En “La Gran Esfera”, Guille Milkyway tira abajo el muro, juega con miles de referencias, actuales y pretéritas, superventas y undergrounds, revientapistas y rompecorazones.
Hemos estado esperando impacientemente la llegada de las nuevas canciones de La Casa Azul. Y es que estaba claro que no iba a ser un disco fácil. Después de haber alcanzado al gran público, de haberse paseado por el mainstream con su propuesta independiente, alejada de lo que el gran público estaba acostumbrado, de escucharse tanto en pequeños festivales independientes como en la vuelta de Operación Triunfo, de haber remezclado “Vivir Así Es Morir De Amor” de Camilo Sesto o haber reconstruido y reinventado todo un álbum de Nino Bravo de una forma magistral. De componer y producir los últimos grandes éxitos de Fangoria, de componer canciones para series de TV y películas, de ser jurado del talent show “Oh Happy Day” de TV3 o profesor en la academia de “Operación Triunfo”, de seguir con sus colaboraciones radiofónicas, de escribir en muchos medios, de componer y producir cinco canciones para la serie de animación infantil “PINY: Instituto de Nueva York” (en las que canta Ali Howard de LUCKY SOUL), de ganar un Goya con una rumba, de pinchar por los clubs más importantes de todo el país o hacer la última versión de “Sálvame” (popularizada en España por Bibi Andersen en 1980) para la cabecera del popular programa de Tele 5. Han sido tantas cosas, tan diferentes y sobre todo creadas siempre desde el espíritu más independiente y del amor más profundo a la música, que a Guille Milkyway se le puede definir como único e irrepetible y “La Gran Esfera” debería ser el disco que supusiese la confirmación, la eclosión definitiva, la eternidad.
Y es que, este disco hay que analizarlo desde dos enfoques muy diferentes. Por un lado, el de un artista cuyo discurso sigue rindiéndose a la evidencia del tiempo, que mantiene sus ensoñaciones espaciales, pero que se ve apisonado en las letras por la decepción, la realidad y el fracaso del ser humano, el pesimismo que escondía el escapismo que mostraba “La Polinesia Meridional”. Pero también desde la perspectiva de un autor que es un melómano implacable, una máquina infalible de triturar influencias, y que en este disco nuevo da un salto inaudito, transgrediendo una barrera que pocos se han atrevido a tocar: la que separa la música comercial de la música independiente, la que ha establecido tantos prejuicios que muchos artistas se han visto obligados a bordearla sin capacidad de volver a mirar atrás.
En “La Gran Esfera”, Guille Milkyway tira abajo el muro, juega con miles de referencias, actuales y pretéritas, superventas y undergrounds, revientapistas y rompecorazones.
Ya conocíamos esa declaración de intenciones que es “Podría Ser Peor”, la angustia de “A T A R A X I A”, con el afán de Guille por dotar a las nuevas sonoridades “urbanas” de melodía, de pop, de amor, de sensualidad… La elegancia altamente bailable de “El Momento” (canción incluida en el primer capítulo de “Elite”, de Netflix) o el trance de “Nunca Nadie Pudo Volar”. Cuatro avances que se convirtieron en éxitos inmediatos y en clásicos del repertorio de La Casa Azul nada más ver la luz, y cuatro canciones que además, multiplicaron por mil las ganas acumuladas por la llegada de “La Gran Esfera”.
“El Final Del Amor Eterno” es emoción y resignación, ese contraste entre letras tristes y músicas eufóricas que tan locos nos vuelve, y en cuyo arte este disco es un auténtico máster. “El Colapso Gravitacional” es una canción muy ELO del siglo XXI, que conecta la Electric Light Orchestra de los 80, de “Twilight” o “Secret Messages”, con el sonido y la producción actual y la electrónica pop francesa de la última década.
“Ivy Mike” es un hit R’n’B, es “trap erótico”, es una mezcla sorprendente de A$ap Rocky, Barry White, Frank Ocean y Superfurry Animals y es probablemente la culpable del deshielo en el Ártico.
“Hasta Perder El Control” es la demostración de que Guille recuerda perfectamente de donde viene: soul, pop espídico, bubblegum… La Casa Azul en pleno siglo XXI, recorriendo todas sus referencias musicales pero dotándolas de toques de contemporaneidad en el sonido, como los breaks que mezclan los sonidos urbanos y el trap con un subidón hacia un estribillo totalmente clásico. Sin olvidar por supuesto esos vientos heredados de The Style Council. ¿A alguien se le ocurre alguna etiqueta para clasificar todo esto? “Saturno (Todo Vuela)” suena a Beck, a Helen Love, a Sundara Karma, a Circa Waves, a The Vaccines, a eurodisco trotón, a Ramones, a fiesta intergaláctica.
“Gran Esfera” cierra el disco por todo lo alto, la conexión musical con “La Niña Mas Hermosa”, la canción que despedía “La Polinesia Meridional”, los finales clásicos de La Casa Azul que parten de las producciones de Phil Spector, de la dulzura de The Ronettes, de la grandiosidad melódica de The Beach Boys y todo ello aderezado con Mac Demarco o Her’s, con el tono épico de Foxygen o el dreampop de Beach House.
Porque… ¿Qué es “La Gran Esfera”? ¿Es la conciencia de una existencia dolorosa? ¿La celebración agridulce de un planeta lleno de vida y dolor? ¿Una visión planetaria de la condición humana? Costaría muchas líneas profundizar en todas las lecturas, analizar todas las direcciones en las que apunta un disco poliédrico, complejo, pero al mismo tiempo altamente bailable, sin ninguna concesión a los medios tiempos, adictivo y pegadizo, como buena marca de la casa. Ahí reside su grandeza. Ahí reside su dificultad. Ahí es donde podemos empezar a descifrar el desafío, la increíble propuesta que ha puesto encima de la mesa Guille Milkyway. ¿Estáis preparados para mirar dentro de “La Gran Esfera”?