“Las nuevas generaciones tienen la suerte de crecer con series como Sex Education, y no con programas irresponsables como Skins”, leí una vez.
Naturalmente el comentario me dio vueltas, sobretodo porque soy una amante empedernida del antiguo drama británico. Y porque si bien me pareció razonable en una primera lectura, volver a ver las dos primeras generaciones -en cuarentena, sí- me hizo ver que estaba equivocada, lo que me llevó a preguntarme: ¿Por qué Skins posee tan mala fama, pese a lo vanguardista y visionaria que fue?
Llegué a la siguiente conclusión: éramos muy jóvenes para poder entenderla; y muy avanzada para su época. Pero es recordada como todo lo contrario.
En una época mucho más responsable en lo afectivo, que cuestiona las conductas sexistas y que es más crítica respecto a las relaciones tóxicas, Skins representaría todo eso que está mal en la sociedad. Las bromas alcanzan sus momentos más inmorales con la pedofilia de un profesor de teatro hacia sus alumnas (o la relación de Chris con una profesora), el maltrato psicológico de Tony hacia Michelle y Sid, las conductas acosadoras de Anward y la romantización de la anorexia de Cassie.
El punto es que todo lo anterior resulta ser una lectura muy simplista. Más allá de tratarse de una serie con bastante humor negro problematizaba sobre distintos temas que hoy incorpora toda serie adolescente, pero de formas más sutiles y sin presentar una solución; propio de un naturalismo que reproduce la realidad con objetividad en todos sus aspectos, desde los más sublimes hasta los más vulgares.
Allí precisamente yace el valor de este programa en comparación a emisiones actuales, que tienden a ser más bien condescendientes con sus públicos y poner el foco en las enseñanzas, lo cual no está mal; pero que se alejan de esa condición de realidad, a veces desagradable y en oposición al romanticismo dominante.
Adicional a esa reflexión de conclusiones abstractas y subjetivas, existe una serie de elementos más concretos que -quizá- dejamos de valorar, o en su momento nunca lo hicimos:
A diferencia de las series adolescentes de ahora, Skins usaba a actores comunes, de las edades que corresponden a sus personajes y sin cuerpos extremadamente desarrollados (aló, Netflix). Tampoco cumplían con los cánones de belleza con creces (salvo por un par de excepciones); eran más bien normales.
Los protagonistas provienen de familias bastante normales, no viven en grandes casas ni están rodeados de lujos o vidas cómodas. De hecho, las historias transcurren en hogares estrechos, salones austeros, una escuela pública más bien pequeña y barrios normales.
Problematizaba sobre la orientación sexual sin caer en exageraciones ni estigmatizar. Por un lado tenemos a Maxxie, que más allá de su talento en la danza y la actuación, es un amigo más en su grupo de hombres. En la segunda generación están Naomi y Emily, que también están lejos de ser una caricatura sobre el lesbianismo.
Antes de que fuera “políticamente correcto” poner diversidades, Skins ya lo hacía. Entre otras cosas, las historias de Anwar y Thomas nos hablan de inmigración y otras culturas, sin ser un tema en ningún momento para sus amigxs.
Tony es un tóxico, y contrario a lo que podríamos recordar, el objetivo de la serie era precisamente mostrarlo como tal. No es un villano propiamente tal en la historia, pero la intención es permanentemente mostrar que manipula y abusa de sus cercanos. Lo mismo ocurre con la masculinidad tóxica de Cook.
En Skins las mujeres son muy poderosas, poseen personalidades e historias complejas y ocupan tanto protagonismo como los hombres. Sus problemas no son sólo amorosos y tienen un rol sexual más bien dominante. Recordemos que en 2018, 13 Reasons Why dijo ser rupturista por incorporar una escena de masturbación femenina, pero Skins ya lo hacía en 2007.
El problema de Skins es que usó un humor oscuro para criticar aspectos negativos de la sociedad que en ese tiempo era válido, a veces cayendo en lo absurdo; pero precisamente detrás de esos chistes se formulaban críticas implícitas respecto a la juventud.
Es cuestionable que una serie para adolescentes utilice un tratamiento así, puede ser, porque finalmente puede no ser percibida con la madurez necesaria.
Pasa que es menos explícita al criticar la masculinidad tóxica, al empoderar la sexualidad femenina, al hablar sobre familias disfuncionales, el consumo de drogas y otros problemas adolescentes.
Y después de todo, los actos en Skins tenían consecuencias, y los finales tristes formaban parte de la vida. Quizá no teníamos la edad para entenderlo, y por eso hoy la recordamos como un absurdo tóxico sinsentido.
La sociedad no estaba preparada para Skins. A trece años de su emisión, podemos decir: estamos listxs para esta conversación.