Javiera Ramírez: El camino de una guerrera que dijo “nunca más”

Javiera Ramírez tiene 22 años y estudia literatura. Hace un año pasó del muay thai al jiu jitsu y hoy es campeona mundial de su categoría.

por Javiera Ramírez

La primera disciplina que entrené fue muay thai, o box tailandés, en una academia que quedaba en metro Universidad de Chile.

Un día, el Pacific Top Team fue a hacer una seminario de jiu jitsu allá. Yo nunca había hecho jiu jitsu antes y a pesar de que me sentía como un pez fuera del agua totalmente, me gustó, me quedó el bichito, pero seguí entrenando muay thai un año más.

Finalmente, me salí y fui a una clase de prueba y me encantó, a parte de que el ambiente es familiar y son todos un encanto. Así que me quedé entrenando con ellos, en el Pacific Top Team a cargo del cinturón negro Juan Pablo García, quien además lleva la sede de California. Mis coaches son Fabián Soto, quien está a cargo de la sede en Chile y su esposa María Jesús Rojas.

Desde un principio siempre quise competir, aunque no sé si profesionalmente. Tenía el bichito de competir hace rato y después con los campeonatos de acá, con el Open de Viña del Mar o distintos campeonatos que fuimos yendo como equipo, me empecé a motivar más en competir. Muchas veces la gente piensa que la meta es demasiado grande pero se puede, trabajando duro y rodeándote de las personas correctas.

Gané un campeonato nacional acá y después vino el Open, saqué tercer lugar y de ahí me fui a California, y llevo un año entrenando. Además, soy vegana y, a pesar de que siempre necesitamos demostrar que sí podemos hacer deporte, eso no me hace menos fuerte ni apta para competir.

El 22 de octubre competí en Southern California para la Jiujitsu World League y el 28 en el mundial de la SJJIF en Long Beach, California. En ambos saqué oro en las categorías cinturón blanco hasta 61 kilos y cinturón blanco hasta 64 kilos, respectivamente.

Después, el 5 de noviembre en el Open de la IBJJIF, donde saqué bronce.

No ando por la calle diciendo que gané mis títulos. Uno tiene que dejarlo todo para llegar a ese podio, igual que mis compañeros y mis profesores; uno se da cuenta que el nivel al que está entrenando es un buen nivel nacional. Pero cuando sales del país y compites afuera no tienes idea de como entrenan los otros. Y muchas veces no puedes entender lo que le están gritando a la otra persona porque hablan en otros idiomas.

Yo no soy profesional, porque yo sigo estudiando Literatura en la Universidad Andrés Bello, donde soy ayudante de dos ramos, pero compito de manera profesional. Tengo 22 años y todavía pienso que soy amateur, porque no me dedico cien por ciento a esto. Profesionales son los que se dedican con todo, tienen academia y auspiciadores y normalmente son cinturones violeta, marrón o negro.

Yo entré a las artes marciales porque me pegaron en la calle, me sacaron la cresta por lesbiana y dije no de nuevo. Pero lo dije muchos años después. Tenía miedo de que eso que me pasó me ocurriera de nuevo, solo que nunca me atreví a dar el salto y decir quiero saber defensa personal, quiero entrenar o quiero perderle el miedo al contacto físico en ese sentido.

Conozco a mujeres que han sido golpeadas por su pareja, que han sido violadas, que han sido acosadas en la calle y que ahora entrenando jiu jitsu han descubierto como poder limpiar esa experiencia y transformar esa rabia, esa impotencia que genera, en un motor para mejorar ellas mismas sus propias técnicas de defensa personal.

Independiente, si algo te pasa en la calle, incluso para mi o alguien que sea de cinturones más avanzados, lo mejor es intentar reducir a la persona y salir corriendo, no quedarte ahí peleando. Tienes que tener las herramientas para controlar la situación, aunque sean mentales. Yo creo que el jiu jitsu tiene mucho de eso, de entregarle a la mujer herramientas mentales y físicas para poder lidiar con cualquier tipo de acoso, sea acoso físico, verbal o el típico hombre que se acerca y tu, por no tener la entereza adentro para decir “no quiero nada contigo” te quedas callada. Te ayuda a generar ese carácter.

De todas formas, no creo que sea la única manera en la que las mujeres se interesen; yo creo que hay mujeres que tienen ese ímpetu de guerreras, de querer ir y creo que también tienen otros tipos de trabas. Tienen la traba a perder su feminidad, que es súper común, que definitivamente tenemos que quitar. O si es la traba del acoso o de la violencia, yo creo que es justamente aún más importante trabajarlo desde ahí, del liberar esa tensión y canalizar esa energía de manera positiva.

Espero que más mujeres se interesen por las artes marciales porque es fantástico, las artes marciales cambiaron mi vida por completo y me encantaría que cambiara las de las demás personas.

Existen espacios muy seguros en los que se puede llegar a entrenar y no es necesario que te pongas a combatir con un hombre altísimo que pesa mucho más que tú y que es bruto. Hay muchas formas de enseñar, hay otros espacios, hay otros compañer@s acompañan en este viaje y que es súper necesario dar el primer paso. Yo entiendo que puede ser un poco aterrador, porque uno piensa que te van a pegar, que vas a salir con moretones en la cara, que te van a quebrar un brazo. Pero hay una cosa muy de empoderamiento en las artes marciales. Yo lo veo desde mi perspectiva de mujer y creo que es la de recuperar un espacio que se nos fue quitado; este espacio de la fuerza bruta.

A final de cuentas, el jiu jitsu no es tanta fuerza bruta, también tiene mucha técnica y mucha inteligencia, es justamente un deporte que le enseña a la persona que es más débil que puede ganarle a otro, de una mujer ganarle a un hombre. Hay un dicho que anda rondando que dice que el jiu jitsu le enseña a las mujeres que son más fuertes de lo que creían y a lo hombres que son más débiles de lo que piensan. La fuerza bruta de los hombres no lo es todo, la técnica le gana a la fuerza, definitivamente, y eso le da un espacio a las mujeres. Si tu vences a alguien que pesa 20 kilos más que tu y lo sometes, es un empoderamiento súper grande, de decir “¿Sabes qué? Sí, yo soy débil, no por ser mujer, sino que tengo menos fuerza que tú pero tengo esto otro”.

Esa es la recuperación de los espacios que es súper necesaria en estos momentos.

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