Fue el último lugar en el que se vio con vida a Víctor Jara, uno de los músicos más importantes de latinoamérica. También, hoy es Monumento Nacional. Pero la crisis de violencia, migración y comercio ambulante han provocado el deterioro de su entorno y un olvido de la memoria histórica que conserva. Por eso la Fundación que lleva su nombre quiere tomar el control del recinto para potenciar su uso cultural, ayudando también a cambiarle la cara a su vecindario. “Estamos en el epicentro de una gran crisis social, cultural y delincuencial. Nosotros queremos ser parte de la solución”, dice su director, Cristián Galaz

La estación de Metro más cercana al Estadio Víctor Jara es Unión Latinoamericana. Los pasillos hacia la salida son estrechos debido a los vendedores ambulantes que tienen sus paños en el piso con carcazas para celulares, dulces y ropa de invierno. En el exterior la vereda sur de la Alameda y la que rodea al Portal Edwards, por la que hay que caminar para llegar al recinto deportivo que en dictadura funcionó como centro de exterminio, también están colapsadas por carpas azules, donde la oferta va desde frutas hasta zapatillas de marca.

Al llegar a la esquina con el pasaje Arturo Godoy, el piso de baldosas amarillas, es una mezcla de cemento con manchas irregulares y charcos de agua. Las paredes están grafiteadas y entremedio de los autos estacionados hay algunos colchones y carpas instaladas. Arriba, dibujado, aparece la figura de Víctor mirando hacia el horizonte en un antiguo cartel blanco y negro.

Un hombre de unos 60 años pasa por debajo suyo comiendo frugelés y tira los papeles al suelo. Otro se levanta de su colchón situado justo afuera de las entradas principales del recinto y cruza a la pared del otro lado de la calle para orinar. Así es la fachada del mítico Estadio Víctor Jara, en el corazón del Barrio Meiggs. 

Hoy, uno de los lugares más problemáticos del país, debido a los diversos hechos de violencia que se han registrado en manifestaciones escolares, enfrentamientos entre comerciantes, o marchas como la del Día del Trabajador, que culminó con una periodista baleada, Francisca Sandoval.

El gobierno se vio obligado a anunciar un plan de intervención para el territorio, que derivó en enfrentamientos de vendedores y Carabineros durante esta semana, cuando la fuerza policial desalojó cientos de puestos que se habían tomado calles enteras y las veredas del sector.

En su interior, el estadio está prácticamente vacío. Esa tarde solo había un recepcionista, que minutos pasadas las seis de la tarde salió junto a las mujeres encargadas del aseo que estaban en los pisos superiores. Y quedó un guardia, que comenta que actualmente solo se hacen “algunos campeonatos” al mes y unas clases de karate. También dijo que unas horas antes Carabineros había llegado hasta el pasaje para desalojar a comerciantes que se estaban instalando a vender. 

“Al segundo día del Golpe de Estado aquí fueron traídas miles de personas que se convirtieron en prisioneros políticos. Se convirtió en un centro de exterminio y de tortura. Mujeres y hombres, provenientes muchos de ellos de la Universidad Técnica que estaba aquí al lado, y de los cordones industriales que fueron tomados presos y se instalaron acá”, cuenta Cristián Galaz, cineasta y director ejecutivo de la Fundación Víctor Jara.

Uno de ellos fue el cantante, emblemático representante de la Nueva canción chilena, pilar de la música latinoamericana y asesinado en la dictadura de Augusto Pinochet. Parado en la escalera de la galería norte del estadio, Galaz apunta hacia un asiento pintado de blanco y dice que fue “en ese lugar donde los prisioneros lo vieron por última vez”. 

El estadio que lleva su nombre es Monumento Nacional desde 2009, pero a juicio de Galaz, “el tratamiento que tiene no es de Monumento Nacional. Aquí tú ves que hay mucha indignidad. No en el estadio mismo, porque está bien conservado y limpio, pero afuera en el pasaje y en los entornos no ha habido una preocupación (…) Y no hay un reconocimiento del Estado que esto es, antes que nada, un sitio de memoria”. Considera que es un espacio con mucho potencial para la promoción de los Derechos Humanos y para la “pedagogía de la memoria”, pero que actualmente no se explota con ese objetivo. 

