Los shows de Nicolás Jaar en Chile sirvieron de efecto espejo para mostrarnos una realidad que muchas veces intentamos evitar como una selfie en la que salimos mal.

Nicolás Jaar

Porque a pesar de que somos una de las generaciones más politizadas, conscientes del medio ambiente, más ecologistas y activistas; aún vivimos y necesitamos del “sistema” para “desarrollarnos profesionalmente”. Por mucho que odiemos a Pinochet, somos una generación que considera y se desvive por los seguidores y likes como una moneda válida y social que va de la mano con los lujos y, lamentablemente, el dinero que el capitalismo nos entrega.

Por un lado queremos cambiarlo todo, pero queremos que nos paguen todo. Una generación de contradicciones que se ve reflejado en Nicolás Jaar.

A pesar de que Jaar define su último disco como uno de sus trabajos más políticos y personales, Nicolás normalmente no toca en Chile y sólo da entrevistas a medios internacionales, como la que dio a Pitchfork.

“No” es un tema que deja más claro lo dicho anteriormente. Jaar lo dice:

”Ya dijimos no, pero el sí está en todos…Y nada cambia por estos lados.”

Una frase en alusión al poder y las malas tradiciones que aún están presentes producto de la dictadura. No sé, si alguien promociona su disco de esta forma, uno casi espera que toque en el Museo de la Memoria, realizando un show gratis, un show que llegue a personas de distintas realidades, más transversal, etc. Hacer un acto político  que se salga de las elites artísticas.

Tan sólo basta darse por la blogósfera chilena para ver que todos los medios repitieron el mismo discurso que Jaar ya había dicho hace meses atrás en la entrevisa a Pitchfork.

Todos hablaron de su padre, de lo “taquilla” que es Nicolas en NY, de su atmósfera musical, de lo super “politizado” de Sirens y más.

Nicolás Jaar

No le estoy pidiendo a Nicolás que forme un partido político, del cual seguro me inscribiría, pero lamentablemente en Chile muchos artistas para poder participar de toda esta maquinaria neoliberal de “cultura” y “entretención” tienen que dejar sus ideologías en casa o adaptarse y transformarse en un producto de marketing para poder “vivir”.

Por esto fueron importantes los shows de Jaar en Chile. No sólo por que de nuevo los Fauna dan una clase a las demás productoras por apostar por contenidos diferentes, si no que también hay que educar que un show de música electrónica no es sinónimo de punchi-punchi, drogas y niños tripeados en M. En cambio Jaar nos llevo por un mar de texturas, colores y sensaciones que a veces me recordaban los shows de Evian Christ.
Una rave hipster artístico lleno de sensaciones y paisajes sonoros. Un show que fácilmente funciona en una bienal artística que el típico “local de música electrónica”.

Cada uno de sus shows (incluido la fiesta secreta en nuestra querida Casa Yungay) fueron un efecto espejo para mostrarnos una realidad que muchas veces intentamos evitar como una selfie en la que salimos mal.