queriendo probar esa parte de la historia de Japón a la que no podemos llegar. Era una hora estúpidamente temprano (un pelito antes de las 12), el desayuno seguía en mi estómago, pero ya estábamos ahí. Había que hacerlo.
Aunque la cantidad de restaurantes de ramen abundan por doquier en Tokio (y probablemente en todo Japón), sus dueños son pequeños comerciantes que llevan a tu mesa esas mismas recetas que aprendieron de sus padres y abuelos, y que muchos japoneses prefieren por sobre cualquier otro tipo de comida. Y esa misma suerte que corrió el sushi, el ingreso directo hacia Estados Unidos que lo convirtió en un plato deseado porque chefs famosos lo cocinaban, incluso hasta ganando estrellas Michelin, transformó esta comida de trabajadores en un plato deseado por todos.
Lo bueno de estar en Japón fue no tener que pagar más de 7 mil pesos chilenos por un plato, sentir el sabor real (incluso si su base era de miso) y añorarlos hoy desde lejos.