Podría nombrar millones y millones de eventos trágicos y catastróficos que están ocurriendo simultáneamente a nivel mundial mientras escribo. Pienso en infinitas muertes, guerras, desastres naturales, pobreza, hambruna y represiones y aun así no se me ocurre ningún evento que se equipare en desgracia al tema que nos convoca hoy. Todos los anteriores me provocan pena, en ocasiones angustia, pero jamás el pesar intenso que se apodera de mi cuerpo al pensar en todas las criaturas desdichadas que están pasando por esa etapa llamada “pubertad”. Porque todos sabemos que no existe nada, nada, peor que ese periodo abismo de edad así denominado. Es una calamidad que trasciende los años y siglos, cada vez peor.

Jamás olvidar la humillación de hablar con elásticos puestos y que se rompiera uno y saliera disparado hacia afuera con restos de comida

Antes de comenzar este post quise refrescar un poco mi mente y me puse a indagar en mi pasado oscuro no tan lejano: año 2008 y alrededores. Hice una introspección en mis fotos, evidencias en las redes sociales y en mis pertenencias y solo les digo que me salían lágrimas discretas de vergüenza ajena. Definitivamente no son momentos de mi vida que quiera recordar ni menos revivir y creo que nunca los superaré pero sí puedo hacer el intento de reírme de ellos en vez de vomitar de la auto humillación.

Via All the Bacon @ Reddit
Via All the Bacon @ Reddit

Lo peor de la pubertad, por lo menos para mí, fue el cambio en mi apariencia general. Jamás fui una niña excepcionalmente linda ni tierna, de hecho, tenía pinta de curiche con ojos chinos miniatura y yo creo que desde el vientre tengo bigote del niño de los ochenta, sin embargo, logré ser todavía más siniestra a esta edad. Mi pelo adquirió un frizz asqueroso e incontrolable que trataba de arreglar alisándolo constantemente, lo cual solo lo empeoró. Mi cabeza era básicamente una maleza de pelo púbico seco, grueso y negro que trataba de disimular con los peinados más mórbidos que podía. Usaba cintillos con plumas, flores y pájaros (mega in en la época) y me dejaba un jopo acentuado en la frente, también me hacía el clásico peinado de moda que consistía en agarrarse un chongo reducido de pelo donde está la partidura y correrlo hacia atrás sosteniéndolo con los pinches de mariposa de la feria (el blanco el más solicitado) y siempre dejando un pequeño jopo glamoroso. El 2007 me pusieron los anhelados frenillos que yo, por alguna razón del mundo, quería tener. Mi labio superior se infló como si me hubiesen inyectado botox y empecé a comer cerdamente como abuelo abandonado de hogar porque me dolía morder. Por algún misterio del universo me sentía cool y encontraba que me veía mejor que antes. Pero los años pasaban y en vez de acercarse el día en que me los sacaran, me iban poniendo cada vez más y más cosas que alargaban el proceso. Primero vinieron los elásticos, que iban de los brackets de arriba a los de abajo formando unas figuras origami profesionales imposibles de hacer y que no me dejaban abrir la boca. Jamás olvidar la humillación de hablar con elásticos puestos y que se rompiera uno y saliera disparado hacia afuera con restos de comida. Estoy convencida que tienen un efecto pene retráctil y me atrevería a decir que es de los métodos anticonceptivos más efectivos que existen. Me acuerdo que toda mi casa, mis bolsillos y mi ropa estaban llenos de elásticos carcomidos con olor a tufo de caballo. Horror. Después vino algo incluso peor. Mi dentista lo llamaba “fuerza extraoral” (consultar google imágenes) y consistía en un fierro gigante que se enganchaba en mis muelas y salía hacia afuera, donde se sujetaba a unas riendas a lo caballo que a su vez estaban unidas a un gorrito de tela de jean (según mi dentista era súper bonito; recién traído de EEUU) que me tenía que poner en la cabeza para dormir. Cuando me lo pasaron me puse a llorar ahí mismo. Con eso lo digo todo. Nunca más pude dormir de lado ni recuperar mi dignidad.

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La feria de Vitacura era un hit total, siendo un spot recurrente para hacerse el segundo hoyo en la oreja; panorama súper rebelde y rústico.

