Ya han pasado 20 años desde que Aquarium viera la luz y se convirtiera en el soundtrack de todos los tagadá en Chile.


Aquarium, la placa debut de Aqua, fue mi primer CD. Nunca voy a olvidar lo que era escuchar un repertorio de discos que parecían infinitos en las tiendas de la difunta Feria del Disco, mientras mi mamá se dedicaba a comprar y alimentar el capitalismo de mall. Esa era mi guardería infantil, donde daba los mismo si los niños se quedaban solos un rato porque en esos tiempos no se conocían casos como los Madeleine McCann, por lo que simplemente éramos yo, mi belleza extra linda y los audífonos sucios que vibraban junto a los beats de Aqua. Aquarium estaba ahí, esperando por mi, mientras al lado mío una vieja gritaba las canciones de Ricky Martín. Ni la señora, menos estar en un mall, impidió que “Doctor Jones” se robara mi corazón.

Ese fue el primer álbum que sensibilizó mis tobillos, grasa y cuerpo para conectarme con lo mejor del eurodance hasta estos tiempos. El disco parte con Happy Boys & Girls, la canción que acompañó toda mi adolescencia homosexual. Todo era hermoso. Todo era feliz. Sus beats eran, y son,  la clave de la felicidad que necesita el mundo, sobre todo hoy, y todos aquellos chicxs que necesitan dejar el sufrimiento de lado para entregarse al amor y la propia verdad.

Luego venía My Oh My, donde el mundo de Aqua revivía una fantasía que sólo Katy Perry puede llegar a superar. El cuarteto formado por Lene Nystrøm, René Dif, Søren Rasted y Claus Norreen cambiaron la forma en que yo veía las cosas y la manera de acercarme al pop europeo de los noventas, donde en esos tiempos mi pieza se transformaba en la pista central de la Blondie. Luces apagadas y mi cama que simulaba ser un cubo; eso era lo único que necesitaba para sentir que carreteaba con Aqua. Respect forever a mi infancia.

Barbie Girl fue el hit que los llevó a la fama y, a la vez, llegaron a recibir una demanda por parte de Mattel por supuesto “plagio” del mundo plástico favorito de las niñas de mi generación. Pero nada de eso importaba cuando la nada de virginal frase “You can touch, you can play” se convertía en el nuevo preámbulo discotequero, mientras yo seguía bailando con Donors por alrededor de mi habitación.

La voz de René Dif era la que todo matinal, radio y porno con guión necesitaban. Su voz penetró mi oído con Doctor Jones, donde cada sonido me transportaba la fila donde esperaba ansioso por subirme al tagadá o al crazy dance y fantasear que todos nos convertiamos en vedettos y streapers de discoteque por un doctor calentón que venía a sacarme a bailar con el poder de su corazón. Lo mismo me pasó con los hits Lollipop y Roses Are Red.

Las rosas son rojas, nos cantó Roces Are Red, canción que debió haber sido el soundtrack oficial de Fantasilandia. Aqua y sus productores sabían perfectamente lo que estaban haciendo; eran parte de una generación noventera obsesionada con los sinterizadores y un sonido plástico, que competían directamente con la depresión perpetuada por el grunge y Kurt Cobain.

Gracias Aqua, por abrir el portal del eurodance en mi corazón. Gracias Aqua, por ser la inspiración de Katy Perry y tantas otras artistas pop actuales. Gracias Aqua, por seguir manteniendo con vida los especiales de la Blondie. Gracias Aqua, por mostrarme una realidad que sólo mi cerebro podía apreciar. Y gracias Aqua, por demostrar que el pop no es solamente gringo. Ahora miro con nostalgia los 20 años que han pasado desde mi primer CD y me quedo con las ganas de haber tenido más edad en esos años para haber dado mi primer beso en la pista central de la Blondie con Doctor Jones de fondo.

¡Larga vida a Aqua!