Con la cuarentena hemos llegado a lugares de Netflix que no sabíamos que existían, y lo que más nos sorprende de eso es que no sabemos por qué. Existen varios films originales de la gigante de streaming que por alguna razón no son tan populares (especialmente de países europeos), pero que sí tienen lo suyo.

Fue lo que me pasó con Mortel (Mortal en español). La empecé a ver sin haber oído hablar nada de ella, y cuando la terminé rutinariamente la googleé para leer reseñas y reflexiones del final. A sorpresa mía no encontré casi nada. Por eso, pese a que se estrenó en noviembre del año pasado, decidí escribir esto igual: es un poco tarde, pero el escaso contenido en español sobre la serie es mi excusa perfecta para hacerlo. Aquí voy.

https://www.youtube.com/watch?v=CilD1g_wZy0

Este texto contiene 1 de 3 sellos de spoilers. Es decir, hablaré un poco de casi todo sin spoilear nada relevante.

Mortel es una serie francesa cuyo encanto está en su innovadora temática y estética alternativa, casi que de cine independiente (salvo por los efectos especiales). La historia mezcla drama adolescente con magia negra y algo de terror, pero un terror diferente del que estamos acostumbrados.

Lo protagoniza Sofiane (Carl Malapa), un conflictivo adolescente con problemas en la escuela que realiza un pacto con un dios maligno para tener poderes y así atrapar al asesino de su hermano (Sami Outalbali, el perfecto de Sex Education). La cosa es que improvisadamente firma el juramento con Victor (Nemo Schiffman), “un perdedor” de la escuela con problemas psicológicos que viene recuperándose de un intento de suicidio. Juntos emprenden un viaje muy a lo Quijote de la Mancha y Sancho Panza con personalidades típicamente opuestas.

Paralelamente está la historia de Luisa (Manon Bresch, probablemente el gran descubrimiento de este elenco), una chica que se esfuerza para dedicarse profesionalmente al dibujo en el futuro y no acabar como su abuela, quien trabaja como bruja para poder pagar los gastos del hogar. La chiquilla, que también ocupa un lugar llamativo en la escuela, se enrolla en algunos problemas de amor y amistad, y en su cruce con Sofiane y Victor acaba descubriendo que el mundo necesita de sus poderes hechiceros.

El “villano” (que no sabemos si es tan villano realmente) es un Dios joven (Corentin Fila) con rostro de Travis Scott que nos genera incluso cierta simpatía. De allí ya sabemos que el film tendrá harto hip hop francés, tanto en la musicalización como en su ambiente, situándonos en lugares marginales o no pudientes, distintos al París que acostumbramos a ver en televisión.

En eso se diferencia de la mayoría de las entregas adolescentes como Élite o Merlí: sus protagonistas no pertenecen a clases acomodadas, ni las fiestas se realizan en increíbles mansiones. De hecho, todo ocurre en locaciones bastante estrechas, sin que esto sea un tema. O sea, la clase social es irrelevante en la historia, cosa bastante inusual en los dramas cinematográficos, especialmente adolescentes. En tanto, las apariencias de los personajes en general no cumplen los cánones tradicionales de belleza: son casi todes muy corrientes.

Toca varios temas aunque -por su corta duración- lo hace sin profundidad: los traumas de abuso sexual en la infancia, problemas psicológicos como la depresión o “hikikomori” (el fenómeno japonés de jóvenes que no salen de casa), la falta de responsabilidad afectiva y la personalidad violenta de Sofianne, las relaciones tóxicas en general, la infidelidad marital y obviamente la cultura vudú de Luisa y su abuela. Todo es básicamente una pincelada de todo.

No es una serie profunda que nos motive a tener grandes reflexiones o a pensar mucho. De hecho, en ocasiones parece un live action de Death Note pero con hip hop y en francés, y ocurren hechos bastante forzados como los videos en Facebook que revelan una supuesta violación en una fiesta. Wtf, justo hay grabaciones perfectas de todos esos momentos y las suben a FACEBOOK (?).

Pese a esos pequeños absurdos, creo que es una serie ideal para la cuarentena: es livianita, fácil de entender, ni tan compleja ni tan básica. Para cuando quieras entretenerte con algo distinto, estos seis capítulos de una hora cada uno son la respuesta a un panorama no denso, pero lo suficientemente bien hechos para encantarte con algunos personajes e historias distintas a las que estamos acostumbradxs, además de un cine bien juguetón entre lo neón y lo vudú.

Y si te gusta el hip hop, mejor.

Por acá más recomendaciones, pero de películas raras.