Terminando en medio de un viaje en San Valentín, pasar el día llorando luego de un retraso que arruinó la sorpresa, recibir regalos de mierda que te hacen cuestionar la relación: algunas de las cosas que pueden pasar cuando las expectativas son altas como los estereotipos de la publicidad.
El poder de la publicidad para crear fechas angustiantes no tiene límites. Ya es una imposición social el regalar obsequios en Navidad, te miran feo si no haces un regalo a tu madre el segundo domingo de mayo o si pasaste por alto el día del padre. También sabemos que probablemente estés sufriendo en este momento mientras esperas algún consejo de Pedro Engel en la tele porque necesitas saber que puedes hacer en un día que la soltería es la peor maldición que te podría pasar. Pero no todo son rosas, chocolates y peluches gigantes flotando afirmados de los brazos de alguien por la calle.
Muchas parejas pelean los días de San Valentín, todo por la maldición de las expectativas. Algunas incluso terminan las relaciones porque la hipérbole del romanticismo les pasa la cuenta. Compilamos historias de gente que la pasó como el orto en un día como hoy:
El anuncio gigante del amor
Hace un par de 14 de febrero atrás, Ana pensó que todo iba a salir bien hasta sufrió una emergencia de vestuario. “Mi pololo de ese entonces me pasó a buscar a mi casa a las 10 am, pero yo no sabía que ponerme. Terminamos saliendo a las 11:45 y él me tenía un regalo que misteriosamente salía a las 12 pm en el mall de Viña. Me hizo pararme una hora frente a la pantalla y a mi me dieron los monos. Le dije, “Por qué me haces pararme frente a una pantalla sin saber lo que es, ¿Por qué no me das mi regalo” y ahí enojado me mostró una foto de una publicidad gigante en el que me deseaba feliz día y que me amaba, pero yo me lo había perdido por demorarme. Nos devolvimos para la casa peleados y yo llorando todo el día”.
Un viaje de amor que terminó mal
Camila llevaba cinco años con su pareja cuando todo empezó a decaer, pero ambos tomaron la decisión de viajar por Sudamérica para revivir la llama del amor. “Decidimos viajar por Sudamérica para iniciar una nueva etapa de la relación dejando atrás los problemas y las heridas del pasado, pero a cinco días del 14 decidí dejarlo en Chiloé porque había descubierto más heridas que prefiero no profundizar. Tomé la decisión en Puerto Montt de tomar un vuelo ese fatídico día, un 14 de febrero. Mi papá era el único que sabía y me fue a buscar al aeropuerto de Lima. ¿El problema? Mi papá por ahorrarse unos soles dejó mal estacionado el vehículo y se lo llevó la municipalidad. Tuvimos que pedir ayuda a un taxista para poder recuperarlo. Cuando llegamos a la casa habían muchos globos, corazones, peluches, pero yo a esas alturas ya estaba cansada de él. Claramente, terminamos”.
Todo un artista
A Carla el animal que menos le gusta es el koala, pero eso nunca se lo dejó claro a su pololo de ese entonces. “Hace varios años atrás, un ex me regaló un cuadro pintado por él mismo, donde salíamos ambos en la versión de dos ‘tiernos’ koalas. Nunca, pero nunca, se le pasó por la cabeza que los koalas podían ser los animales que menos me gustan (algo me pasa con sus narices y ojos que me producen miedo) y cada vez que nos veíamos me preguntaba dónde y cuándo iba a colgar el regalo que había pintado con tanto amor. Pero el cuadro era bastante feo. Cuento corto: nunca lo colgué y su regalo aún permanece en mi closet porque me da un poco de vergüenza que alguien me vea botarlo”.
La polera usada
Andrea cree firmemente que esta fecha es una perdida de tiempo y alguien se lo dejó claro unos años atrás. “Un pinche que tenía en ese entonces no encontró nada mejor que regalarme una polera suya usada. El muy pelotudo dijo que durmió con ella una semana y me la dio para que yo tuviera su olor cuando quisiera. Me dieron unas ganas de haberle regalado un calzón usado por mi una semana también. La polera después sirvió para trapear el piso”.