Si vives o llevas viviendo un periodo lo suficientemente largo en la ciudad, sabrás que existen ciertos lugares que merecen la pena visitar…tan solo un par de veces


No había sacado la cuenta hasta ahora pero llevo 7 años viviendo en Santiago, tiempo suficiente como para conocer algo de la ciudad que me acogió de mala gana entre smog y departamentos de cañerías rotas con olores de procedencia extraña y desconocida.

Durante esos años pude ver cómo la ciudad se ha transformado rápidamente en un lugar entretenido gracias al ingenio de sus habitantes como también por el agregado cultural y gastronómico que aporta la inmigración (aunque ciertos individuos opinen lo contrario)

Hoy en día podemos ver familias practicando yoga un domingo por la tarde en algún parque; o amigas tomando cerveza con cannabis por Barrio Italia; e incluso la noche ofrece afters con temáticas japonesas donde puedes bailar animé a las 6 de la mañana (pero de eso hablaré más tarde)

En resumen: la población comenzó a apropiarse de los espacios que han ido surgiendo por Santiago dándole a nuestra capital un renacimiento que muy pocos esperaban, porque después de todo, la ciudad siempre ha sido considerada de paso por turistas que toman un bus a Valparaíso apenas llegan a nuestro país.

¿Cuál es la reputación de Santiago realmente? ¿Nos encontramos frente a una ciudad turística que puede cumplir con la demanda de los viajeros tanto nacionales como extranjeros?

Y por último y para dejar de lado las interrogantes ¿Llevaríamos a un turista a los lugares que diversas páginas de internet recomiendan?

Probablemente no y por estas razones en particular.  

Costanera Center

Es difícil imaginar Providencia sin el llamado mall más grande de américa latina -porque sabemos que no fue necesaria su construcción en una ciudad pequeña y en pleno corazón de una comuna que lo es todavía más-. Calificado como un momento de características falocéntricas erguidas por Horst Paulmann para completar la maqueta de Sanhattan, todavía no podemos acostumbrarnos a su presencia ni menos conformarnos con que este sea el monumento definitivo que representa la ciudad.

Por qué lo odiamos: Llegó para provocar atochamientos en una de las intersecciones más concurridas de Santiago además de perjudicar el comercio local con la apertura de grandes tiendas que generan filas donde puedes perder gran parte de la tarde. Además, la distribución de su comercio se despliega por todo lo que parece ser un espacio infinito de corredores blancos e interminables escaleras eléctricas haciendo imposible salir a la brevedad del lugar.

Por qué amarlo: Uno de los aciertos de Costanera Center es que su gran tamaño llamó la atención de grandes exponentes gastronómicos y se puede comer muy bien en el lugar. La Barra Chalaca por ejemplo, es uno de los mejores restoranes peruanos de su tipo en Santiago y luego de probar su chupe de camarones se te olvida que estás en un mall. Además, existe un mirador muy bonito para ver Santiago en su máximo esplendor (cuando no está nublado ni hay premergencia ambiental por supuesto)


Pueblito de los Domínicos

Durante todo este tiempo pensé que las tiendas que recorren las callecillas empedradas del pueblito eran antiguas casas de frailes que vivían su vida plantando verduras mientras batían ollas de manjar casero. Pero no es así. De hecho la Iglesia de los Dominicos formaba parte de un fundo y las casitas que vemos con artesanía eran establos donde guardaban caballos. De alguna forma, el lugar se capitalizó y convirtió en una parada no obligada para turistas que dan vueltas por el lugar sonrientes esperando encontrar algo que nunca llega.

Por qué lo odiamos: Principalmente, porque es muy caro. Su oferta gastronómica tampoco es del otro mundo con pasteles de choclo que pueden costar el triple si se compara con su competencia además de ser un lugar demasiado alejado de todo lo interesante que puede ofrecer Santiago. Ni hablar sobre su tienda de mascotas.

