Claro que una banda puede estar influenciada por Radiohead, Charly Garcia y Richie Hawtin a la vez. Y si esa fusión cobra vida en un escenario suspendido a cinco metros de altura, acompañado por visuales hipnóticas, se convierte en algo más que un show: es una experiencia sensorial única.
Llegué al Estadio Obras temprano ese 21 de diciembre, el anteúltimo sábado del año, pensando que asistiría a un recital tradicional: un escenario clásico, con guitarra, batería, bajo y, por supuesto, los sintetizadores y voces de Lucio Consolo y Marco Viera. Se hicieron las 12 de la noche y el recital de presentación del álbum “Artificial” no empezaba. Pasaban las horas y empecé a notar que la mayoría de las personas de mi alrededor tenían botellas de agua y lucían outfits como para salir a un boliche, mientras que lentamente Rêverie iba calentando la pista con su dj set. Ahí entendí: no era un recital tradicional, esa noche iba a ser parte de una fiesta de electrónica. Pero una en la que iba a ser imposible darle la espalda al escenario.
“La electrónica nos renovó la percepción de la música”, dijo Marco Viera, uno de los dos líderes de Peces Raros, a Rolling Stone. Ese día de 2015 en la Time Warp, cuando conocieron a Richie Hawtin, marcó un antes y un después en su búsqueda sonora. Fue el inicio de una transición: del rock crudo de No Gracias (2014) al universo de bajos repetitivos y texturas electrónicas en Parte de un Mal Sueño (2016). Pero no se trató de un abandono, sino de una fusión de ambos mundos que consolidó un nuevo lenguaje musical: el suyo propio.
No hay ruptura, sino integración. En sus 10 años de trayectoria, Peces Raros supo escapar de la clásica batalla entre rock y electrónica. Lo suyo es un diálogo entre géneros. En su universo, Charly García, Radiohead, The Chemical Brothers (a quienes homenajearon en su último show interpretando el tema “Hey Boy Hey Girl”) y Richie Hawtin coexisten naturalmente. Lo toman como un desafío a la hora de insertarse en el mercado de cada uno de los mundos musicales que integran. Pero igualmente, lo eligen.
Celebrar lo nuevo, reinventar lo clásico
El show en vivo de Peces Raros fue una corriente de aire fresco. Aquella noche en Obras fue una celebración de lo novedoso, con un formato de live set que logró una sinergia perfecta entre instrumentos y sintetizadores, “sin caer en lo fácil” de la pista, según sus propias palabras.
La esencia de las “jodas” de electrónica estuvo presente en lo musical y en lo performático. Durante las dos horas de espectáculo, la música nunca se detuvo. La banda tocó desde un escenario flotante a cinco metros de altura, incrustado en un inmenso muro LED donde se proyectaban visuales hipnóticas creadas por León Greco y Emiliano Batlle, que no tenían nada que envidiar a producciones internacionales como las de Afterlife. El público se sumergió en ese universo: parejas intercambiaban “besos artificiales” y grupos de amigos agitaban y chiflaban entre tema y tema.
“Nunca dejamos de agarrar una guitarra o un piano para hacer una canción”, reconocen Consolo y Viera. Sin embargo, disfrutan de la amplitud que ofrecen las máquinas, y esa libertad se percibe en cada una de sus composiciones y en la energía que transmiten en vivo: nadie deja de bailar, pero todos mantienen la mirada fija al frente.
Reivindicar lo artificial: el álbum
Ya es costumbre en nuestro presente escuchar comentarios de personas preocupadas por la incorporación de la Inteligencia Artificial a nuestras vidas. Lo que hoy es visto como una amenaza, Peces Raros lo abraza.
Su quinto álbum, “Artificial”, es una obra compuesta en apenas dos semanas, fruto de dos años de búsqueda. Según ellos, es un disco hecho con “material urgente, canciones urgentes, ideas urgentes y materiales melódicos urgentes”.
Con un cruce de géneros que surfea entre el rock clásico, lo sinfónico y la electrónica, el álbum representa una síntesis de lo que la banda llama el “tecno-nacional”: un ritual sonoro que fusiona tradición y modernidad. En palabras de Lucio Consolo, lejos de caer en el futurismo típico, “Artificial” propone “amigarse con lo artificial, porque no tiene nada de malo; es lo más natural que hay”.
Peces Raros demuestra que incluso en lo sintético hay espacio para lo humano y lo transformador. Y que aunque “las máquinas” hoy sean protagonistas de su proyecto, el piano y la guitarra son siempre el paso 1 a la hora de empezar a crear.