Juan Pablo Quezada, indigente de 50 años, sacó sin que nadie se diera cuenta una obra del pintor José Pedro Godoy desde el museo más importante de Chile. Es uno de los relatos policiales más increíbles del último tiempo, en la voz de su protagonista.
A finales del año pasado se estrenó la exposición “Una historia violenta y luminosa” del pintor José Pedro Godoy (en la foto, de revista Enfoque). La muestra consiste de una serie de cuadros que mezclan cultura pop, estética camp, porno y colores saturados.
Dos meses después la expo saltó de las páginas de arte a las policiales, luego de que la obra “Trémula”, un pequeño y sensual cuadro de 15×15 en la que aparece una lengua lamiendo un pezón fuera robaba en un hecho denunciado por Godoy vía Twitter.
https://twitter.com/josepedrogodoy/status/828021769734934529
El museo cerró la exposición mientras la policía se lanzaba a investigar el misterioso e improbable hurto. “Lamento que las instituciones culturales en Chile sean tan precarias como para que puedan ocurrir este tipo de cosas”, expresó entonces el artista.
Las pistas con las que contaban los investigadores eran las siguientes: cerca de las 19 de la tarde del día 3 de febrero las cámaras de seguridad registraron el momento en que un hombre en aparente estado de ebriedad tomaba el cuadro, “con bastante sutilez y astucia”, según la policía, lo escondía bajo su camisa y salía del lugar con total parsimonia.
El caso se ponía bueno. De película. Pero se pondría mejor cuando el 10 de febrero las pesquisas del 0S-9 de Carabineros arrojaron resultados. En mitad de la noche, en plena calle, en la esquina de Sánchez Fontecilla con Pasaje Las Loicas, en Peñalolén, los oficiales despiertan a un hombre. Se identifica como Juan Pablo Quezada, de 50 años. Entre sus cosas, específicamente un bolso, encuentran el cuadro. ¿Caso cerrado?
No. La historia continúa. ¿Cómo llega la policía a encontrar el cuadro entre las pertenencias de un hombre en situación de calle? Según informaron diversos medios, Quezada habría estado mostrando el cuadro a algunas personas afuera de un mall en La Reina. Trascendió que, y acá las cosas tomaban un giro romántico, Quezada habría ofrecido el cuadro como regalo a una trabajadora del centro comercial.
Pero la mujer lo rechazó. Y no solo eso. Además se contactó con Godoy para contarle lo sucedido. Así fue como los policías llegaron a Quezada, que sufrió una descompensación luego de ser detenido, por lo que no pudo ser formalizado hasta ayer. Juan Pablo Quezada quedó con arraigo nacional y prohibición de acercarse a cualquier recinto de la DIBAM y volvió a la calle, donde vive hace tres años.
“Hay cosas más importantes, como el choreo de los políticos, o los poderosos que se coluden para robar”
FOTO: David Velasquez / LUN
Hoy día Juan Pablo Quezada, 50 años, 1,80 de estatura, que volvió a Chile luego de vivir 25 años en el Perú, donde dejó esposa e hija, contó a LUN su versión de los hechos.
Reconoce un alcoholismo crónico no tratado que comenzó, según él, a los 5 años cuando se comió todos los duraznos de un ponche. Además su madre, oficial de la FACH se tomaba media botella de pisco diariamente. Su padre era empresario. Tenían un buen pasar. Juan Pablo estudió en colegios privados y luego en la Escuela Naval. Pero lo echaron. De ahí se fue a vivir a Perú, se casó, tuvo una hija, su alcoholismo recrudeció y optó por volver a Chile y convertirse en un indigente.
“Vendiendo diarios y revistas hago cinco mil pesos al día, eso me alcanza para la mamadera”, cuenta. Dice que almuerza en los patios de comida de los mall, y los desayunos y onces los consigue con los voluntarios de las iglesias. “Es difícil vivir en la calle pero al menos tengo mucho tiempo para leer pensar, ir a los museos, centros culturales y cafés”, asegura Quezada, que se reconoce seguidor de la obra de Pablo Neruda y Sócrates.
Sobre cómo y por qué robó el cuadro de José Pedro Godoy, dijo: “Lo hice por celebrar mi cumpleaños en grande (días antes había cumplido 50). Había ido a ver la exposición una semana antes, pero no pensé en pelármelo. La segunda vez me gustó ese cuadro y como estaba solo en la habitación me lo robé”, reconoce.
“No conocía al perico que lo pintó. Le pido disculpas y también que me regale una igual, porque yo quería quedármelo”, dice negando el móvil amoroso que lo habría llevado al hurto. Asegura que lo mostró a varias personas y que no es primera vez que se lleva una obra de arte. “Me los paso vacunando, las medidas de seguridad son horribles”, advierte.
Finalizando la entrevista Juan Pablo Quezada se despacha una reflexión que me parece interesante debatir: ¿Lo que hizo califica como acción de arte, protesta, llamado de atención sobre lo pobre de las medidas de seguridad del museo más importante de Chile? ¿Todas las anteriores? ¿Ninguna? Éste es su mensaje:
“Creo que le pusieron mucho color, hay cosas más importantes, como el choreo de los políticos. Por ejemplo, si los poderosos se coluden para robar ¿Por qué uno no puede evadir el Transantiago? Eso sí, siempre pidiendo permiso y saludando al chofer, porque es de rotos no saludar”.
(Intentamos obtener la versión de José Pedro Godoy, quien se excusó amablemente diciendo que prefería opinar una vez que el proceso judicial finalice)