Alguien la inventó. Alguien trazó esas líneas por primera vez. Alguien le puso una piel amarilla, le dibujó un contorno curvo como boca y un par de puntos en los ojos. No es algo que haya estado siempre ahí, impregnado en el inconsciente colectivo. Fue la idea, la creación, la ejecución de un alguien que no proyectó el superávit ni la coronación de un objeto de culto.
Fue creada en 1963, en Worcester, Massachusetts, por el diseñador gráfico Harvey Ball. Lo hizo por encargo de la compañía de seguros Hanover Insurance (que aún existe), le tomó diez minutos dibujarla y le pagaron 45 dólares (que en la actualidad serían unos $400 dólares).
La aseguradora, necesitaba un símbolo para domar la incertidumbre que comenzaban a tener sus empleados por la fusión de una de sus empresas. Harvey Ball no lo pensó demasiado. El encargo era modesto. Lo resolvió rápido. Su rubro era la publicidad y no consideró que diseñar un simple pin sería tan importante.
Había concebido un emoji antes de que existiera Internet, el logo de pastillas antes de que existiera el éxtasis, o tan solo uno de los iconos de representación más utilizados y reconocidos en todo el mundo.
Años más tarde, la cara sonriente adquiriría vida propia mucho más allá de los muros de la empresa. El diseño de Harvey Ball desató una moda que se extendió por todo el país a principios de los años setenta. En 1971, la cara sonriente era la imagen más vendida en Estados Unidos: “se estimaba que se habían vendido cincuenta millones de botones sonrientes y la imagen aparecía también en muchos otros productos”, apunta la Fundación Harvey Ball World Smile, una organización fundada luego de la muerte del artista.
Harvey murió a sus 79 años a causa de una insuficiencia hepática y nunca recibió ningún porcentaje de esas ganancias. No inscribió su obra en ningún registro de patente y nunca exigió derechos de autor ni copyrights. Otras empresas alrededor del mundo, sin ningún tipo de vínculo con el creador, si lo hicieron y registraron cientos de millones de dólares anuales en ingresos.