“Vivimos en un mundo donde hay más y más información y cada vez menos significado”, escribió el filósofo Jean Baudrillard en 1994.
Esta publicación apareció originalmente en AnOther y fue escrita por Irina Baconsky, y aquí te ofrecemos una traducción.
La proliferación sofocante e incontrolable de los medios de comunicación digitales y el consumismo visual, argumentó, crearía una sociedad donde la realidad y la simulación ya no se podía distinguir: un mundo donde el exceso ilusorio de la realidad terminaría matando a la realidad misma.
Avanzamos dos décadas, y el advenimiento abrumador de la cultura de internet ha cumplido indiscutiblemente la profecía del postmodernista francés, cambiando no solo las formas en que vemos lo real, sino también la visión a través de la cual entendemos y consumimos el arte. Borrando las líneas entre la fotografía, el collage y la instalación, el artista afincado en París, Thomas Mailaender, está trabajando silenciosamente para desmantelar la obsesión de la modernidad con la creación de imágenes rápida, fácil y unidimensional.
“Intento tomar una posición en nuestra era hiper-digital de ritmo rápido”, le dice a AnOther. “Lo digital nos separa de lo palpable, y en mi trabajo pretendo volver a algo que sea concreto, tangible”.
Su última exposición individual, realizada en la Michael Hoppen Gallery de Londres, incluye una muestra representativa de obras, que van desde imágenes impresas en cerámica y piedra volcánica mediante un proceso extremadamente duradero creado para fotografías impresas en lápidas, hasta la serie titulada Skin Memories, en la que Mailaender desarrolló técnicas para imprimir sobre cuero durante una residencia en LVMH Métiers d’Art.
“Me gusta utilizar procesos muy complejos y elaborados para crear una imagen, y recordar a la gente la materialidad y la permanencia de la misma”, explica el artista nacido en Marsella.
“Me encanta pasear por mercados de pulgas donde puedes encontrar tesoros ocultos que la gente dejó atrás: hace una década, uno podía tropezarse con una imagen de Hockney mientras que ahora, la mayoría de los recuerdos y objetos sentimentales de las personas se almacenan en discos duros. Quiero preservar un testimonio del pasado”.
Una clara sensación de nostalgia impregna el estilo visual de Mailaender, que sin embargo sigue impregnado de humor y una claridad tonal distinta, rindiendo homenaje a la historia de la fotografía sin tomarse demasiado en serio.
Informado por las prácticas de los artistas conceptuales de los 80 John Baldessari y Hans-Peter Feldmann, el archivo de Mailaender de yuxtaposiciones lúdicas, excéntricas, a menudo amateur, acumuladas a lo largo de los años utiliza el humor como provocación; plantea preguntas no solo sobre el papel del artista, sino también sobre lo absurdo de lo cotidiano y las pretensiones del mundo del arte.
“Mi trabajo se inclina más por la sátira que por la crítica, pero en última instancia, lo que quiero decirle a la gente es simplemente pausar y tomarse el tiempo”, continúa Mailaender.
“En la era de Instagram, nuestros períodos de atención se han vuelto tan limitados, no podemos pasar más de dos segundos mirando algo sin sentirnos ansiosos por lo siguiente. ¡Da miedo!”
Una mezcla de nostalgia caprichosa, cultura pop, una filosofía inspirada en Art Brut y artesanía técnica laboriosa, el trabajo de Mailaender invita al espectador a reducir la velocidad y hacer un control de la realidad, en un mundo que hace que permanecer visual y enraizado en nuestro entorno cultural desafío creciente