Debutó en el ring con 15 años y hoy, con 22, es la única chilena que conoce lo que es ser parte de la empresa más grande de lucha libre en el mundo. La mujer tras la máscara nos contó lo que nadie ve, lo que pasa abajo del ring, cuando un comentario sobre su físico puede llegar a ser más doloroso que un golpe en el cuadrilátero. ¿Cuál será el siguiente combo de Catalina? aquí nos cuenta.
Al comenzar el milenio, en Chile se vivía un furor por la lucha libre que tenía a miles de personas viendo las transmisiones de la WWE (entonces WWF) cada fin de semana. Nombres como el de Triple H y La Roca se hicieron frecuentes en las conversaciones de los más fanáticos y los no tanto también. En esa época nació Catalina García (22), la única chilena que hoy sabe cómo es ser una superestrella de la empresa más grande del rubro.
A siete años de debutar con el nombre de “Jessy” en Revolución Lucha Libre (RLL), Catalina recuerda su primer encuentro con la lucha libre y la WWE: “De niña me encantaba el videojuego de Barbie en PlayStation 2 y quería ser como ella. Pero un día se me echó a perder y puse el SmackDown! vs RAW de mi papá”. Desde entonces, su relación con este deporte espectáculo maduró hasta hacer su propia carrera y permitirse soñar con profesionalizar esta disciplina en un país que, dice, ha avanzado pero aún tiene mucho por delante.
Hoy, varios meses después de terminar sus tres años de relación laboral con Vince McMahon y el equipo de WWE, la luchadora repasa el tiempo que vivió lejos de su familia, de enfrentar el diagnóstico de ovarios poliquísticos, además de críticas dirigidas a su cuerpo, mientras proyecta su futuro dentro y fuera del cuadrilátero. “Para bajar de peso, comía 500 calorías al día. Lechuga con pollo todo el día y así me mantenía, me hice mierda el cuerpo, fue asqueroso.”, recuerda.
¿Cómo fue tu llegada a la WWE en Estados Unidos?
“Al principio fue bacán porque era el sueño que había planeado en mi cabeza, entrenar todos los días y todo el día en el gimnasio. Estaba feliz hasta que vi todo el sacrificio que había que hacer: viajar, madrugar, trabajar de domingo a domingo. Porque no tenía días libres y cuando tenía vacaciones, las usaba para venir a ver a mi familia en Chile.
Era entrenar en la mañana y viajar en la tarde, porque teníamos que llegar manejando a los distintos lugares en los que luchábamos. Y después de luchar, teníamos que desmontar el ring, ordenar todo. Aunque seas una superestrella, tienes que hacerlo sí o sí. Ayudar a sacar las luces, los parlantes y guardar todo en el camión, igual que en Chile”.
¿Qué fue lo más difícil de estar lejos?
“Lo más duro fue estar lejos de mi familia. Antes, pasaba los fines de semana con ellos y en la semana, después de la universidad, siempre tomábamos once juntos. Eso me costó mucho. Allá me hice buenos amigos, como Santos Escobar, Ángel Garza y Zaide Lozano, pero aún así extrañaba mucho a mi familia, principalmente a Diego, mi hermano chiquito, que tenía cerca de 9 años y creció un montón mientras yo no estaba. Fue chocante irme y verlo chico, que todavía necesitaba mi apoyo, mi ayuda con tareas, con estudios, que necesitaba a su hermanita y que no fue. Fue triste”.
¿No fue difícil el despido de WWE después de todo el sacrificio?
“Cuando me despidieron, simplemente me llamaron y me dijeron ‘estás despedida’. Yo con eso estaba bien, porque en un momento empezaron a echar muchos luchadores y ya casi todos los jueves habían despidos. Ya tenía asumido que podía pasar. Todos piensan que me dolió pero no fue así. Lo malo es que mi papá había ido a verme y ese mismo día había tomado el avión de vuelta a Chile”.
¿En algún momento sentiste que ser la primera chilena en WWE era un peso que debías cargar?
