Justin Bieber quiere que experimentemos su alienación producto de la fama. La ironía es que aunque las plataformas de vidrio lo alejaban de nosotros, al mismo tiempo nos permitían entrar a la intimidad de su mundo interior.
Foto de portada: Jaime Valenzuela para DG Medios
Venir a un concierto pop a los 26 es tan distinto. No soy una abuela ni me cuesta correr, pero tras una seguidilla de canchas y plateas en que di todo de mí, me propuse disfrutar del Purpose World Tour desde una tribuna, y sin tener que pelear por mi asiento con uñas y dientes ¿Mejor? ¿peor? Eso quiero averiguar.
Son casi las 8 de la noche. El Nacional no está lleno, pero poco importa; los gritos de los asistentes cubren cada espacio con sus voces. Tras una visita en 2013 en el Club Hípico, y otra en 2011 en el mismo estadio, el ambiente recuerda a la primera vez que aterrizó Bieber en suelo chileno. Pero el Justin que se presentará ha cambiado. Siempre desde el pop, Bieber logró transformaciones camaleónicas. De lo pegajoso a lo oscuro, de la electrónica al R&B reflexivo. Son estados por los que ha pasado el canadiense en menos de 10 años de carrera. Con la predisposición de otras críticas en que el artista fue destrozado por su actitud, fui preparada para que Bieber se retirara en mitad del concierto, hiciera algún berrinche o algo por el estilo. Cuán equivocada estaba.
Tras una tibia presentación de los teloneros (un DJ set bastante aburrido, la verdad), las pantallas gigantes mostraron el logo del Purpose Tour. Con esa puntualidad a la que no estamos acostumbrados en Chile, apareció Justin Bieber en un cubo de vidrio, elevándose mientras sonaba ‘Mark My Words’. Allí comprendí la tónica del show, que tuvo impecables números coreográficos y backdrops (las gráficas visibles cuando el artista se cambia de ropa) que dieron contexto a esta puesta en escena. Ante todo, lo que quiere Justin es sentir la empatía de sus seguidores. Qué mejor que ‘I’ll Show You’ para ilustrarlo.
It’s like they want me to be perfect
When they don’t even know that I’m hurting‘Cause life’s not easy, I’m not made out of steel
Don’t forget that I’m human, don’t forget that I’m real
Act like you know me, but you never will“I’ll Show You”
Si hay algo recurrente en el show, es la idea de que el artista quiere que experimentemos su aislamiento producto de la fama, y esto lo pone de manifiesto cada vez que una estructura de vidrio lo rodea; cuando asciende en diversas plataformas dispuestas en el escenario para alejarlo lo más posible del suelo y cuando pide silencio para la sección acústica. El ambiente era tenso en principio, pero conforme pasaba el setlist, Bieber se relajó, sonrió y nos hizo parte de su mundo.
Con algo de playback por aquí y por allá al momento de bailar, pero con alta calidad vocal durante las pausas; eso es lo que esperamos de un artista pop. Sabemos que no son superhéroes de la voz y que, más bien, su tarea es crear una experiencia, no una ópera del Teatro Municipal. Eso es lo que los fans fueron a buscar al recinto de Avenida Grecia.
Provisto de pequeños guiños a sus discos anteriores (cantó una sola canción de su primer disco, y dos del segundo. De “Journals”, su tercer producto, ni luces), Bieber supo conquistar con sutiles gestos. En la canción “Children”, Justin recibió a cuatro niños bailarines. Mucho más distendido, llamó al público a aplaudirse a sí mismo por todo el apoyo que le han brindado. Allí conectó con la canción que da título a su más reciente disco.
Bieber guardó sus más recientes éxitos para el final, solo de batería de por medio. Para aquellos que siguen a Justin desde que comenzó su carrera, sabrán que el canadiense toca este instrumento desde su infancia, por lo que era crucial un espacio para que pudiera explayarse en la percusión. Más adelante, en una verdadera explosión de luces y pirotecnia, “Sorry” coronó una noche acotada, pero coherente en su ejecución.
En hora y media de espectáculo, el artista demostró calidad y, quizás coincidiendo intencionalmente con la letra de este single, Justin logró redimirse de su época de escándalos y polémica. Sus fans permitieron que, esa noche, Bieber pudiera expiar sus culpas. Qué mejor forma que ofreciendo un concierto graneado y ambicioso no solo en su infraestructura, sino en la confirmación que hizo el artista de la primera etapa de consagración de su mediática carrera.
Revisa también la historia de la vestuarista que nos reveló el backstage del concierto.