John Fryer se subió en 1972 a exponer en la convención anual de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) y explicó que él pertenecía al gremio, pero a su vez era gay, lo que hasta entonces era entendido como un diagnóstico de trastorno mental. Gracias a su discurso se eliminaron diversas leyes discriminatorias, pero su legado no fue reconocido hasta décadas después.
“Soy homosexual. Soy psiquiatra. Yo, como la mayoría de ustedes en esta sala, soy miembro de la APA (American Psychiatry Association) y estoy orgulloso de esa membresía (…) Esta noche intento hablar por muchos de mis compañeros miembros homosexuales en la APA”.
John Fryer, de entonces 34 años, se subió a exponer en la convención anual de la APA cubriendo su cara con una máscara de Richard Nixon. Y en un discurso de 10 minutos, explicó porque la homosexualidad no era una enfermedad mental y “describió el mundo secreto de los psiquiatras homosexuales”, relata The New York Times.
Esto fue en 1972 y provocó un punto de inflección en los derechos de las personas homosexuales. Un año más tarde la APA eliminó el diagnóstico, y así el sustento jurídico para diversas normas discriminatorias para las personas gay: el derecho al empleo, ciudadanía, vivienda, tener la custodia de sus hijos o participar en el ejército.
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Y aunque sus palabras fueron revolucionarias, Fryer no le contó prácticamente a nadie lo que había hecho. Durante toda su vida ser gay le había traído consecuencias en el ámbito familiar, laboral y familiar. Sin embargo, tras participar por años de APA Gay -una agrupación secreta- planificaron la intervención. Junto a su pareja, un estudiante de arte dramático, crearon el disfraz y lo convencieron de hacer el discurso.
“Sentí una gran libertad, una sensación de libertad inmensa”, diría años más adelante, después que fuera reconocido como “el doctor Anónimo”.
Esta semana se celebró el 50° aniversario de su discurso y en Filadelfia (su ciudad) se declaró el 2 de mayo como el Día de John Fryer. Tuvieron que pasar décadas para que la historia reconociera el valor de declarar algo así, que involuntariamente devolvió derechos fundamentales a miles de personas en Estados Unidos.