A llorar como un bebé se ha dicho.

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Lágrimas, palabras del alma.

“Lloran las rosas” – Cristian Castro


Antes de entrar en la ciencia, en la psicología, e incluso en el fitness, recurramos a la sabiduría ancestral. La de las abuelas, y mamás. Porque en realidad, seamos honestos, difícilmente esto era algo que tu papá o tu abuelo te iba decir.

Al menos si eras un niño, creo. Pero no es el punto. Si o no que cuando eras chicx y estabas como conflictuadx por algo, cosas chicas probablemente, de pendex, pero cuando te notaban como frustrado, aproblemado, con los ojitos abiertos de par en par brillando como estrellas en el cielo negro, a punto de largarte a llorar.

Así:

Te decían: llore…DESAHOGUESE.

Desbloquear, aliviar, tranquilizar, abrirse, expansionarse, son algunos de los sinónimos que se aplican directamente a desahogarse, que a su vez es como el verbo abstracto que se asocia directamente al verbo concreto, a la acción de llorar.

Entonces, la verdad no me explico por qué no lo hacemos más seguido. Por qué le dejamos esa acción terapéutica solamente a los bebés, que más encima ni siquiera tienen la decencia de hacerlo en silencio, sino que nos enrostran a todo decibel y con soberbia el privilegio que tienen de llorar por absolutamente cualquier cosa que se les ocurra en sus pequeñas cabezas y lisérgicas mentes, a cualquier hora que se les venga la regalada gana.

Y claro, la pediatría dirá que no lo hacen por joder, sino que es su forma de comunicar que tienen hambre, sed, frío, miedo, calor. No podemos envidiarlos por eso, ni mirarlos feo cuando lo hacen, porque también tuvimos nuestro momento de gritar como un animal herido solamente porque llenamos de mierda el pañal.

Luego, de niños, sollozamos más que nada cuando nos caemos o nos pegamos o nos hacemos daño de alguna forma torpe, como una reacción natural, biológica, porque llorar, según explica la psicóloga Isabel Serrano Rosa, en una columna muy buena publicada en El Mundo, “activa el sistema parasimpático, el que usamos para relajarnos y segrega opiáceos, los analgésicos naturales”.

Más de adolescentes, siguiendo la línea de tiempo, nos ponemos emo y lloramos porque nos gusta alguien y no nos pesca y nos ponemos a escuchar Dashboard Confessional. Porque te fue mal en una prueba, porque querías ir a una fiesta y no te dejan, o etc. (Por supuesto que también puede haber razones ciento cincuenta mil veces menos banales, pero vamos, que es la generalización, ejemplos de que en la adolescencia el llorar se empieza a asociar a algo psicológico, frustración, pena, rabia, etc. más que solamente algo físico).

Y reconozcámoslo, uno se sentía inmediatamente mejor, aliviado, después de echar afuera unos buenos lagrimones.

Un pequeño desvío antes de llegar a lo beneficioso que puede ser dejarse llevar por las ganas de lloriquear durante la adultez: la razón real, fisiológica de por qué lloramos tiene que ver con que el ojo secreta este líquido salado para limpiar e hidratar el ojo, y protegerlo de bacterias, etc. Esas son las lágrimas basales.

Las lágrimas reflejas son las que el ojo dispara para proteger el globo ocular de sustancias irritantes, como la cebolla o el gas pimienta.

Después están las lágrimas síquicas, que son a la que nos estamos refiriendo.

Otro dato interesante que estos tres tipos de lágrimas tienen una composición proteínica diferente.


Llorar te hace fuerte

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Acá podemos ver a Spiderman sollozando para ganar energía y derrotar a sus enemigos.

Investigando al respecto (en realidad sentado solo en el balcón sintiendo un ahogo terrible) llegué a este video. Me pareció sumamente interesante porque si bien se sabe que hace bien, que es un liberador de stress, que ayuda a lidiar con un luto, con el dolor físico, con la frustración, que provocan compasión, empatía y un infinito etcétera, al final se sabe más o menos, porque tampoco se habla mucho sobre el hecho de llorar.

Es una dicotomía, por un lado “se sabe” que hace bien, pero por otro es super poco aceptado socialmente, al punto que a uno incluso estando solo le cuesta hacerlo. Es como ser estítico pero de lágrimas, porque supone que la testosterona limita la capacidad de llorar. “La testosterona de los chicos parece inhibir el llanto mientras que la prolactina de las chicas aumenta la posibilidad de llorar”, dice la psicóloga Isabel Serrano.

Vamos con el video del que te hablaba.

Es de un Youtuber que habla de fitness y psicología o autoayuda llamado Elliot Hulse, que tiene un enfoque bien interesante sobre el tema. Dice más o menos así: “Yo lloro bastante, al menos una vez al mes, puede ser por ver Happy Feet o películas de Disney que veo con mis hijos, también mucho por alegría, la cosa es que he aprendido que tiene una capacidad de hacerte mas fuerte (…) Mucho de esto tiene que ver con que llorar es una respuesta espontánea del cuerpo a ciertas emociones y bloquear eso, la fuerza que requiere impedir esa respuesta natural te hace tensar tus músculos y no te permite respirar correctamente (…) Mi invitación es es a aceptar y celebrar las reacciones naturales de tu cuerpo, a dejar de reprimir las lágrimas cuando estés angustiado y verás que tu cara y tu cuerpo se sentirán mejor, y llegarás a ser una versión más fuerte de ti mismo”.

No sé a ti pero a mi todo eso me hace harto sentido.

Probablemente la próxima vez que te sientas angustiado, triste, enojado, o incluso extremadamente feliz sea mejor no apretar la cara ni morderte los labios y dejar salir nomás un buen llanto con hipo y mocos colgando. Es bien probable que después te sientas mucho mejor.

DESAHÓGATE.

Al menos así lo aconseja Yoko Ono.