Conversamos con Mirella Granucci, autora del libro “12: un año para entender el amor”, una obra que perfectamente podría convertirse en una serie de Netflix.
Parece un guión de una película, pero todavía no lo es. Por mientras, es un libro con una premisa muy parecida a algo que definitivamente veríamos hoy en Netflix o una reversión de Cómo perder a un hombre en 10 días, pero millennial. “12: un año para entender el amor” (2018, Plaza Janés) es la primera novela de Mirella Granucci, 29 años, brasilera, conductora de radio, artista, actriz y ahora escritora publicada; un experimento social que ella misma decidió tomar y que finalmente se convirtió en una versión ficcionalizada de los hechos por los que decidió pasar.
“Lo confieso: soy adicta a las citas. No al sexo. A las citas. A las primeras citas”, escribe en las primeras líneas la narradora, que se llama exactamente igual que la autora, motivada por confesar que esas cientos de encuentros que tuvo no pasaban más allá de un café a media tarde: “El libro nace del proceso en que yo estaba, de estar adicta a citas, a primeras citas, y un amigo me pregunta que por qué soy adicta, que qué está pasando, que eso es algo que me hace mal. Ahí es cuando yo digo que eso no está bien y de verdad empiezo con el proceso de hacer algo, no un libro precisamente, sino como si fuera una terapia alternativa de entender, de volver a entrar en relaciones y estar ahí un rato, entregarme un poco. Ahí decido hacerlo”, cuenta Mirella.
Con apenas un par de semanas a la venta, se ha convertido en un éxito y las copias se han ido agotando, y decenas de mujeres (algunos hombres) le han escrito directamente a Mirella en su cuenta de Instagram lo mucho que les tocó el libro: “Me han llegado comentarios súper positivos, de hombres y de mujeres, más de mujeres claramente, pero con mucha identificación. Mujeres que también me dicen que hacía mucho tiempo que no terminaban un libro y terminé el tuyo en un día. Al final fue una búsqueda póstuma de la escritura encontrar mujeres que se sienten solas o que no siguen la norma, porque está bien estar con 12 hombres en un año, no soy una maraca por eso. No es terrible, es lo que te hace feliz, lo que te hace bien y aprendí mucho de mi”.
“Una mujer me dijo que había roto en llanto después de terminar el libro, y me dijo tu libro me enseñó a quererme y para mi eso es más importante que cualquier cosa que me podrían decir. Creo que es eso, que está todo bien, porque estar bien es una elección más allá de lo que pasa alrededor tuyo. Afuera la gente puede pensar que está todo perfecto, pero por dentro hay algo que no te tiene feliz, que hay algo en ti que te mantiene estancada ahí”.
Fue una decepción amorosa, o muchas quizás, la que motivaron a Mirella (la real y la de mentira) a embarcarse en un experimento romántico: estar con 12 hombres distintos, uno por mes, desarrollar un vínculo y, a pesar de los sentimientos involucrados, terminar dicha relación a fin de mes. ¿Pero cómo?, se preguntarán.
La única diferencia de Mirella con muchos de nosotros es la de racionalizar una conducta que muchos hemos desarrollado como generación, esa de pasar por varias micro relaciones, salir herido y volver a estar arriba al día siguiente, porque siempre existe una próxima oportunidad a la vuelta de la esquina, es una fiesta o en una aplicación. Quizá hasta tu mismo pasaste por 12 o más vínculos efímeros en un año, así que no nos hagamos los locos.
Aunque aquellos hombres que se encontró en el camino parecen más arquetipos que hombres reales, no es difícil reconocer en ellos o en ella una conducta que hemos desarrollado y que por comodidad hemos negado, incluso sabiendo que nos hace miserables. También, Mirella toma esa adicción a los encuentros casuales (en su mayoría intelectuales, otros sexuales) y desarrolla una especie de terapia alternativa, en paralelo a la que hace semanalmente con su terapeuta (que aparece en la novela), donde deconstruye sus miedos, sus ideales, la fobia a la soledad y, al mismo tiempo, la necesidad imperiosa de conectar sin mayor esfuerzo.
