El amor por la música, el paso de la juventud a la adultez y la marginalidad son parte de las temáticas que aborda Piola, la ópera prima del director Luis Alejandro Pérez, quien usó la historia de su juventud en Quilicura para llevar al cine una historia de tres jóvenes buscando su lugar en el mundo.

Piola cuenta las aventuras de tres adolescentes en la zona norte de Santiago.

Narra lo que les ocurre durante un fin de semana. Son jóvenes inmersos en la cultura del hip hop y que quieren filmar un videoclip.

A través de pequeños elementos aleatorios o aparentemente inconexos, vemos el momento en que dejan de ser adolescentes y se enfrentan al mundo adulto.

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La cinta participó en la competencia nacional del Sanfic 2020 y se espera que este año pueda hacer su estreno online, tomando en cuenta la contingencia del covid-19.

Pérez nos cuenta que para retratar la vida de los jóvenes en Quilicura fue “un ejercicio de honestidad autoral”.

“Me parece más honesto cuando los creadores hablan desde lo que conocen, desde lo que saben. Quilicura es donde yo vivo, donde yo crecí y me parecían super atractivos los paisajes, los lugares, las locaciones. Esta ciudad media industrial con descampados, con tranques, con líneas de tren, con cerros, con muros de fábricas grafiteados. Me parece que había un contraste súper lindo entre una ciudad creada para el trabajo y cabros que se resisten a estar en estos lugares y que crean estas resistencias culturales”, dice.

¿Por qué encontrarse importante retratar el hip hop en el cine chileno?

El cine siempre ha tomado al hip hop desde el mismo lugar y el cine norteamericano siempre se apoderó de esta narrativa.

Me pasaba que a mí como rapero me gustaban las películas de raperos. Me encanta la música y la historia, pero no son muy representativas de la realidad latinoamericana y menos de la realidad chilena. En general, la historia de los raperos latinoamericanos no son historias de ascención a la fama, al éxito, mansiones, rap gangsta, prostitución, drogadicción. Si bien hay elementos de eso, en general es otro mundo el que se vive acá. En general, los raperos más exitosos tienen otras pegas.

Hay otros que lo han logrado. Pero en general, es otra realidad que se vive y siento que por ahí va el mundo que muestra Piola, que es el hip hop mucho más cercano al que uno ve o acostumbra ver en el cine.

¿Cómo son los jóvenes que retrata la película?

Son jóvenes de mucho talento, pero pocas oportunidades. La película habla de ese momento donde no perteneces a ninguna parte. Dejas de ir al colegio y el mundo adulto te empieza a exigir que trabajes. A estos cabros los echan de la casa, de la sala, de la fiesta, incluso cuando están grabando en la calle, los echan de la calle.

Tú te preguntas ¿Dónde van estos muchachos? ¿Cuál es su lugar? Y su lugar está en ellos mismos, con su grupo, su música, haciendo su hip hop, ese es su lugar.

Suena como un retrato a la frustración.

No sé si la frustración, pero sí a la falta de espacios. Nace básicamente de la realidad que veía yo. Yo vi a amigos que eran super talentosos haciendo rap, pero a la mañana siguiente tenían que volver a ser cocineros, volver a trabajar de chofer. El sueño de dedicarte a hacer arte o de vivir del arte, un imposible.

Yo he visto cabros que han roto esta muralla. Por ejemplo, está el caso del NFX, que es un cabro super talentoso en el rap y que estuvo metido en la película, incluso casi la protagoniza y era extraño para mí, porque él sí rompió este molde, rompió esta lógica de que tu le dices a tus viejos que te quieres dedicar al arte y es como que te vas a suicidar o te vas a morir de hambre. Este cabro le dijo a su vieja, “quiero hacer rap” y su vieja le dijo “dale”.

Se salió del colegio, se dedicó a hacer rap y la rompió, pero son casos puntuales y atípicos.

En el trailer se ve a estos jóvenes en la sala haciendo una disertación, pero en vez de hacer su presentación cantan un rap hablando de la realidad del país, cuéntame sobre esa canción.

Esa es una canción que escribí el 2007 o 2008.

Es parte del núcleo de la película. Es una letra que sigue siendo actual hasta el día de hoy. Habla de una realidad que no era muy bonita de Chile y sigue intacta. Y claro, el freestyle ha dado herramientas a los jóvenes, pero en la película no nos centramos en eso. Nos centramos más en los raperos más viejos, más de los escritores.

 

¿Cómo se trabaja con la idea de la marginalidad sin estigmatizarla?

Es importante hablar de este tipo de sujeto social porque yo no lo había visto retratado en el cine nacional. Siempre el cine nacional habían sido historias sobre la marginalidad en sí y siempre la gente que narraba estas historias no pertenecían a esta marginalidad.

El cine chileno siempre ha tenido una distancia, no tiene una pertenencia. Siempre se trató de gente de plata bajando a la población a hacer retratos de miseria, porno miseria, turismo en la pobreza.

Tuvimos mucha delicadeza en tratar el tema de los flaites, no era un tema que queríamos dejar como una caricatura como siempre se hace, tratamos de no meternos ahí. Para mi es un mundo súper interesante. Creo que merece una película en sí mismo. El mundo flaite se volvió muy audiovisual de un momento a otro. Se apoderaron de las cámaras, se apoderaron de su estética y en algún momento van aparecer estas películas.

Nosotros queríamos hablar de la periferia, de la marginalidad de clase media, de cabros que sí quieren estudiar, pero no pueden. Para mí son cabros super talentosos, tremendamente cultos, pero tienen que trabajar, tienen que llevar de comer a sus casas y no pueden dedicarse a lo que realmente quieren.

¿Crees que la película refleja el Chile actual?

La película está muy emparentada con los síntomas que derivaron en el estallido. Hay una familia embargada, hay familias que están completamente fragmentadas. Hay cabros que tienen que trabajar y rendir, pero no tienen mucha garantía de lo que van a hacer después. Cabros que hacen algo bacán como un videoclip y son reprimidos.

Una de las críticas bonitas que recibimos cuando estuvimos en Sanfic y Málaga era que habían discursos implícitos en la película, pero que ésta no era un panfleto o un discurso súper obvio, sino que es una película con narrativa, que muestra estos mundos.

Yo creo que son la clase de jóvenes a los que el Estado chileno les sacó los ojos, son cabros que estarían ahí protestando porque no tienen nada, no tienen nada que perder.

¿Por qué te interesó hacer una película sobre jóvenes?

En los personajes está esta idea de que van a poder vivir de la música. Que es algo hermoso porque crees que todavía tienes futuro, pero como espectador te causa una suerte de risa porque sabes que eso no va a ocurrir. Entonces, te provoca una suerte de ternura.

No quería mostrar personajes inteligentes. No me interesan los personajes que reflexionan y que tienen la vida resuelta. Por lo mismo el protagonista es un personaje más observador, que está rodeado de personajes siempre hablan más y que tienen rollos mucho más marcados, sin embargo, cuando él rapea ves toda una visión de mundo súper crítica. Me parecía mucho más interesante que se viera en ese contexto que diciéndoselo a sus amigos o a sus viejos.

Es un personaje que aguanta, que guarda, pero que cuanodo rapea, dices wow. Ahí se produce el quiebre.

Me interesaba mostrar la adolescencia como es: torpe, impulsiva, fuerte, atrevida y también soñadora.