por Sebastián Herrera
La magnitud de lo que conmueve, el impacto que se avecina, un sonido estático, interferencias sobre la pantalla, la lluvia tras el vidrio. En la ventana, el ruido blanco, las piedras sobre la calle, los pies en el cemento; intensidades, sonidos que envuelven, la presencia -ceniza incandescente- manifestación ausente de las imágenes que marchan. ¿De qué estamos hablando? Podría ser de todo y nada al mismo tiempo; Música Visual, disco que Mika Martini y co-dec, lanzaron por el sello Orion Network, se presenta como una colección de imágenes, la codificación de experiencias oníricas de un paisaje que se construye a partir de los posibles desplazamientos del sonido.
El Estallido Social chileno, los cristales que caen al piso, la piedra que corta el viento, el disparo que desgarra, la cavidad ocular, el vacío hueco del rostro, el paisaje ciego, la reconstrucción de la memoria de las imágenes; podría ser Chile, como podría también ser también Afganistán, la Franja de Gaza, sin embargo, Música Visual habla de la violencia más próxima, el paisaje que se interrumpe y exige que la memoria haga presente lo que ya no está.
El sonido se construye a partir de esa rabia, del malestar que se despliega y concentra; sinécdoque y troquel de la representación de la violencia; la aspereza continua de los imaginarios reprimidos; un disco que es también el descontento, una marcha, manifestación, denuncia, golpe, disparo, grito; la ilusión que provoca el ruido, cuando interviene el silencio que imponen los tiempos en suspenso.
El cuerpo mutilado que aún piensa en la existencia de la extremidad; la pipa de Magritte que exige que el lenguaje resignifique el conocimiento, dé nuevos nombres a un mismo uso; conmemore la particularidad unívoca que el sonido instala en la mente; sonidos que son ilusiones, un paisaje que se destruye, porque la memoria está también destruida, rota, vencida ante los estados de excepción, la militarización de la cotidianidad, el encierro, acuartelamiento, silencio y ruido de lo que no se dice, pero que ahí está, la imaginación constreñida, pero que jamás podrá ser impedida de intervenir el silencio.
Como dijo alguna vez Francis Bacon, “somos potenciales armazones de carne. Cuando entro en una carnicería pienso siempre que es asombroso que no esté yo allí en vez del animal”. Mika Martini y co-dec han dado carne a la violencia; un gesto, un manifiesto, la representación de los actuales tiempos.