Para bajar de peso, comía 500 calorías al día. Lechuga con pollo todo el día y así me mantenía, me hice mierda el cuerpo, fue asqueroso. Me hice mal, pero me sentía peor por los comentarios que leía y lo que más me dolía es que eran mensajes de chilenos. No era gente de México, no era gente de Perú, no eran de Argentina, ellos me apoyaban mucho, pero los chilenos me tiraron mucha mierda por el peso, me sentí horrible.
Ahí sentí el peso de ser la primera chilena y llegué a sentir que lo estaba haciendo mal, pero ahora lo veo y sé que no fue así. Llegué ahí y me dieron muchas posibilidades porque, justamente, lo estaba haciendo bien. Pero los comentarios sí me hicieron sentir mal. Sentí el peso de querer cumplir y no poder hacerlo”.
¿Qué duele más, un golpe o un comentario?
Duele más el comentario, que te hagan mierda. Pero duelen más los comentarios de los compañeros. Porque todos quieren llegar lejos, quieren surgir, crecer con esto y llegar a lo máximo, ya sea WWE, México, Japón o donde quieran, pero que te haga mierda quien está a tu lado tira mucho para abajo. Y eso provoca que los luchadores ya no quieran ir a entrenar, que no se esfuercen”.
¿Crees que falta apoyo para que la lucha libre chilena crezca?
“Lo que falta es bajar los egos. Está muy, muy llena de egos. Los luchadores hablan mal de otros en vez de apoyarse. El apoyo que falta es entre los luchadores. Aún no entienden que el producto de la lucha libre chilena lo hacemos todos en conjunto.
De todas formas, siento que eso está mejorando. Hace unas semanas fui a un show y te juro que sentí admiración por todos los que estaban ahí. Me hizo súper feliz que todos estuvieran ahí haciendo lucha libre. Admiro a todo el que lucha en Chile, más allá de que lo haga bien o mal, porque eso se va arreglando. Pero que se suban a un ring a hacer este show sin recibir nada a cambio, pudiendo lesionarse o teniendo que tolerar comentarios, me parece admirable”
¿Ves a Chile como una sede importante para la lucha libre sudamericana?
“¡Sí! Actualmente Chile está posicionado súper bien en la lucha libre. Hay peruanos, argentinos, hasta de España, que quieren venir a luchar porque piensan que es bacán. Hasta en Estados Unidos mis compañeros hablaban de lo bien que se ve la lucha libre chilena. Veían videos de 5 Luchas – Clandestino, y encontraban que tenía algo súper bueno, todo se hacía muy profesionalmente y que las luchas también eran de mucha calidad, diferentes a otras empresas.
Por eso siento que se puede profesionalizar esto y crear una licencia que permita tener más control de quién entrena, quién trabaja la lucha, quién hace productos. Porque, dejándonos de rodeos, hay profesores que dejan mucho qué desear y están formando niños con muchas ganas y que tienen todo para llegar a triunfar afuera pero se están perdiendo”.
¿Sientes que has sido un aporte importante para eso?
“Sí, obvio. No me gusta decirlo porque siento que habla mucho el ego, te lo juro. Pero dejé una marca que dice que hubo una chilena ahí, que hubo una latina ahí”.
Hoy podemos decir que “hubo una chilena ahí” gracias a todo el trabajo que has hecho pero ¿Crees que esa es la mejor manera de desarrollarse para un luchador tan joven?
“Creo que a mí me ayudaba la pasión por el deporte. Que me llenaba mucho ser la primera chilena en llegar ahí, entonces sí o sí tenía que cumplir con todo lo que se me indicaba. Me decía ‘¡vamos Cata, tenís que hacerlo. Vamos, levántate!’. Había días en que me levantaba en la mañana y sentía ‘¡ay no, qué dolor!’, pero igual terminaba entrenando. Me impulsaban las ganas de cumplir lo que me propuse porque siempre pensaba ‘dije que voy a brillar y lo voy a cumplir’, y ahí salía a hacer lo mejor posible. Pero no sé si lo recomendaría. Ser deportista es difícil pero te mueve la pasión”.
¿De qué luchadores sientes que has aprendido más?