“Las mujeres chilenas son bacanes y el problema es que no ven cuan bacanes son”
Pero Mirella Granucci, la escritora, ya escribió, editó y lanzó su libro. “Cuando yo escribo o lo leo es el momento en que tomo distancia, para ver cómo fueron las cosas, cómo reaccionó ese personaje. Encuentro que es positivo porque hay cosas en las que no me voy a poder hacer trampa, y espero que otras mujeres lo lean y no se hagan trampa. Hay códigos silenciosos súper estructurados, convenciones sociales, que no son verdades absolutas. Ayer me preguntaron en un canal que ‘¿qué le pareció a tu mamá?’ y yo dije que mi mamá estaba súper orgullosa de escribir un libro en otro idioma, de estar en otro país, y que bueno que le estoy dando una entrevista a una persona de mi generación que entiende lo que es eso”, agrega.
¿Qué sientes ahora que el libro está publicado?
Me siento súper contenta, porque es un proceso muy fuerte terminar un libro y ver gente manoseando tu libro, leyéndolo, pero más que todo me siento muy feliz por los mensajes que me llegan de mujeres sintiéndose acompañadas, porque cuando llegué a Chile entendí que esa era una de mis metas como artista, escritora, de hacer que las mujeres fueran más cercanas porque veía mucha competencia, la inseguridad entre nosotras. Las mujeres chilenas son bacanes y el problema es que no ven cuan bacanes son, y estoy muy orgullosa de ver que mujeres de todo el país me escriben con confianza. Eso es lo que me tiene más contenta de todo el proceso del libro, porque estoy logrando lo que yo quería y con todo lo que hago, que es acercarme a la gente en una sociedad tan cerrada. Quería salir del nicho en el que Chile silenciosamente me pone, quiero llegar a otras personas que por la convención social yo no podía llegar. Eso me deja feliz.
¿Cómo te encuentras tú hoy con respecto amor?
Me encuentro más tranquila en los temas del amor. Tenemos una necesidad de saber si queremos estar en pareja, si lo queremos, dónde queremos estar. Ponemos mucha energía en muchos temas, porque el hecho de que yo haya puesto energía de mi vida para hacer todo eso hizo que entendiera que hay muchos aspectos de la vida que son iguales de importantes, y una como chica que vio demasiadas películas Disney cree que no. Como mujeres de esta sociedad tenemos una cosa muy fuerte con la pareja con la que estamos o cómo el estado civil que elijo me define demasiado como persona. Los hombres no tienen ese peso que una a veces carga. Me puse más autosuficiente en temas amorosos, entender que sí, el ser humano necesita amor, pero puede venir de otros lados; puede venir de amigos, familia y no necesariamente de una pareja, de miles de chicos que uno puede toparse.
Todo es superable y si no estás con esa persona por algo es, no hay que darle más vueltas. Siento que a veces nuestra generación entra en zonas de confort, hechas para que no nos desgastemos tanto, que siento que hay una parte de nosotros que busca algún tipo de desafío, y por ende algún tipo de sufrimiento. A veces siento que queremos entrar en el amor para perder, para sufrir, para decir “ay, la estoy pasando mal”, porque resulta que la calefacción funciona, porque tengo un trabajo bacán, etc. Tenemos muchas ventajas. Ayer me preguntaron que por qué escribía del desamor, y no alcancé a responder, y es porque siento que es el único sufrimiento que realmente he vivido, que puedo ser sincera sobre eso. Sería una oportunista si escribiera de otro tipo de dolor en este momento de mi vida si no fuera ese, porque sería mentira. Porque tengo una vida bacán. El libro es eso, que por qué entramos en relaciones para pasarlo mal, aunque te juran que no, porque yo entré en relaciones queriendo sentir la montaña rusa. Y también: amor y relación son palabras distintas, que no deberíamos confundirlas. Amor es un sentimiento maravilloso, lindo, no humano, aunque se acerca pero para mi es una cosa divina, y las relaciones son humanas, llenas de defectos. La religión es un instrumento para hablar de Dios, y las relaciones son un instrumento para “entender” el amor. Y está todo bien ser una mujer soltera, porque una puede sola. Como un hombre.