A “Rojo” histórico programa de talentos de TVN al parecer le encomendaron la misión de por si solo sacar al canal de sus números ídem y lo sobre vendieron de una forma espantosa.

Mon Laferte y María José Quintanilla en una postal histórica que seguro te vas a robar.

 

La crisis de la televisión busca una solución a sus problemas reviviendo sus programas emblemáticos. Este año se reestrenó CQC -demostrando que su humor anticuado dejó de ser gracioso hace bastante tiempo- mientras que Chilevisión prepara la vuelta de Casado con Hijos con su elenco original.

TVN acaba de relanzar Rojo: el color del talento, para estar dentro de la misma línea. Para estar ad hoc, escribo este artículo escuchando Avril Lavigne sintiéndome inmerso y de vuelta en el año 2003.

Es que, con una mano en el corazón ¿Cómo no darle una oportunidad a Rojo? ¿Realmente es necesario enumerar todas las cosas que este programa hizo por la cultura y música chilena en una década a pesar de que cientos y miles opinen lo contrario?

Rojo le entregó a nuestro país artistas que siguen vigentes a 18 años de su estreno -sí, todo ese tiempo ha transcurrido-. En tiempos donde no existía Netflix e internet era un lujo el programa pronto se transformó en uno que todos podían disfrutar de forma transversal creándose frases que permanecen en el colectivo chileno (Amaya Forch, me voy a la capilla). Rojo era como la versión matea de Mekano.

Sin embargo, el programa sufrió las consecuencias de su propio desgaste viendo cómo internet absorbía a una audiencia joven que podía ver otras alternativas con música contemporánea a diferencia de las rancheras que siguen sonando en campañas de elecciones municipales.

Decidimos darle una oportunidad a Rojo para ver cuan fiel es a su versión original y si puede entregarnos a figuras tan prominentes que incluso dividieron al país en dos a la hora de decidir por una: Me refiero a Maura Rivera y Yamma Lobos, equivalentes a Britney Spears y Christina Aguilera chilensis.

Por la nostalgia y para ver cómo anda la situación por la televisión chilena, vamos a ver qué tal

Primera parte

Créditos: Radio Corazón

Descubrimos la primera sorpresa: se anuncia el inicio de Rojo Casting como una forma de preapertura para el programa. Nadie nos avisó sobre esto, pero bueno. Luego de una tanda larguísima de propagandas -con spots que se repiten sin parar durante cuatro minutos- el programa retoma presentando antiguos integrantes emblemáticos como Daniela Castillo, María Jimena Pereyra, Leandro Martínez y Yamna Lobos.

La nostalgia que provoca el momento hace que nos importe poco que su reunión y posterior paseo por el canal sea completamente sobreactuada y claramente fingida. Juntos revisan algunos de los 5 mil videos que enviaron los postulantes para participar en la nueva versión del programa sorprendidos por la capacidad de Rojo para llegar a todos los extremos de Chile.

Me pierdo varios minutos de emotividad porque aparece un comercial obligatorio insistiendo que compre un televisor pese a que estoy viendo el programa desde mi computador.

Ya de vuelta a la señal online, por fin muestran a los nuevos participantes correr enérgicos por el patio interior de TVN preparándose para actuar frente al jurado. Son 81 jóvenes y se privilegia la música anglo y el reggaetón a diferencia de las rancheras y pachanga como ocurrió durante las primeras temporadas del programa.

El mejor momento definitivamente, es cuando una mamánager -de esas que sueñan que sus hijos seas famosos- responde las preguntas por su hija antes de que la evalúe el jurado.

“Ay se desafinó la chiquilla” dice la mamánager con disconformidad tras el término de su presentación.


Segunda parte

Más publicidad. Esta vez me voy a fumar un cigarro y cuando vuelvo, la publicidad sigue ahí. En media hora he visto la misma tanda cuatro veces llegando a odiar la marca en cuestión.

La dinámica de esta temporada de rojo es diferente a la de sus símiles estadounidenses donde los primeros episodios se limitan a los personajes bizarros que hacen el ridículo buscando la posteridad en YouTube. Los ejecutivos del programa han sido enfáticos con su política anti-acoso rechazando cualquier tipo de bullying como una forma de limpiar su imagen frente a escándalos del pasado.

Lo que no podemos negar es que durante los primeros 45 minutos del programa, hay talento y mucho. En los castings podemos ver cómo los participantes se juegan un lugar dentro del programa realizando covers de Sam Smith, Amy Winehouse y Mon Laferte -conocida también como Monserrat Bustamante opción 5-.

Aparece nuevamente la mamánager y seleccionan a los primeros clasificados por el público, con el auspicio de Coca-Cola (era que no).


Tercera parte

“La primera seleccionada de esta nueva generación de participantes, es Coca Cola” dice Álvaro Escobar a la vuelta de comerciales para luego promocionar una marca de colchones.

Posterior a eso, de 80 seleccionados quedan 51 personas que deben presentarse frente al nuevo jurado compuesto por Maitén Montenegro, Neilas Katinas (el equivalente a Simon Cowell) y Consuelo Schuster.

Después de otra y otra tanda de comerciales, podemos finalmente conocer los 12 cantantes y 12 bailarines que compondrán esta nueva temporada. Llevamos dos horas de programa y Álvaro Escobar nos avisa que esto está recién empezando dándonos a entender que la etapa de casting fue tan solo una introducción muy publicitada de lo que sería esta nueva versión del programa.

Todos cantan y bailan Can’t Stop the Feeling! en un escenario muy parecido al que conocimos el año 2002 para dar paso a la presentación definitiva de los concursantes, mostrando sus historias personales con música de piano y las pifias a Neilas Katinas por poner malas notas nos recuerdan que el espíritu de Jaime Coloma está presente.


Conclusiones

TVN hace justicia a un programa emblemático entregándonos reminiscencias de un pasado en que la televisión fue gloriosa y nuestro único medio de entretención. Sin embargo, usar la nostalgia como método de salvataje (algo que TVN y otros canales necesitan de forma urgente) es peligroso, porque se rompe con el espejismo que provoca nuestro amor hacia un producto.

Además, Álvaro Escobar nos demuestra que su fuerte son los programas de conversación porque durante las tres horas y media que duró el programa (¡!) se mostró tan incómodo como una posible reunión de Yamna y Maura cantando la Cocotera.

Además, el sobre uso de publicidad cansa bastante, pero entendemos que el canal necesite de auspicios sobre todo en una propuesta tan ambiciosa como esta. Por eso esperamos de todo corazón, que Rojo cumpla con el propósito con el que se fundó hace 18 años cuando partió de forma tímida compitiendo con Mekano: entregar visibilidad a artistas nacionales que necesitan de una tribuna para poder surgir en una industria pequeña. Ahora, si el programa logra cumplir ese cometido en un contexto millennial donde abundan las celebridades que hicieron carrera por YouTube y Spotify, está por verse.