El año pasado Obama decía que la guerra contra las drogas terminó y con eso surgieron intereses renovados en la posibilidad de que drogas clasificadas como sustancias controladas puedan utilizarse como terapia. La marihuana medicinal era solo el comienzo, una aceptación algo lenta, pero sin duda constante. Otras investigaciones muestran el potencial terapéutico de algunos alucinógenos al reducir los pensamientos suicidas y otras complicaciones psicológicas.

“A pesar de los avances en salud mental, las tasas de suicidio en EEUU no han bajado mucho en los últimos 60 años”, comenta el doctor y autor del estudio Peter S Hendricks, profesor asistente en el Departamento de Comportamiento de la Universidad de Alabama, en Birmingham, en un comunicado de prensa. “Este estudio sienta las bases para investigaciones futuras para probar la eficacia de los clásicos psicodélicos para controlar las cifras de suicidio, además de patologías asociadas con el aumento de riesgo del mismo”.

Hendrick y su equipo evaluó las respuestas de más de 190.000 participantes en la Encuesta Nacional de Uso de Drogas y Salud. Descubrieron que quienes usaban alucinógenos como dietilamida de ácido lisérgico o LSD, hongos psilocibios y mescalina al menos una vez en sus vidas eran 19% menos susceptibles a episodios de aflicción psicológica, 14% menos susceptibles a reportar pensamientos suicidas durante el año pasado, 29% menos de ellos planearon un plan suicida y 36% menos susceptibles a cometer suicidio, según PsyPost.

Aunque el estudio no fue capaz de determinar el porqué de los efectos, otra pesquisa dio con resultados similares. “Ningún estudio responde a todas las preguntas”, comentaba a AL.com. “Pero necesitamos ser capaces de seguir los indicios que los estudios nos entregan. Ahora nos sugieren que estas sustancias pueden ser beneficiosas para la salud mental”.

El LSD y otros alucinógenos aumentan la actividad cerebral al captar receptores de serotonina, los mensajeros químicos del cerebro. Lo que resulta en un aumentado sentido de conciencia y capacidad sensorial, así como la recuperación incontrolada de recuerdos, alucinaciones, percepción alterada del tiempo, además de otras reacciones físicas y mentales. En medio de todo esto, les permite a las personas ver el interior de ellos mismos –sus pensamientos y comportamientos- y percibir lo que ven con otra luz.

Los estudios han mostrado que estas drogas tienen el poder de ayudar a las personas a lidiar con enfermedades mentales. En una investigación de 2014, el psiquiatra suizo Dr. Peter Gasser encontró que pacientes con enfermedades terminales que consumieron LSD de manera controlada pudieron controlar sus emociones y ansiedades –específicamente, el 20% de los niveles de ansiedad. 12 meses más tarde (todos los pacientes seguían con vida), una nueva revisión mostró que sus niveles de ansiedad se mantenían más bajos.

“Los mecanismos de los que hablamos son experiencias místicas que pueden ser reformadoras”, nos dice Hendricks. “Puede ser una epifanía, como en los fantasmas de Scrooge. Tu personalidad, tus valores, tu ánimo pueden cambiar en un breve periodo”.

El estudio es uno de los muchos que han surgido y que retornan a los alucinógenos al espacio psiquiátrico –ya que la investigación de los posibles beneficios se terminó una vez declarada la guerra contra las drogas. Las investigaciones deben llevarse de manera controlada, por lo que es de esperar que los gobiernos comiencen a solventar estos trabajos, además de nuevas políticas y protocolos en la Administración para el Control de Drogas (DEA). Los resultados finales podrían resultar siendo como los de la marihuana, una aceptación creciente de los alucinógenos para uso medicinal.


Este artículo apareció antes en Medical Daily.