“En el Performance Center de WWE entrenaba con Drew Gulak. Formamos una buena amistad y me enseñó mucho. Me ayudaba con las promos, con el inglés y todo lo que podía. Fue un partner bacán. También le agradezco mucho a Santos Escobar, que me contaba sus historias de México. Había tanta confianza que conocí su pieza llena de campeonatos de México, de AAA, del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) y otras empresas. Se abrió mucho y llegó casi a ser un papá dentro del mundo de la lucha y siempre estaba pendiente de mí.
Pero antes, en Chile, cuando dejé RLL se me cayó el mundo, se me murió todo y me quería retirar. Estaba decepcionada de la lucha libre y tuve la suerte de conocer a Alejandro Sáez, que me invitó a entrenar en la Bóveda Secreta y, junto a Guanchulo, me animaron siempre y me instaron a seguir adelante. Con ellos formé un lazo muy fuerte, tanto que cuando firmé con WWE, hicieron un show completo para darme el dinero. Se convirtieron en amigos muy cercanos y lo siguen siendo. En general, los luchadores de la Bóveda Secreta son una familia y me siento muy, muy cómoda ahí. No me había pasado con ningún otro lado”.
¿Aún te relacionas con gente de Revolución Lucha Libre?
“Nunca olvidaré a RLL ni a los profesores de ahí. Los recuerdo siempre porque ahí aprendí, crecí y me dieron lo básico. Ellos me dieron la base para poder ser alguien hoy, pero perdimos la comunicación y tampoco me interesa su proyecto hoy en día. Pasaron cosas que no me gustaron y siento que ya no tengo nada qué hacer con ellos. Me fui y dejé todo claro. Espero que les siga yendo bien pero ahora me enfoco en otras cosas”.
¿Sientes que la lucha libre es una cancha pareja para hombres y mujeres?
“Creo que, actualmente, en Chile está de igual a igual. Falta que en algunas agrupaciones crezca un poco más el nombre de una mujer, pero hay luchadoras como Zatara, que perfectamente se pueden medir frente a un hombre. Y la gente sabe que va a dar un tremendo combate.
Igual, las mujeres se están apoderando de la lucha libre chilena. Están haciendo todo. Una mujer fue a México y fue la primera en el Consejo Mundial de Lucha Libre, una mujer fue la primera en Japón, una mujer fue la primera en WWE. Hasta las fotógrafas, las más secas son mujeres y lo encuentro bacán ¡me encanta!”.
Cuando te fuiste a la WWE, ya habían luchadoras como Akari y Stephanie Vaquer en Japón y México, respectivamente. ¿Cómo te relacionas con ellas?
“Con Akari nos apoyamos mutuamente, me parece bacán todo lo que hace y su profesionalismo. Me encantaría estar allá también aprendiendo lo mismo que ella, entrenando juntas, porque la veo como un modelo a seguir, como una de las grandes de Chile.
Y Stephanie Vaquer es mi amiga. Se quedó conmigo en EE.UU por un mes, más o menos, dormíamos y desayunábamos juntas. La quiero mucho, la admiro. A ella le dicen “La Primera” y una vez me preguntó si me molestaba que la llamaran así y le respondí que no, porque ella fue realmente la primera que salió de Chile y cumplió lo que todas queríamos, me parece maravilloso que ella sea y se diga ‘La Primera’. Me encanta y también la veo como alguien a seguir”.
¿Y cómo te llevas con las luchadoras en Chile?
Alison Evans fue la primera luchadora que vi, la primera que me llamó la atención. Yo era su fan y le hacía carteles. Pero hoy también admiro mucho a todas las niñas que están haciendo esto, porque no es fácil en un país donde no hay mucho que ganar con lucha libre. Siento lo mismo con los hombres, pero soy más cercana con las mujeres porque hay muy pocas y porque son muy valientes.
¿Con qué sueñas hoy?
“Creo que ya cumplí mi sueño, que era estar en WWE, y aún no encuentro el próximo. Pero me gustaría volver a luchar en el extranjero, creo que me iría bacán y aprendería mucho.
Pero también me gustaría terminar de estudiar y tener mi título. Quiero sacar la carrera de kinesiología ahora, antes de seguir con la lucha porque, si pasa algo en el futuro, como una lesión o lo que sea, quiero estar preparada. Mientras tanto, estoy disfrutando el tiempo con mi familia. Me pone muy feliz tenerlos a todos bien y ver a mis compañeros también”.