Lo único que me tranquilizaba era que todas estábamos en las mismas. Todas éramos feas y no sabíamos vestirnos ni interactuar socialmente. Todas usábamos pitillos de colores con vestido y todas teníamos tetas con forma de mini conos. No sé cómo han evolucionado las modas púberes con el tiempo ni cómo son ahora porque ya soy una ciudadana de alma senil pero les cuento el panorama de tendencias de mis años. La feria de Vitacura era un hit total, siendo un spot recurrente para hacerse el segundo hoyo en la oreja; panorama súper rebelde y rústico. Otro must en el #ootd era el polerón crew neck de feria en colores pasteles (para hombres y mujeres) siempre acompañado de un “cuerito” mega apretado con una cruz colgada o un diente de tiburón en el cuello y, por supuesto, pantalones de colores. Las zapatillas DC eran lo que ahora son las Airmax o las New Balance. Casi muero cuando convencí a mi mamá de comprarme unas con el logo fucsia y harto graffiti, estrellas y cositas otaku y hermosas. Para rematar el look, se usaba la chasquilla hacia al lado como lo usan las gringas adolescentes rancias ahora y, como recién estaban surgiendo incipientemente los pokemones y las tribus urbanas, todo esto todavía era bello y pelolaih. No dejemos de mencionar el importante boom que tuvieron los anteojos “rayban” de colores, que se usaban religiosamente hasta para meterse a la piscina.

Pensar en los panoramas de mi pubertad es lejos lo que produce más úlceras genitales en mí. Había como un deseo frustrado de encajar y estaban todas en un limbo constante buscando su lugar en la sociedad. Así, en esta época parten los clásicos dramas de “grupo”. Los “grupos”, por lo menos en mi colegio (y a esta edad), eran una especie de mini sectas impenetrables y polarizadas (a veces incluso con nombres) y salir o entrar a uno implicaba una serie de trámites dignos de una compañía. De hecho, a mi actual mejor amiga la conocí porque la habían “echado” (descomulgado, exiliado, despedido; como quieran) de su grupo y el mío era de fácil acceso. Cuando “entró” a mi grupo, decidimos que queríamos “echar” a otra integrante, al estilo Donald Trump en “El Aprendiz”, lo cual discutimos por meses en reuniones empresariales profesionales y finalmente se lo expresamos y la desheredamos muy maracamente porque eso era lo aceptable. Así fue como nos hicimos mejores amigas y fue con ella que me aventuré en los eventos del rango más púber de mi vida. Ella me arrastró a mis primeras fiestas de colegio en séptimo y octavo, cuando todavía no me daba cuenta de todo lo que odiaba los eventos sociales y cuando mi mejor amiga todavía tenía la esperanza de que me podía hacer bailar. Después de un tiempo me di por vencida y simplemente dejé de ir hasta el día de hoy. Pero mi cuota de eventos púberes cubre toda una eternidad. Comencé a los doce con el Ecuestre en Cachagua, esa wea pasada a charqui con caca donde el promedio de edad es onda cuatro años y había un kiosquito donde vendían Coca Cola y super ochos. Conocí a dos weones CVD que me dieron gangrena y me acuerdo que mientras hablaba con uno se me cayó el chicle y me dijo “suelta”. Es lo único que me acuerdo, en verdad. En esta época la gente weona empezaba a fumar para verse “bkn” y se quedaron con el vicio para siempre. En esta época también se empezaba a escuchar cada vez más el reggeaton, con clásicos como Zundada, Down, Pasarela y Stars Are Blind de Paris Hilton con Wisin y Yandel. Más tarde fue hora de transición a la Medialuna, que era la misma weá ano pero la gente estaba curada y se agarraba a mocha.