Por qué amarlo: finalmente su lejanía es un plus para escapar de todo el caos que produce una ciudad y es un buen sitio para hacer el perfecto regalo de despedida para ese amigo/a de intercambio que no verás nunca más.


Mercado Central

Es un lugar emblemático que provoca orgullo nacional manteniendo un flujo inamovible de personas que repletan sus cocinerías todos los días. Sin embargo, este flujo asegurado implica que no exista una propuesta vanguardista respecto a los nuevos platos que podrían aparecer en este espacio que se resiste a cambiar con el paso de las décadas. Como una parada obligatoria para todos los turistas asombrados por el tamaño de los indios pícaros a gran escala que pululan por todo el lugar, la sensación que nos deja visitar el Mercado Central puede ser decepcionante si no vamos con la información apropiada.

Por qué lo odiamos: no existe una división clara de los negocios provocando una sobrepoblación de pequeñas mesas donde no hay espacio suficiente si vas en compañía de un grupo de amigos. Además, la especialidad del lugar son los mariscos cuyas preparaciones son carísimas en Santiago (y contraria la creencia popular, este lugar no es la excepción). Por último, La Vega Central está ganando cada vez más adeptos por sus precios módicos y porciones generosas siendo una competencia bastante fuerte para el lugar.

Por qué amarlo: Aquí tuvo lugar la teleserie más vista de la historia de Chile y se le rindió homenaje al Peyuco cuando (alerta de spoiler) murió a manos del que sería nuestro ministro de cultura años después. Hablamos de un espacio imprescindible de Santiago y le perdonamos todo al fin y al cabo. El Mercado Central funciona si ponemos atención a los consejos de los asiduos del lugar y si vamos a principios de mes, mejor todavía.


Cerro San Cristóbal

El parque natural “más grande del mundo” ha sido calificado por diferentes usuarios en TripAdvisor como un espacio caro y sobrevalorado además de ser otra trampa perfecta para turistas. Su zoológico ha estado bajo la mira de diferentes organizaciones animalistas por el mal cuidado que tienen sus animales, y si bien la situación ha cambiado durante los últimos años, su medidas de seguridad dejan mucho que desear.  No existe un buen lugar para comer en todo el cerro y los precios de sus snacks dañan nuestro bolsillo (se recomienda llevar sanguchitos)

Por qué lo odiamos: El cerro intenta ser muchas cosas, desde un lugar para admirar la fauna silvestre hasta un sitio de encuentro para católicos que llegan hasta los pies de la estatua de la virgen María en su cumbre. Esta diversificación provoca que se intente demasiado sin lograr un objetivo claro sobre lo que el cerro quiere ser. En verano hay que ir muy preparado y no se ilusionen por el parque japonés del lugar…en serio.

Por qué amarlo: Gracias a la insistencia de los mismos santiaguinos, el cerro se ha transformado en un enclave importantísimo para hacer deporte y la reapertura de su teleférico le devolvió parte de su identidad.

Vista desde el cerro en la tarde (nada mal)

Templo Bahai

Una de las religiones con menos fieles de Chile recibe a gran parte de la población en su templo aunque esto suene contraproducente. Finalmente esta “atracción” no ofrece mucho porque después de todo, es una iglesia como cualquier otra. Sin embargo se convirtió en uno de los must para las cuentas de Instagram nacionales haciendo que sus puertas se repleten pese al difícil acceso del lugar.

Por qué odiarlo: reiterando, su acceso es muy dificultoso y sin auto es técnicamente imposible realizar algún tipo de procesión por la zona. Tampoco hay internet en el lugar así que olvídate de Cabify para regresar. Puede que demores más intentando llegar al templo que estando en el mismo y si te decides por ir ten ojo con el clima.

Por qué amarlo: puede ser la solución a tu búsqueda espiritual si no te molestan los selfie sticks que pululan por la zona. Además, ir a Templo Bahai es una carta segura para adornar tus redes sociales y solo tu experiencia personal dirá si vale o no la pena.