Mon Laferte dijo que “es lamentable que en el festival musical del año sea más importante un vestido. Es un poco vergonzoso para el mundo”, y tiene toda la razón.
México, desde que el mundo contemporáneo es lo que conocemos hoy, es una especie de refugio/Meca para artistas chilenos que quieren triunfar. Conocidos son los casos de Los Bunkers, La Ley, Kudai, Los Tres y Los Ángeles Negros que encontraron allá su encuentro con el estrellato, unos más pasajeros que otros, en tierras ajenas y cuyo legado se expandió por toda Latinoamérica. A Mon Laferte le pasó lo mismo.
Monserrat Bustamante Laferte, conocida participante del difunto programa caza talentos de TVN “Rojo, fama, contrafama”, se fue con sus sueños de ser una cantante famosa al país que ha visto nacer a los baladistas más importantes de música latina. Sin asco a su pasado en el género romántico y con un inteligente uso de sus influencias musicales (que van desde el metal al folclor) abrazó al territorio mexicano y creó una persona-cantante de renombre.
Pero Mon Laferte sabe de momentos difíciles. La oriunda de Viña del Mar comenzó a cantar a los 9 años, momento en que supo que esto iba a ser lo que haría durante toda su vida, y a los 13 pasó una temporada en el conservatorio de su ciudad natal, pero terminó eligiendo la noche para continuar cantando. A los 18 años, y siempre con el objetivo de ser una estrella, y de paso ayudar a su mamá, entró a Rojo. Después de su paso por el show, terminó en México, donde vive hace 10 años. Volvió a tocar en pubs, bares, el metro del DF y hasta le diagnosticaron un cáncer a la tiroide en 2009 que la tuvo un año fuera. Ahí fue cuando todo cambió.
De Monserrat Bustamante pasó a ser Mon Laferte (en un homenaje al apellido de su madre) y con tres discos editados vuelve a Chile a presentarse en el Festival de Viña del Mar, como jurado y como artista invitada. Mon tuvo el primer acercamiento con el público chileno en un festival en la pasada edición de la Cumbre del Rock Chileno, donde contra todo pronóstico fue uno de los números más aplaudidos.
Nadie es profeta en su tierra, aunque todos quieran serlo. A Mon Laferte le llegó la fama en tierras lejanas, pero que valoran sus raíces y su sincretismo cultural de migrante. No nos pueden sorprender las declaraciones de la artista al diario La Tercera en que reconoce que su pasada por el Festival ha sido incómoda. Después de pasar por la alfombra de la gala usando un traje que utilizan las mujeres de la etnia zapoteca, la prensa del espectáculo lo tildó de inapropiado para esa clase de eventos sin siquiera saber su origen.
“Me dio vergüenza lo del vestido, fue una estupidez. Siento vergüenza con México, que piensen que Chile es así, cuando este país no es así. Es un sector de la gente y no todos los chilenos pensamos de esa manera (…) Es lamentable que en el festival musical del año sea más importante un vestido. Es un poco vergonzoso para el mundo”, dijo a La Tercera. Chile no te merece, Mon. Por lo menos no ese país que se obnubila con vestidos de diseñador europeo y niega el mestizaje de nuestra sangre.
El que te merece es ese que canta tus canciones. Que está feliz porque tienes un single con Juanes, pero con él como invitado en tu tema y no al revés. El que reconoce que en tu legado hay tanto de México como de Chile, como también de amor y desamor, con tintes de música cebolla y electropop. Mon Laferte es, probablemente, una de las mejores cantantes que ha salido del país en la última década y cementa el camino de más músicos chilenos que quieren perseguir lo mismo.
Ahora nos queda esperar que su presentanción, el día sábado 25 en Viña del Mar, deje callados a los que no comprenden la fuerza de Mon Laferte.