Paralelamente empecé a ir a juntas; el clímax de lo púber. La evidencia fotográfica es asquerosa: mis dientes de ranchera separados con brackets, mi pelo con pinches con flores de goma eva, mi ropa de niña Simple Plan blogger de escasos recursos frustrada, y mi cara emitiendo un haz de luz resultado del flash chocando con mi cutis grasiento. Las juntas son la máxima expresión de estos años. Me juntaba con weones CVD y San Benito a tomar Esprai Zero y a hablar de temas estándares como el colegio, las notas, fiestas y todas esas cosas de gente sin identidad. En cierto álbum incluso encontré fotos de una junta de día donde bailábamos reggeaton a plena luz del sol en el patio de una amiga tomando helado. No sé si quiero hablar de eso. En fin, algunas amigas empezaron a salir con weones, término que se separaba en “cachar”, “pinchar”, “andar” y derivados. Cuando alguien se ponía a pinchar siempre iba con felicitada en el muro de Facebook como si fuera hito histórico. En primero medio asistí también a un par de fiestas de quince obligada por mis amigas. Estas eran las peores. Se usaba el vestido de fiesta Apumanque (ojalá strapless forma globo) y los tacos aguja bien altos y de colores; los hombres siempre terno y zapatilla. Un infaltable era la cascada de shocolate cuma con frutillas/marshmallows. Pero no era una cascada hermosa Willy Wonka Costanera Center, no perrita. Esta weá era la cumacidad en persona y caía en chorros descontinuados y agresivos como diarrea explosiva y el chocolate era de esos que son tan rasca que tienen sabor a manteca con azúcar y porcentaje de cacao nulo. Siempre estaba instalado en una mesa de plástico con los dulces que nadie quería y tenía un ruido de ventilador que ni el reggeaton más fuerte lograba tapar.

Lejos lo más mágico de mi juventud pre adolescencia fueron las redes sociales. Mi adicción a ellas se remonta desde los inicios de mi vida. Todo partió con Messenger, cuando tenía mi Sony Ericsson Walkman naranjo tornasol con blanco y todavía no existían las redes móviles. Usaba un computador que compartía con mis hermanas y tenía profundidad 4 metros hacia atrás, una pantalla convexa enana y sonaba 24/7 como fábrica manufacturera. Mi mail era yo_soy_top_7@hotmail.com y abusaba de Messenger como si mi vida dependiera de eso. Siempre en mi estado ponía la canción que tenía en play para que vieran lo alternativa que era por escuchar Jesus of Suburbia de Green Day o Welcome To My Life de Simple Plan (bajadas de Ares o Limewire, por supuesto). Mi nickname lo renovaba todos los días con distintos símbolos de Word que copiaba y pegaba con la ayuda de la #5, experta en hacer decoraciones góticas finísimas con mi nombre al medio. Me bajaba todos los guiños y emoticones y escribía con imágenes de letras “choras” sacadas de internet, el teclado normal era demasiado mainstream para mí. Obviamente mandaba también esas grabaciones que decían “Nelson Mauri, chupa la que cuelga” con musiquita atrás y otras mierdas así. Las mandaba mega casualmente como si siguieran el curso de la conversación y la gente las mandaba de vuelta y era todo súper serio y normal. Simultáneamente estaba la tendencia hit de Fotolog que a veces se creaban entre grupos de colegio y era un nicho de haters bully, fotos de weonas en jumper con el pelo grasoso y captions escritos con una ortografía de perro constipado con tiña. El mío, aunque me cueste admitirlo, sigue existiendo por motivos de fuerza mayor e imposibilidad de eliminación y es de los secretos más guardados de mi ser. Tiene una decoración roja con fucsia y el título es una referencia a una canción de RBD con estrellitas blancas. No quiero profundizar mucho y si se preguntan por qué, les dejo los siguientes extractos escritos por mí para mi Fotolog:

aqui ta la paris hilton dibujaa super bkn filo no s q poner y era la unik fto q tenia chao salu2 berni

hola tanto tiempo!1!! sorri x no poner fotos pro algo es algo aqui ta al miley cyrus(Hannah montana!) cn la vanessa anne hudgens(gabriella)
filo eso noma poire pro bueno eso es too
chao salu2
bern

En verdad fueron momentos oscuros de mi vida. Momentos en que me pegaba el pique al Starbucks del Portal La Dehesa como panorama de fin de semana. No sabía quién era ni qué estaba haciendo con mi vida. Imagínense que tuiteaba en inglés y mi pieza estaba tapizada en posters de Twilight y de los Jonas Brothers y que en mi tiempo libre respondía esas notas con listas de preguntas en Facebook tipo “¿Te gusta alguien?: mmmmm quisas >_< sajsasjkak xD”. Tampoco dejemos de lado mi obsesión con Amango, BKN y Karkú y por AUGUSTO SCHUSTER nivel carpeta con fotos de él en modo incógnito. En fin, mucha fuerza y apoyo eterno para aquellas personas que están actualmente sufriendo estos cambios. Confíen en mí cuando les digo que todo estará bien y que el tiempo sanará todos sus errores. No les aseguro belleza pero sí dignidad. Un saludo atento.

Xau q mi hermana xik qre usar el pc (K)oche