Esta es una nueva historias de L0V3.txt, dónde tu nos envías tus historias de amor y nosotros las publicamos (e ilustramos) <3.
No sé si alguna vez seré suficiente
Estoy apostado todas mis fichas
Supongo que tiendo a empujar mi suerte
Últimamente creo que estaremos bien
Es tan cliché decir estas cosas pero la repetición es la clave
Creo que estoy mejor cuando estoy contigo
Pero me preocupo cuando me dejas
Creo que necesito aprender a amarme a mi mismo
Debo aprender a ser fuerte
Así que por ahora nos despediremos aunque me duela el corazón.
Khai Dreams, Ultimately
Por Marcial Parraguez
*Este texto está escrito con o sólo para efectos de lectura, lo que no significa que quien escriba sea hombre.
Recuerdo todas esas tardes después de alguna pelea con mi mamá, encerrado en mi cama, tratando de encontrar todas esas razones para no pensar tan seguido en el suicidio como solución a mi nula implicancia con las ideas que tenía de mí viviendo mis 20.
Hago un esfuerzo en obligarme a sentir, a vivir experiencias de quiebres o a entretejer redes de sufrimiento que me ayuden a volver a lo que la gente podría llamar constante desgracia, pero que para mí es un lugar cómodo, de tranquilidad, de bienestar.
Pese a que me invito a vivirlo todo, como decía Fiona Apple cuando le decían loca o Jessa Johansson de Girls, cuando entro en dinámicas amorosas o de relaciones libres sin ningún tipo de ataduras y conscientes, por sobre todo conscientes, de la existencia o ausencia de límites, trato de salir. No puedo disfrutar, ser feliz o pasarlo bien, entretenerme o querer extender mi estadía. No puedo. Mis amigos constantemente me dicen que conozca a alguien y cuando lo hago me piden que termine porque no me hace bien.
No soy hombre. No me identifico como hombre y tampoco dentro del género masculino. Lo rechazo completamente, tanto la identidad como las practicas violentas que surgen a través de estas características.
Sobrepienso, me exijo salir de ahí, trato de arruinarlo todo y cuando no encuentro razones en la superficie me detengo hasta arruinar mi cabeza con hechos que bajo ninguna directriz de mi lineamiento político se podrían justificar. Siento rabia, pena, me entierro en tristeza. Pienso no ser suficientemente bueno, lindo, inteligente, maduro o inmaduro, gordo o flaco, estudiado o leído; culto. Pienso que no estoy a la altura de las circunstancias, que debo limitarme. Pienso que no puedo funcionar, que yo no puedo funcionar, que quizá este no es mi estilo, que no puedo en este momento adentrarme en estos procesos.
Estas excusas paranoicas van y vienen, son pensamientos ilógicos que carecen de metodología, sólo llegan a mí. Creo lazos entre situaciones inconexas, entre fantasías y dolores, sólo para recordarme que debo finiquitar mis deseos y asumir que mi confort está en la inmensa libertad que entrega el sufrimiento victimizante.
Al parecer los ataques de angustia son los únicos que me permiten tomar decisiones, que no son siempre las mejores. Me ayudan a observar con más cuidado los momentos por los que estoy pasando que me llevan a estas crisis. Creo que quienes vivimos estas situaciones debemos ser más responsables con nuestra salud mental. Saber decir que no, salir de ahí, dar un paso al costado, permitir que las otras personas entiendan que esto no tiene nada que ver con ellas, con lo que pueden entregar, con lo que quieren entregar o con cómo ven las relaciones, las cosas, las palabras, los tiempos o las personas. Tiene mucho más que ver con cómo a veces todas las partes quieren situaciones distintas; hay gente que quiere más de lo que le entregan u otra que necesita diferentes estímulos para estar bien.
Creo que esto está bien, no podemos exigir más a quien no puede dar más, eso sería irresponsable. Es por eso que creo que saber cuándo dar un paso al costado sólo muestra tu cuidado personal y también el entusiasmo que tienes porque las otras personas también se sientan bien, más seguras y puedan encontrar con quienes compartir lo que puedan y quieran. Es lo más bonito para todos, saber cuándo hay que desistir de las expectativas e idealizaciones.
Aguantar y esperar han sido los consejos que con más frecuencia me toca escuchar. Espero, hago caso, aguanto, hago caso. Espero a sentir que estoy en un lugar cómodo que me hace bien, pero no lo encuentro. Aguanto las cancelaciones a última hora, los planes que no se cumplieron, no por mi falta de compromiso, sino que por terceros. Sostengo todo esto, me dicen que espere, que no sea ansioso. Pasa de nuevo. Ahí está, otra vez el mismo consejo. Me dicen que se pasará con el tiempo, que no puedo pedir tanto. En mi cabeza pienso que no estoy pidiendo tanto.
Sólo quiero verlo, juntarme con él, pasar tardes entretenidas, ver películas, juntarnos a hacer nada, a leer, a fumar, a conversar, a saber más del otro, a entendernos como sujetos políticos no binarios dentro de un contexto abusivo y violento en el que a quienes nacen con pene se les obliga a seguir líneas de masculinidad que tienen su origen en la violencia. Quiero divagar en sueños, perder el tiempo, escribir juntos, ver las peores películas, pasear y no encerrarnos en la monotonía.
No se trata de vernos todos los días, todas las tardes. No se trata de responder los mensajes con inmediatez, de que hablemos todo el día o que estemos pendiente del eternamente. No. Se trata de encontrar momentos para construir algún lazo significativo que nos haga sentir bien entregándonos el uno al otro una sacudida del pensamiento heterosexual. De dejar de lado prácticas heterosexuales violentas.
En estos contextos me parece complejo pensar en situaciones que no me lleven a buscar tristezas. Estoy inmerso en tristezas innecesarias, sufrir por necesidad, victimizarse como un espacio de comodidad. Hay que salir de ahí, sobre todo cuando sabes qué es lo que te inserta en estos lugares; hay que quererse igual. Difícil, sobre todo si vives constantemente con inseguridades polarizadas en tus más grandes miedos.
Quizás las relaciones no son para mí. Ninguna. De ningún tipo. Y eso está bien. Los tiempos solos, los tiempos solteros, los tiempos felices son mejor que estar en una relación y tener que enfrentarme a esos miedos e inseguridades, porque me he acostumbrado a tener otras preocupaciones. Mientras trato estos problemas en mi cabeza, preferiré seguir escapando hasta que logre hacerme cargo. Ustedes también deberían.
Marcial Parraguez es periodista feminista, activista y disidente sexual.
Ilustración de portada: José Jara
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