El miedo de mostrarnos con una personalidad distinta (más extrovertida e interesante) en lo online que en lo análogo es una pesada carga al momento de concretar un encuentro físico con alguien que conocimos a través de una aplicación o una red social.
Pareciera ser que la soberanía de Internet nos ha traído más perjuicio que ventajas en el mundo del amor. En base a un inspirador post de Rolling Stone, filosofamos respecto de la dificultad para desarrollar tu vida amorosa cuando estás casado con la tecnología.
Nacidos en una época de transición entre un mundo que recién integraba a Internet en la vida cotidiana y un entorno donde ésta forma parte de todo nuestro quehacer, encontrar el balance puede ocasionar más de un dolor de cabeza. ¿Qué queremos realmente: libertad absoluta para no formar lazos duraderos o la seguridad de que encontraremos a nuestra “alma gemela”? Todo apunta a que aún estamos tratando de averiguarlo.
Cuando apps como Tinder, Grindr o Happn proliferan en nuestros teléfonos móviles, también lo hacen nuestras inseguridades. El miedo de mostrarnos con una personalidad distinta (más extrovertida e interesante) en lo online que en lo análogo es una pesada carga al momento de concretar un encuentro físico con alguien que conocimos a través de una aplicación o una red social.
Así las cosas, no hay que sorprenderse cuando prácticas como el ghosting (o sea, “desaparecer” de la vida virtual al bloquear e ignorar por completo a otra persona) pasan de ser una anécdota que le ocurrió a un amigo de un amigo a, quizás, el recurso desesperado al que acudimos para terminar con la incomodidad de una cita Tinder que no llegó a buen puerto.
Otro aspecto con el que nuestra generación lidia es esa idea implantada de que no nos conformamos con nada. Esto aplica, también, para las parejas; nos da tanto miedo que se nos pase “el indicado”, que tememos que incluso nuestras relaciones actuales no sean las ideales. De ahí que la idea de seleccionar gente en Tinder es tan atractiva: no tenemos que medirnos, podemos dar like a destajo, incluso al que no nos gusta tanto, porque ¿qué tal si es el amor de mi vida?
De acuerdo con el Pew Research Center – instituto con base en Washington que se dedica a estudiar tendencias en la población – solo el 5 por ciento de las personas que se encuentran en relaciones estables o que están casadas se conocieron en línea. Esta cifra apuntaría a que, pese a lo dispuestos que nos mostremos a detallar nuestros encuentros sexuales en grupos de WhatsApp, y de la cantidad de aplicaciones que nos creen perfiles para desplegar nuestros mejores atributos, de todos modos preferimos la forma tradicional de establecer conexiones más sólidas.
Ryne Sherman es psicólogo clínico y desarrolló una investigación que se adentra en si son los millennials la generación del ‘agarre’. En el estudió, Sherman analizó la actividad sexual de una muestra de estadounidenses entre 20 y 24 años, y los comparó con quienes tenían esas edades en los años ochenta. Contrario a lo que el clima tecnológico quiere implantar, la cantidad de jóvenes que nunca han tenido sexo en ese intervalo etario es mayor que en la de los jóvenes de los ochenta (15 por ciento versus 6 por ciento).
¿Se debe al miedo a contraer infecciones de transmisión sexual? ¿A no dar el ancho en el momento de la acción? Sea cual sea la razón, lo cierto es que vivimos en un mundo de estímulos a lo que no necesariamente queremos responder. Quizás porque la idea de conocer a nuestras parejas de forma virtual aún no golpea tan duro en las películas románticas es que no nos imaginamos de esa manera.
No son fáciles los tiempos para los que fantasean con el amor análogo.