Las entradas principales del Estadio Víctor Jara están inutilizables. Su exterior funciona como estacionamiento, baño, y decenas de personas que prácticamente viven ahí. Créditos: Fundación Víctor Jara

Por eso la Fundación está solicitando que se le entregue en comodato la administración del recinto que actualmente ejerce el Instituto Nacional del Deporte, para darle un uso más provechoso. Galaz argumenta que en el ámbito cultural, artístico y de memoria, son ellos los únicos que lo aprovechan. Desde el 2017, por ejemplo, organizan anualmente el Festival Arte y Memoria que reúne a destacados músicos en honor al cantautor, y también hacen visitas guiadas de vez en cuando. Con su proyecto de renovación del estadio, explica que quieren “desarrollar un centro cultural, una escuela artística popular, un museo de sitio y un centro de documentación que recoja la memoria con un archivo oral de todos los que sobrevivieron. Hay una serie de iniciativas que proponemos de manera integral para enfocar esto como un lugar que puede tener muchísima actividad pero siempre respetando la memoria que requiere”. 

A la vez, buscan ayudar también a la crisis de su vecindario. “Estamos al lado de Barrio Meiggs, en el epicentro de una gran crisis social, cultural y delincuencial. Nosotros queremos ser parte de la solución de eso y creemos firmemente que una forma de hacerlo es destinando estos grandes espacios a que transformen la atmósfera que aquí se vive (…) Lo que queremos es abrirlo a la comunidad con respeto y dignidad. Si esa dignidad que nosotros queremos imprimirle a este espacio -al estadio y al pasaje- pueden lograrse, podremos lograr también que gran parte de este barrio recobre algo de su dignidad”.

A desalambrar el Barrio Meiggs

El asesinato de Francisca Sandoval por parte de comerciantes del Barrio Meiggs hace unas semanas sería solo la gota que rebalsó el vaso de una crisis territorial que viene arrastrándose hace años en el sector.  

“A cualquier vecino de acá le puedes preguntar y te dice que viene de hace ocho, diez años atrás. Esto empezó con una política de arrinconamiento de todo lo que no querían en el centro de Santiago, como los comerciantes ambulantes y la gente en situación de calle. Este espacio se utilizó muchos años para ser albergue, siendo que no tenía ninguna condición: a la gente se le juntaba en el pasillo bajo la galería norte y se construían literas en un lugar sin ventanas para 300, 400, hasta 600 personas. ¿Eso es dignidad? ¿Eso es un albergue? Dejaron este espacio como patio trasero de lo que ‘no sirve’. Todas esas políticas de décadas fueron arrinconando a la gente acá y hoy día tú ves el resultado”, dice Galaz. 

Sobre la población migrante, el director dice que es una oportunidad. Cuenta que han llevado a cabo proyectos juntos. “Vemos una mezcla cultural interesante y queremos que eso tenga expresión en este espacio”, dice el cineasta. En cierto sentido, entiende la frágil situación en que se encuentran en Barrio Meiggs. “Lamentablemente llegan a Chile y no se les ha recibido de buena forma: no se les dan las oportunidades, se les niega las visas de trabajo y todas las opciones. Por lo tanto, lo único que pueden hacer es vender cosas en la calle”, sostiene. 

En septiembre del año pasado la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, fue al recinto, y cuenta Galaz que en la visita ella dió su apoyo a un proyecto que habían propuesto en años anteriores para una intervención urbanística del pasaje Arturo Godoy. 

Consultamos a la Municipalidad si efectivamente creían que una renovación del recinto y su entorno podría aportar a la crisis del Barrio Meiggs, y señalaron que “la transformación del espacio urbano con una mirada integral, es un aporte sustancial para mitigar las externalidades negativas de un espacio mal utilizado. En este sentido, la renovación del Estadio y su entorno se convierten en un avance concreto en la habilitación del espacio público como espacios de encuentro social y de rescate de la memoria histórica y urbana”.

