Las mujeres levantaron la nación en ruinas luego de un genocidio que por poco acaba con el país.

Kigali, capital de Ruanda

Ruanda es uno de los países más pequeños dentro la inmensidad territorial que acuña África en el mapamundi. Sin embargo, presenta tantas complejidades como cualquiera de sus estados vecinos aunque las coyunturas del pasado han logrado jugar a favor de esta república.

Ruanda es considerada la Suiza Africana por su diplomacia neutral frente a conflictos que han proliferado en otros países de la región; además, la nación ha logrado reducir la pobreza considerablemente y se espera que para el 2020 el 95% de los ruandeses tenga Wifi en sus hogares.

Las exportaciones de café evolucionaron hacia el turismo e inversiones tecnológicas y el uso de bolsas plásticas está castigado con multas e incluso, presidio. Pasear por las calles de Kigali -su capital- es seguro debido a la baja criminalidad existente convirtiéndose en un foco importante de inversión turística y vial.

Sin embargo, el principal logro de Ruanda, es convertirse en el 4 país con la mayor participación política de mujeres del mundo (solo detrás de Islandia, Noruega y Finlandia). De hecho, diversos medios hablan del país subsahariano como una utopía feminista gracias a que las mujeres ocupan cargos importantes en técnicamente todas las áreas de desarrollo del país.


Pese a las cifras, este empoderamiento que escapa de las reglas en un continente con las tasas más altas de violaciones y femicidios, tiene una razón bastante polémica: gran parte de los hombres en Ruanda murieron, fueron encarcelados o escaparon a países vecinos.  

Antes de ser conocida como una nación ejemplar en un continente de contrastes, la imagen de Ruanda provocaba estupor luego de que se generase un genocidio étnico y televisado a vista y paciencia del mundo.

De hecho, 2 millones de ruandeses murieron en tan solo 100 días en una guerra civil étnica apoyada por el gobierno. Las potencias políticas no intervinieron en absoluto para frenar la violencia y durante décadas Ruanda fue conocida como la nación del genocidio olvidado.

Para explicar estos sucesos necesitamos recapitular brevemente en la historia del país: el territorio fue fundado por la etnia Hutu, cazadores recolectores que convivían en paz con otros grupos minoritarios del país. Poco tiempo después, llegaron los Tutsis, que esclavizaron a los Hutus bajo un sistema feudal que perduró durante siglos.

Los colonizadores belgas incentivaron estas diferencias durante el siglo XX e incluso cada etnia tenía una tarjeta que identificaba su origen. Los Hutus -mayoría del país- no podían acceder a la educación o cargos públicos mientras que los tutsis -minoría- controlaban las industrias y el ejército.

La situación llegó a un punto de quiebre cuando el año 1994 el avión donde viajaba el presidente de etnia Hutu fue derribado por un misil, provocando una ola de violencia donde los tutsis fueron perseguidos y exterminados.

El saldo dejó dos millones de muertos en 100 días, 200 mil mujeres violadas además de otros dos millones de refugiados en países vecinos. Estados Unidos -que venía saliendo de la guerra del Golfo Pérsico- decidió no intervenir por miedo al escrutinio internacional, quedando el país en ruinas frente a una lenta recuperación social.

Fueron las mujeres quienes debieron llenar los recovecos de una sociedad que las marginó durante siglos mediante el feudalismo agrícola y el posterior sistema colonial, haciendo que en pocos años estas ocupasen cargos en la agricultura, construcción, comunicaciones y política.

Estos cambios se legislaron y la igualdad de género ahora es vista como una camino hacia la reconciliación nacional.

El año 2003 la constitución post-genocidio defiende el precepto de igualdad en la cámara de representantes, mientras que el 2008 se aprobó la prohibición de la violación conyugal, igualdad de sueldo entre hombres y mujeres, además de tipificar un moción que sanciona cualquier tipo de acoso o gesto sexual hacia las mujeres.

Pese a que Ruanda es comparada a países europeos por sus recientes logros, su desarrollo humano sigue siendo muy bajo. Sin embargo, que sea un país de escasos recursos no implica que no podemos aprender de su fortalecimiento hacia los derechos sociales o que sea una excusa para no avanzar en la temática que implica la igualdad de género.