Cuenta el director de la Fundación que “nosotros hace como cuatro años elevamos un expediente al Consejo de Monumentos para que el perímetro del Monumento Nacional incluyera al pasaje, porque ahí también ocurrieron hechos relatados por sobrevivientes que hablan de cómo allí se maltrató, e incluso se fusiló a gente”. Por eso también han proyectado una renovación completa del pasaje que propone un cierre perimetral nocturno, nueva pavimentación, luminarias, bancas de descanso y lugares para food trucks. También con “valores asociados a la memoria”: pretenden que el último poema de Víctor Jara “Somos cinco mil” -que fue escrito al interior del ex Estadio Chile y cuenta su experiencia preso por la dictadura- sea escrito en mosaico a lo largo de todo el pasaje. 

La institución edilicia señaló también que el recinto “es un espacio inserto en un barrio sumamente versátil y dinámico. Si hablamos de proyectos integrales, este es un factor que no podemos disociar a la hora de pensar su uso. Esto, sumado a la importancia histórica que tiene para nuestro país, lo posiciona como un espacio que va más allá de lo meramente deportivo, convirtiéndose en un potencial polo de rescate patrimonial y encuentro social”.

Evitaron referirse a la propuesta de impedir el ingreso al pasaje. “Más que hablar de un cierre creemos que el enfoque debe dirigirse a la rehabilitación urbana del pasaje, generando condiciones propicias para que sea utilizado de buena manera por vecinos y vecinas, por lo que se vuelve necesario aplicar estrategias urbanas integrales que logren recuperar el espacio público al servicio del buen vivir de los diversos actores que confluyen en este lugar. Con ese objetivo se están realizando acciones coordinadas con otras instituciones del Estado para el despeje de toldos en el sector y control del comercio ambulante”, explicaron desde la Municipalidad. 

En el pasaje Arturo Godoy también ocurrieron crímenes de lesa humanidad durante la dictadura. Dentro del proyecto de renovación del espacio se busca hacer un mosaico en el piso que recite el último poema del cantautor: “Somos cinco mil”. Créditos: Fundación Víctor Jara

El derecho de la memoria

Cristián Galaz explica que están en una extensa agenda de conversaciones en el contexto de la solicitud que, según él, habrían hecho oficial semanas atrás cuando conversaron con la Ministra del Deporte, Alexandra Benado. También han tenido contactos con el director del INDH, la Subsecretaría del Ministerio de Justicia, la unidad de DD.HH. del Ministerio de la Cultura y la cartera de Bienes Nacionales. 

POUSTA consultó sobre el tema al Ministerio del Deporte, entidad responsable del Instituto del Nacional del Deporte que administra actualmente el Estadio Víctor Jara, pero señalaron que la ministra Benado se encontraba con licencia, por lo que fue imposible tener una respuesta oficial.  Sin embargo, manifestaron que “en los próximos días” habrá una reunión específica para evaluar este tema.

Galaz manifestó que han tenido buena acogida desde las instituciones gubernamentales y que “vamos a ir logrando juntos desarrollar de la mano este proyecto”, pero agregó que “sin recursos no tenemos ninguna posibilidad. Nosotros no vendemos nada, a los más libros relacionados con Víctor y sus discos, pero eso no da para financiar ni siquiera una milésima parte de lo que queremos hacer acá”. 

En ese sentido, apela al compromiso estatal que quedó establecido en los Informes Valech y la Comisión Rettig por la memoria que “dice explícitamente que el Estado debe financiar sitios de memoria justamente para prevenir la no repetición de estos hechos”. 

También aprovecha de pedir a otras instituciones de DD.HH. ligadas a la cultura y el arte “para que nos echen una mano y levantemos este proyecto que pueda cambiarle la cara a todo este espacio y su barrio que tanto lo necesita. Pero también para dar respuesta a las víctimas que pasaron por acá, y poder decirles que su memoria está resguardada en dignidad”. 

Atardece en el límite sur de Santiago Centro. Algunas carpas de las calles colindantes se empiezan a desarmar, y un camión se estaciona en la entrada del pasaje Arturo Godoy para ser cargado con lotes y lotes de mercancía. Un grupo de vagabundos se recuesta en sus colchones pegados en la entrada principal del Estadio, que alguna vez recibió a la gente para que viera grandes espectáculos artísticos, deportivos, o también que sufriera crímenes, torturas y asesinatos. El rostro de Víctor sigue ahí, paciente. Y ahí seguirá, resguardando su memoria y la de todos sus compañeros.